¿Qué es un bono soberano? ¿Por qué se emiten y qué reflejan sus tasas?

Un bono es un certificado de deuda, una promesa de pago futura documentada en un papel que determina el monto, el plazo, la moneda y la secuencia de determinados pagos. Por su parte, los bonos soberanos son títulos emitidos específicamente por el Gobierno. Su tasa de interés refleja el riesgo del país y su precio en el mercado internacional fluctúa debido a variaciones en la solvencia del emisor, lo cual puede generar ganancias y/o pérdidas al tenedor del instrumento. Hacienda informó esta semana de la exitosa colocación de bonos soberanos, a 31 años de plazo y 5,4% de interés, porcentaje nunca antes alcanzado.

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Los bonos soberanos son emitidos a razón de obtener dinero para financiar servicios gubernamentales y déficits presupuestarios, que podrían estar asociados a gastos de capital importantes para acometer obras de infraestructura necesarias para el país u otras inversiones que redunden en crecimiento económico para el futuro de la nación. Los bonos soberanos son considerados los más seguros del mercado, ya que tienen el respaldo de los gobiernos centrales. Esta garantía hace que sean de alta calidad, por el escaso riesgo de impago que suponen. Pero cuando la probabilidad de un país de afrontar un pago disminuye, entonces también aumentará el riesgo de este bono. El indicador básico que señala el riesgo país es la diferencia entre las tasas de intereses que pagan los bonos (en dólares) emitidos por países en vías de desarrollo y los “Treasury bills” de los Estados Unidos (bonos soberanos), los cuales son considerados “libres” de riesgo. Los “Treasury Bills” son considerados los más seguros.

La diferencia entre estas tasas de intereses, la cual es conocida como spread, es la que se identifica con la posibilidad de que el gobierno que emite la deuda o bono incumpla con el pago de sus obligaciones.

En otros términos, cuando más alta sea la inseguridad en el pago del bono, mayor será el interés que se deberá pagar.

Los bonos que supongan un elevado riesgo de impago tendrán unas condiciones de abono más duras con unos intereses más elevados; esto es el resultado del coste de incumplimiento, por ejemplo, cuando los países tienen problemas de liquidez que lo hace recurrir al endeudamiento, dado que los acreedores conocen su situación, le exigirán una tasa de interés mayor, ya que se trata de una operación que involucra un elevado riesgo.

“Deuda externa”: dos palabras que no traen buenos recuerdos en América Latina

Desde inicios de los 80, la región ha vivido distintas crisis macroeconómicas relacionada a la deuda externa.

América Latina cuenta con la lista de países con más episodios de defaults o reestructuraciones de deuda. Dentro de estos figuran, en las primeras posiciones, Venezuela, Ecuador, Brasil, Argentina, Perú, México, Costa Rica, Chile y Paraguay, entre otros.

En los últimos años se ha observado en Paraguay y la región un fuerte desempeño en el mercado internacional de bonos. Este comportamiento fue sustentado por un ajuste en los diferenciales (spreads) de los bonos, aunque la calidad crediticia en la región siguió deteriorándose, lo cual llevó a más acciones de calificación soberana negativas (rebajas), que acciones positivas (subidas).

Actualmente, la región enfrenta varios riesgos en los mercados de la deuda internacional. Los desafíos incluyen una mayor volatilidad, si hay una subida más rápida de lo que se espera en las tasas de interés de Estados Unidos, o si el dólar retoma su fortalecimiento y de turbulencia en el mercado asociada con la necesidad de aumentar el límite de empréstito o el techo de endeudamiento del gobierno federal estadounidense.

China, otro riesgo para la estabilidad

Adicionalmente, otro riesgo para la estabilidad de los mercados financieros de la región incluye la salud de la economía china. Estos peligros, sumados a una liquidez más ajustada, podrían generar una desestabilización del mercado de deuda en la región.

Sin embargo, a pesar de los riesgos, la mayoría de los inversionistas parecen creer que es probable que las condiciones benignas para los mercados emergentes latinoamericanos de bonos persistan en el corto plazo.

