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Como composición de la economía paraguaya, la agricultura ha venido tomando mayor peso. Como se puede observar entre los años 1992 y 1996, el sector representaba el 12,1% del Producto Interno Bruto (PIB), entre 1997 y 2001 el porcentaje era del 13,0% y entre los años 2002 y 2006 se ubicaba en 15,4%.
En tanto que desde el 2007 al 2011, la agricultura representaba el 17,1% dentro de la estructura económica nacional y desde el último período mencionado (2011) hasta el año pasado, ascendía al 17,7%.
Específicamente en el 2016, la fuerza del sector agrícola y la cadena vinculada dentro del PIB fue del 28,9%, que en monto se tradujo a unos US$ 7.989 millones.
La agricultura tuvo una participación del 18,5%, alrededor de US$ 5.114 millones, la agroindustria 2,3%, que en números representó aproximadamente US$ 636 millones.
Otra parte importante de la cadena agrícola como el transporte, contribuyó con el PIB en 2,0%, unos US$ 553 millones, el sector de las finanzas y el comercio, 0,7% y 5,4%, es decir, US$ 194 millones y US$ 1.493 millones, respectivamente.
En el mismo contexto, la producción de soja en Paraguay representa el 65% dentro del componente total de la agricultura del país, porcentaje de participación más que determinante para afirmar que su comportamiento termina moviendo la balanza del desempeño económico nacional. Este 2017 no será la excepción, más aún, considerando el récord de producción que tuvo la oleaginosa.
La consultora MF Economía estimó que para este año, el Producto Interno Bruto de Paraguay se incrementaría en 4,2%, explicado, principalmente, por el récord de producción de soja reportado en la campaña 2016/2017, que superó las 10 millones de toneladas y que en términos de contribución al crecimiento del Producto Interno Bruto, será de alrededor del 2%, casi la mitad de la proyección. Se espera que la estimación sea completada en lo que resta del año por el sector de la construcción (público y privado), además por un mayor dinamismo que generará el sector comercial local y de frontera.
Y si se observa el pasado y presente, el futuro no puede ser obviado. En este sentido, la campaña sojera 2017/2018 se vislumbra auspiciosa, aunque no a los niveles del periodo pasado, a lo que debe agregarse, como siempre, la incertidumbre de una nueva amenaza climática como la sequía.