Tu efímero cargo

Hay una enorme diferencia entre ser y tener, pero en esta época pareciera que hay una confusión social entre ambas cosas. Para tener solo basta hacer, pero para ser se precisa de integridad y esa condición simplemente no se compra, hay que desarrollarla desde el respeto y profundo amor hacia sí mismo, como base fundamental para transmitir coherencia hacia los demás y en lo que hacemos.

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Cuando no te apreciás lo suficiente como para valorarte por quien sos, sentirás un vacío que intentarás llenar con lo que podés tener, en un esfuerzo por fortalecer la pisoteada autoestima con cosas que podés comprar o títulos de los que podes presumir.

Autoridad

“Para ser doctor tenés que estudiar unos años, para ser Señor podés estar toda tu vida y no lograrlo”, en esta frase quizás podamos rescatar la diferencia entre “el hacer para tener” y “el cómo haces lo que haces, para tener lo que tenés”. La integridad radica en ser contigo como sos con otros, por lo tanto, los valores que rigen tu actuar se constituyen en los principios por los cuales no podrías hacer ciertas cosas, debido a que chocan con tu ética y moral.

Una persona íntegra no puede actuar de una forma en la oficina, mientras que en su casa se comporta como otra persona. De igual manera, la actitud que tenía para con los demás cuando su cargo era de asistente, debería continuar siendo la misma cuando su cargo sea el de gerente general.

El cargo es momentáneo, seas marinero o capitán, hay un momento en que termina y ya no sirve de nada el traje que llevas puesto. La admiración o incluso el poder que otorga un cargo puede desaparecer de un momento a otro, entonces ya no sirve el “tener” que te ha dado el “hacer”, pues, quien queda expuesto como persona, sin la cáscara que cubre el rol o personaje, quien queda sin los aplausos y lisonja, se convierte por fin en quien realmente es, termina por descubrir simplemente a su “ser”.

Para ilustrar lo anterior, podemos observar a un ministro, a quien le adornan suntuosos escritorios, decenas de asistentes, secretarios, choferes y guardaespaldas, pero cuando su cargo termina se queda con lo que tenía antes de ostentar el cargo, se descubre a sí mismo y a cuantos amigos aún le rodean y lo siguen apreciando por quien en realidad es y no por cómo le decían en la prensa.

La autoridad impone poder, el cual puede ejercerse por coerción, por utilidad o por principios. Así, el poder coercitivo utiliza como herramienta de gestión el temor para lograr obediencia. El poder utilitario en cambio utiliza a la justicia, un trato justo logra acuerdos. En cambio, el poder centrado en principios se basa en el honor, logrando compromiso de los demás.

Dosis de realidad

Lograr obediencia por temor es temporal y limitado, pues desarrolla resentimiento y frustración que a la larga causan infelicidad dejando solo dos opciones, la sumisión o la salida. En una empresa familiar donde el fundador ejerce poder en base al temor, los hijos se convierten en incapaces de tomar decisiones por sí mismos, pues todo estaba centrado en el padre, o una vez que pueden tomar decisiones por sí mismos, por ausencia del padre, liquidan la empresa o modifican la estructura o, peor aún, ejercen el mismo tipo de poder perpetuando el ambiente hostil como forma de hacer negocios.

Quien logra acuerdos, permanentemente deberá chequear que siga siendo un trato justo, pues, ante una variación interna o externa, la fina línea de la conformidad acerca de lo previamente acordado puede moverse, un ejemplo de esto sería el contrato laboral: te pago tanto por tantas horas de trabajo donde tu función principal será esta, luego le pedís que te pase un vaso con agua y te responde: ese no es mi trabajo. O el sueldo que cuando ingresó le parecía bien, un año después le resulta insuficiente y, por ende, su insatisfacción se transmite a la eficiencia de su actividad.

Muy distinto resulta, por ello, ejercer poder con la autoridad que otorga el otro, es un poder reconocido, no impuesto, esto solo es posible cuando el líder transmite y proyecta principios, que son los que logran adhesión y compromiso de la mayoría la mayor parte del tiempo. Esta forma de poder implica reconocimiento al otro, no se centra en la figura del líder, se trata de un poder compartido y por ello la fuerza produce impacto sustentable.

Las personas nos fortalecemos con base al prestigio y reconocimiento. El prestigio es la fama o buena opinión que los demás se forman sobre nuestra persona, mientras el reconocimiento implica la expresión de otros sobre una característica o rasgo que nos distingue de entre los demás.

Cuando el prestigio y reconocimiento se basan en:

- “Quién sos”: precisás tener condiciones personales que te distingan y permitan que los demás comulguen con tu esencia, así ejercés autoridad no por el cargo que ostentás, el cual simplemente complementa jerárquicamente tu carisma. Esto sirve para tu rol de empresario, gerente, padre de familia o miembro activo de un comité de barrio.

- “Lo que haces”: probablemente, sufras mucho desgaste, pues permanentemente tendrás que hacer algo nuevo y que supere lo anterior para volver a sentir la satisfacción de esa valoración por parte de los demás.

- “Lo que tenés”: estás viviendo una ilusión de autoridad o sensación efímera de respeto ajeno, estás basando tu poder en falsas percepciones pues tu cargo actual o el título universitario o el auto último modelo o cualquier otra cosa que puedas obtener producto del hacer se convierte momentáneamente en algo admirable, pasando muy pronto a formar parte de lo cotidiano y luego simplemente ya no agrega valor pues ha pasado la novedad. Para volver a sentir la satisfacción del reconocimiento, te verás obligado a volver a hacer algo que te proporcione un nuevo “tener” que permita renovar tu autoridad. Esta es una peligrosa trampa, pues siempre habrá otro que tenga más que vos. Tampoco tu apellido hace a quien sos, simplemente lo heredaste, por lo tanto, no vayas por allí jactándote de ser el “hijo de” y demostrá quién sos vos para ganarte tu propio espacio.

No bases tu valor en la arrogancia de lo que te adorna, lo que hacés y lo que tenés deben ser consecuencia o resultado de conocerte profundamente para mantener tu esencia intacta a pesar del poder que te otorguen. Sigamos Hablando de Dinero, así aprendemos a manejarlo mejor.

gloria@ayalaperson.com.py

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