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El cariño de mis padres se hacía sentir a través de aquel regalo, usualmente simbólico y con un precio relativamente bajo, pero con un alto valor para mí. Quizás el hecho de que sólo en fechas especiales recibía un regalo o saber el esfuerzo que implicaba para mis padres realizar ese obsequio hacía que valorara realmente lo que recibía, incluyendo los útiles escolares que cuidaba con esmero durante todo el año escolar.
Hoy es distinto que ayer y que mañana
Obviamente, que cada día trae un cambio, la vida nos cambia incluso aunque no queramos, por ello, lejos estoy de proponer una resistencia al cambio o que todo tiempo pasado fue mejor; tampoco estoy nostálgica, ni los años me están pesando. Lo que quiero analizar contigo es qué clase de niños estamos criando.
Muchos de los lujos de una década atrás, hoy son considerados necesidades para los niños y jóvenes, como el celular, la televisión por cable o el internet, podríamos también incluir en esta categoría los shoppings, tiendas de ropa de marca o de comida rápida.
Y es que la facilidad de compra está dada no solo por el aumento de ingresos de la clase media o por el incremento del número de familias en ese estrato social; sino principalmente por el acceso al crédito de consumo.
Por otro lado, en una gran cantidad de hogares, ambos padres salen a trabajar, lo que implica que los niños están gran parte del tiempo al cuidado de otros adultos o incluso solos y esto lleva a muchas personas a sentir un complejo de culpa por el abandono, que a su vez viene aparejado a la intención de compensar la ausencia con constantes regalos.
Si cuando llegas a tu casa, tus niños en lugar de correr a abrazarte y saludarte se apuran en preguntarte qué les compraste, entonces deberías evaluar si tu situación podría identificarse con el párrafo anterior.
La utilidad marginal decreciente es un término muy utilizado en Economía, que supone un decrecimiento de la utilidad de un bien o servicio en la medida en que las necesidades son satisfechas. Acceder a un bien adicional luego de satisfecha la necesidad, representa para el consumidor una utilidad inferior a la que representaba ese mismo artículo cuando la necesidad aun no estaba satisfecha.
Hay muchos ejemplos para ilustrar este término, el más común probablemente sea el del vaso con agua. Si un hombre sediento se encuentra perdido en medio del desierto y alguien le ofreciera un vaso con agua, sería capaz de pagar una fortuna por ese líquido vital, el segundo vaso será apreciado pero no tanto como el primero que le salvó la vida, el tercer vaso quizás lo use para refrescarse el rostro, un cuarto vaso capaz lo guarde para más tarde y si le ofrecieran los litros de agua que él quisiera sin restricción, posiblemente la desperdicie, porque dejaría de valorarla.
Si este sencillo concepto lo aplicamos a la manera de criar a nuestros niños, quizás comprenderíamos el daño que les hacemos al no ponerles límites y no transmitirles el valor del correcto uso del dinero, el esfuerzo y sacrificio que realizamos para ganarnos los ingresos mensuales así como la forma de aplicación y uso de estos siempre escasos recursos.
Poniendo límites
Esa falsa sensación de bienestar económico, que intenta sostenerse con base en deuda, no es sustentable a largo plazo. No sufre tanto el que nunca tuvo, como el que tuvo y perdió. Por eso, la responsabilidad de los padres en formar la salud financiera de los hijos se inicia por transmitirles el valor del dinero, el respeto al trabajo honrado y la sabiduría en el uso del dinero y las herramientas de crédito.
Una enfermedad de nuestro tiempo es la inmediatez, queremos todo lo que vemos y lo queremos de manera automática. La casa, el auto, el viaje, la maestría, el equipamiento, todo lo que planificamos para dentro de los próximos 10 años de pronto está accesible y podemos tenerlo hoy. Claro, también tendríamos todas las cuotas juntas, pero como son “cuotitas” y resulta fácil tomar el compromiso y el problema aparece luego en la suma total de las cuotas de cada mes.
Esta ilusión de prosperidad no siempre se refleja en la vivienda o en bienes de valor, muchas veces se desvanece la capacidad de pago en la suma de numerosas cuotas asumidas por la compra de ropa, paseos, comidas, celulares y otros bienes con alta depreciación o consumo inmediato, mientras que lo que sí queda son las deudas.
Los niños de hoy en día son difíciles de saciar, por ejemplo, cuando piden algo y los padres dicen: no puedo porque no tengo plata, ellos responden: no te preocupes, usa tu tarjeta o quita del cajero. Entonces, es difícil imponer límites, ellos parecen saberlo todo y, en realidad, tienen mayor acceso a la información de la que nosotros tuvimos quizás en toda nuestra vida, pero no tienen la experiencia y madurez que nosotros tenemos, por eso nuestro compromiso es mayor.
Debemos incluir a los niños en las tomas de decisiones de consumo e inversión de la familia, ellos deben conocer las prioridades familiares para comprender adónde se destina el dinero que con tanto esfuerzo sus padres logran obtener.
Obviamente dependerá de la edad del niño la terminología con la que le entregaremos la información y también el nivel de detalle que le proveeremos, pero es aconsejable que siempre respondas a sus preguntas con la verdad, no les ocultes la situación financiera de la familia, pero tampoco les cargues con un nivel de preocupación que no les corresponde asumir.
Por sobre todo, no disimules bienestar con endeudamiento, cualquier niño preferiría un padre humilde y feliz, que uno supuestamente rico pero realmente infeliz. Sigamos hablando de dinero, porque así aprendemos a manejarlo mejor.
Utilidad
Acceder a un bien adicional... es para el consumidor una utilidad inferior a la que tenía ese mismo artículo cuando la necesidad no estaba satisfecha.
Deudas
Esa falsa sensación de bienestar que se intenta sostener con deudas no es sustentable a largo plazo. No sufre tanto el que nunca tuvo, como el que tuvo y perdió.
gloria@ayalaperson.com.py