Claramente, esta tendencia es observada en la última emisión de bonos soberanos del Paraguay. El país logró colocar US$ 500 millones a 31 años, a una tasa récord de tan solo al 2,3% por arriba de la de Estados Unidos, cuando en 2013 había sido 3,0%.

Además, cabe recordar que, en su informe del 10 de diciembre de 2018, la calificadora Fitch mejoró el rating de Paraguay de BB a BB+, con perspectiva estable, a un paso de grado de inversión.

El mercado internacional ha incorporado la suba de calificación, ya que el país actualmente está emitiendo deuda a tasas muy cercanas a grado de inversión.

A la mirada de las calificadoras e inversores internacionales, Paraguay ha demostrado una mayor resiliencia ante los shocks externos, un crecimiento económico favorable combinado con evidencia de un proceso de diversificación económica. Al mismo tiempo, el país cuenta con un mayor fortalecimiento de los amortiguadores externos y el compromiso continuo con la disciplina macroeconómica.

¿Paraguay se está sobreendeudando?

Esta es una de las principales preocupaciones de la población cuando los gobiernos realizan emisiones de deuda: ¿se estará hipotecando el futuro de las nuevas generaciones?

A continuación, se muestran algunos indicadores que permiten aclarar esa interrogante.

De acuerdo a las estadísticas de la deuda pública del Ministerio de Hacienda, cuando se descuentan los saldos correspondientes a las empresas públicas ANDE e Industria Nacional de Cemento (INC), así como las transferencias realizadas al Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (Indert), la administración central para el año 2018 muestra la relación entre la deuda y el Producto Interno Bruto (PIB) de 14,5%.

Pero ¿qué significa ese número? Esta cifra señala que el saldo de deuda al cierre del año pasado equivale al 14,5% de los bienes y servicios que se produjeron en la economía durante ese año.

No obstante, este no es el único indicador de referencia; también se pueden considerar los ingresos en moneda extranjera del país, así como los activos externos con los que se cuentan. Por ejemplo, cuando se calcula la relación entre el mencionado saldo de deuda y las Reservas Internacionales Netas (RIN) se obtiene un valor de 72,1% para 2018, lo cual quiere decir que si se quisiera honrar la totalidad del saldo de la deuda se necesitaría utilizar el 72,1% de los activos de reserva que se encuentran en el Banco Central del Paraguay (BCP). Entre tanto, si se compara con las exportaciones de bienes y servicios, la razón se ubica en 39,8%. En este caso, se utilizaría cerca del 40% de las exportaciones de nuestro país para pagar la deuda externa de la administración central.

¿Es sostenible?

Ahora, si se avanza un paso más y se piensa si esta deuda es sostenible, se estaría analizando la solvencia de largo plazo del gobierno para cumplir con sus compromisos externos. Para ello, se verifica si la deuda ha alcanzado un nivel que está más allá de su capacidad, la cual se mide a través del superávit primario (excluye pagos de intereses sobre la deuda) que ha generado históricamente.

Así, se calcula el nivel de superávit primario que se requiere para mantener la proporción actual entre la deuda a PIB constante en el largo plazo. Este cálculo utiliza los niveles promedios esperados a largo plazo para la tasa de crecimiento y la tasa de interés real. Por tanto, el indicador es sensible a los supuestos utilizados.

A continuación se muestra la ecuación a computar:

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Donde sp denota el superávit primario; d la razón deuda a PIB del período anterior; r la tasa de interés real que se aproxima como el promedio para los dos últimos años del pago de intereses sobre el saldo de la deuda del período anterior y g es la tasa de crecimiento real de la economía, para la que también se usa el promedio de los dos últimos años.

Así, el superávit primario requerido para estabilizar la relación deuda/PIB (14,5%) bajo una tasa de interés de 4,5% y una tasa de crecimiento de la economía de 4,0%, resultó de 1,4% del PIB, el cual se encuentra dentro de los niveles observados entre 2016 y 2018, aunque por encima de lo observado entre 2012 y 2015.

Por lo tanto, la administración central debe hacer esfuerzos para que sus finanzas continúen generando los recursos para honrar la deuda, en lugar de pedirle prestado a Juan para pagarle a Pedro.

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