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Los latinoamericanos estamos muy acostumbrados al paternalismo o asistencialismo del Estado. Se pide educación gratis, salud gratis, tierras gratis, condonación de deudas. Se pide que el Estado provea beneficios sociales en forma genérica, pero se carga todos esos gastos a una ínfima parte de la población que paga impuestos. Y eso crea dos fenómenos sociales directos: el estímulo hacia la pereza y el gigantismo estatal.
El asistencialismo es como un calmante momentáneo que no soluciona el problema de fondo, sino que hace olvidar al miserable de sus enfermedades crónicas: la ignorancia y la pobreza. Son el verdadero opio del pueblo. Además es una competencia desleal porque favorece solo al partido gobernante.
Por otra parte, la exclusión social debido a la soja, la mala distribución de las tierras fiscales, la desocupación del campo y la formación de los cinturones de pobreza alrededor de las grandes ciudades también están muy relacionadas con el paternalismo, la corrupción migratoria y una reforma agraria populista del gobierno.
El paternalismo y autoritarismo son dos caminos que convergen en la misma ruta. Cuando el campesino hipoteca su libertad a cambio de “aradas y rastreadas” o un “pozo artesiano”, con tanque pero sin pozo, de 120 m de profundidad en los papeles, pero de 20 en la realidad, acaba creando más resentimiento social contra el propio Estado y contra los que trabajan y prosperan.
Paternalismo y dictadura
El paternalismo autoritario solo es necesario o aceptable en aquellos casos muy especiales: niños desnutridos, totalmente desprotegidos a causa de guerras étnicas, religiosas o políticas migratorias en el África sub-sahariana u otras zonas pobres del globo. Se explica en los desiertos, pero no en tierras ubérrimas como la nuestra. En Paraguay no tiene sentido, ni desde el punto de vista agronómico, social, económico y, mucho menos, político. Los países en desarrollo que recurren a asistencias técnicas golondrinas, dirigidas, fácilmente crean parásitos sociales; además, traen el germen de las dictaduras populistas.
Un Estado gigante y paternalista siempre acaba mal. El dinero nunca alcanza para repartir a los campesinos y pobres, que siempre son mayoría. Sin embargo, el liberalismo económico, basado en la libertad, el ingenio y un verdadero estado de derecho, ha demostrado a lo largo y ancho de la historia que es capaz de revertir la pobreza.
Vemos en el mundo económico que hasta las reformas del castrismo, en Cuba, pretenden hoy disminuir el paternalismo. Importantes figuras de la clase política cubana, venezolana y china han declarado la intención de terminar con este reparto estéril. El Asistencialismo es un fracaso permanente con apoyo oficial. Detrás de esta estrategia está el racionamiento de alimentos, de artículos de higiene y la pérdida de la vergüenza. Hoy repartes chanchitos, pollitos, aradas y rastreadas, mañana tendrás que repartir víveres y ganado confiscado de los que trabajan. El otro inconveniente del asistencialismo es que no crea un nuevo hábito. Cuando acaba la “dádiva” del populista, los “cazadores-recolectores” vuelven a sus malos hábitos.
El asistencialismo, una patología social
Siempre hemos estado en contra del mal uso del rubro denominado “Gatos sociales de Itaipú”. Este recurso, que representa apenas el 1,7% del presupuesto general anual de Itaipú, es decir US$ 70 millones por año, ha tenido muy buena inversión en rutas, puentes, escuelas, ambulancias; pero, el retorno a la gestión de “asistencia a campesinos” se convertirá, de nuevo, en un desperdicio económico-financiero.
La compra de pollitos, matrices porcinas, aradas, rastreadas y la implantación de huertas comunitarias, repartidas en los “asentamientos”, no ha resuelto nuestro problema de la pobreza y la mala distribución de la renta nacional. Fue una mala idea del gobierno de Nicanor Duarte Frutos, aplicada a través de su director general de Itaipú Víctor Bernal y el tristemente célebre Ñoco Cabrera, Superintendente de Gestión Ambiental.
Este episodio infame, aplicado fuera de los programas ministeriales, fue una enorme ventana hacia la corrupción. Cuando los seccionaleros, intendentes y “autoridades partidarias” llegaban famélicos y sedientos en las oficinas de Itaipú, se los calmaba con aspirinas asistencialistas como las mencionadas.
El paternalismo pervierte a las sociedades que lo aceptan y deshumanizan a los líderes. Es similar a aquellas comunidades que reciben los víveres mal habidos del EPP. Los que tienen dignidad no lo aceptan, pues no provienen de su esfuerzo honesto ni del mandato judeo-cristiano del “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. El individuo amoral y sin dignidad se vuelve cipayo del amo que le otorga las migajas.
Otro parásito del paternalismo está en el sector privado. Los oligopolios de la soja, de los ganaderos y de las empresas vialeras, aquellos que muchos políticos denominaron “la patria contratista”, también se degeneran con el trabajo fácil de “cazar en los zoológicos”. Esperan que el gobierno les dé facilidades a cambio de dinero para gastar en las elecciones. Reiteramos, no crea empoderamiento sino vasallos, en todos los estratos sociales.
Se repite la historia, solo cambia el actor
Hemos leído en el Diario Electrónico, DIE, de la Itaipú (10/03/2017) que “La Binacional, a través de la Dirección de Coordinación y la División de Estudios (ODRE.CE), asistirá a labriegos de la Asociación de Productores Agropecuarios para mejorar la calidad de vida de más de 800 familias del campo. En breve, se iniciará la ejecución de proyectos de solución de agua potable, provisión de incubadora para pollitos, y creación de huertas y viveros. Las colonias beneficiadas son: Itakyry, Chino Cue, Minga Porã, Puerto Indio, Mbaracayú, entre otras. Los proyectos fueron aprobados durante una reunión realizada entre la asociación y el director de coordinación ejecutivo...”.
Con la repitencia de estas acciones daremos pie a que vengan administraciones futuras que digan nuevamente: “En estos tres años y medio hemos logrado reducir en US$ 80 millones los gastos innecesarios y esos fondos hoy están yendo a favor de la gente”. Después vendrán las facturas de las duplicaciones de rutas, las concesiones por 30 años, los viaductos prefabricados, las viviendas sociales y los bonos soberanos; la única diferencia será que en lugar de paladas iniciales se usarán el nuevo término: “cuotas iniciales” de nuestra nueva deuda externa, que para entonces ya se habrá triplicado o cuadruplicado.
También podríamos encontrarnos fácilmente con tarifas nuevas de la ANDE, de la Essap, quien sabe de Copaco, con rutas bioceánicas caras, con PCH´s caras y con un Aña Cua regalado. En lugar de terminar la exclusa de navegación en Itaipú, cancelar totalmente la deuda y vender a precio justo nuestros excedentes, acabaremos endeudando al Paraguay por tres generaciones.
Para ver los fracasos del mismo plan asistencialista de Itaipú, calcado, el lector solo debe ojear las páginas de este mismo diario, pero del período 2003 al 2008. Además debe comparar las luchas campesinas y su resultado, por un lado; y el avance de la agricultura mecanizada, por el otro. Los aché de Puerto Barra pueden dar clases magistrales sobre dignidad y trabajo. La Itaipú debería contratarlos.
(*) Ex superintendente de Energías Renovables de Itaipú