Un buen jefe

Al igual que un padre autoritario o un padre permisivo perjudica el crecimiento del niño, tanto un jefe autoritario como uno permisivo representan extremos nocivos para el desarrollo laboral de cualquier persona. Si el liderazgo se puede desarrollar, entonces deberíamos poder incorporar acciones específicas a nuestro proceder diario para convertirnos en buenos jefes e impactar positivamente en los colaboradores cuya función está a nuestro cargo.

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El cumplimiento de las metas no es posible sin personas comprometidas diariamente a realizar el mejor esfuerzo y, para que ello sea posible, los colaboradores deben visualizar la tarea con agrado y querer a la empresa como propia, aspectos en los cuales puede influir directamente la labor del jefe.

Desarrollando talentos

Sabemos que la gran mayoría de las renuncias no son a la empresa sino al jefe, repitiendo aquello que nos sucedía en época escolar cuando nos gustaba más la materia desarrollada por un profesor agradable y, por ende, la predisposición para atender en clase y estudiar se veía reflejada en la nota académica.

Pero, ¿cómo lograr que nuestra empresa sea catalogada como el lugar donde todos quieren trabajar por sus políticas de recursos humanos y su clima laboral? Sin duda, hay que empezar a trabajar con los jefes.

Que las empresas sean socialmente responsables no va en contra de que sean económicamente rentables, sino que, por el contrario, las empresas sustentables basan su estructura organizacional en jefes que pueden inspirar a los colaboradores a desarrollar sus talentos, generando confianza de forma a producir más riquezas respetando el entorno y con un clima de excelencia en las relaciones humanas con todos los stakeholders (colaboradores, clientes, proveedores y comunidad).

Evitar especulaciones y chismes, que tanto daño hacen a las organizaciones, es posible a través de políticas de franca comunicación con los colaboradores, donde se presenten los números actuales y las metas sean claras para todos. Esto implica que el jefe debe estar abierto a brindar información y a recibir sugerencias, creando un ambiente de fluidez en la comunicación en donde incluso se busquen ideas de innovación y creatividad.

El único que no se equivoca es quien no hace nada, por lo tanto, si queremos gestionar equipos innovadores necesitamos jefes que premien el fracaso; así mismo, en lugar de castigar los errores, se pueden realizar reuniones para evaluar las equivocaciones, promoviendo el espacio de conversación sobre los problemas encontrados e inspirando al equipo a lograr soluciones para corregir los mismos y evitar incurrir nuevamente en ellos.

Cuando el jefe empuja a la acción, los colaboradores producen sin temor a los errores, se sienten acompañados en el proceso y dueños del resultado. Este jefe es diferente al carismático, no se trata solo de inspirar, sino de persuadir, esto implica enseñar a tomar decisiones, lo que empieza en la estructuración del problema, siguiendo con la evaluación de todas las opciones y culminando con la elección de una alternativa.

Para que esto sea posible, el jefe debe dar claridad en sus proyecciones y en el plan de acción que tiene diseñado y demostrar que sabe distinguir entre las decisiones urgentes y las estrategias de mejora, de esa manera promueve que los colaboradores generen ideas, las valoren y analicen en equipo y las pongan a prueba sin buscar culpables sino resultados.

Detrás de empresas con climas laborales positivos siempre podemos encontrar líderes persuasivos. Cuando los jefes no enseñan a sus equipos a tomar decisiones o matan con indiferencia las sugerencias que se le realizan, los colaboradores se convierten en espectadores que prefieren realizar lo mínimo sin comprometerse realmente con los cambios necesarios para mejorar la organización.

Muchas empresas nacionales están pasando de un modelo familiar a un sistema profesional, incorporando políticas de gestión más corporativas e internacionales. Este cambio no se trata simplemente de tener actualizados los manuales de organización y procedimientos, sino principalmente de la aceptación de que el liderazgo no esté condicionado al apellido, sino a la capacidad de gerenciamiento eficiente y está de más decir que el gerenciamiento de activos y pasivos es solo un aspecto, ya que la gestión del talento humano es el principal desafío.

Así, el nuevo gerenciamiento es flexible, en lugar de buscar la persona que se adapte a la descripción de un puesto, logra escanear el potencial de cada persona y lo orienta a los resultados esperados apoyándola a desarrollar el talento que tiene en lugar de criticarla para que desarrolle la habilidad que no tiene.

Cuando un jefe piensa que los colaboradores son fusibles y que si uno se va, vendrá otro mañana, esto puede salir muy caro a la empresa. El liderazgo antiguo atraía talentos por la propuesta económica, el jefe actual es visionario y logra ofrecer desarrollo personal en el plan de carrera, convirtiendo en atractiva la propuesta final para quien busca aumentar su potencial.

Hay jefes que se aferran a la jerarquía para imponer razones, considerando que él siempre debe ganar y los demás obedecer, esto los encamina irremediablemente a quedar rodeados de ineptos. Las personas capaces no aceptan jefes mediocres, solo respetan a quienes admiran y siguen a quienes les inspiran confianza.

El considerar que el ejemplo del jefe debe ser llegar temprano y ser el último en retirarse puede llevar al desgaste innecesario de todo el equipo y demuestra un pensamiento extremista. Debemos estar física y mentalmente sanos para ejercer eficientemente nuestros roles, una persona que vive en lo urgente termina cansada, por ello el equilibrio emocional del jefe es importante. Por ejemplo, un factor que será observado por los colaboradores es el tiempo que el líder destina a recreación y a establecer prioridades en su vida.

El riesgo de convertirse en jefe está en dominar el ego, el cargo no convierte a nadie en mejor que el promedio, las decisiones en las que participan muchos y en las que se han tenido en cuenta varias ideas suelen resultar más efectivas, pero lastimosamente esto implica reconocer que la jefatura implica un rol de mayor responsabilidad en el equipo, pero esto no lo hace dueño de la verdad.

Así, sería un buen jefe quien que sea capaz de reconocer su propia vulnerabilidad y la grandeza de quienes lo rodean, recién allí tendrá a su cargo un equipo con una meta en común capaz de lograr resultados sustentables a largo plazo. Sigamos Hablando de Dinero, así aprendemos a manejarlo mejor.

Metas

El cumplimiento de las metas no es posible sin personas comprometidas diariamente a realizar el mejor esfuerzo posible en las tareas.

Fracaso

El único que no se equivoca es quien no hace nada, por lo tanto, si queremos gestionar equipos innovadores necesitamos jefes que premien el fracaso.

Jerarquía

Hay jefes que se aferran a la jerarquía para imponer razones, considerando que solo él siempre debe ganar y todos los demás obedecer.

gloria@ayalaperson.com.py

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