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Por su lado, Luis negaba con la cabeza visiblemente molesto por la acusación de la que era objeto; cuando pudo hablar en lugar de atacar a Laura, la miró con cariño y quedamente dijo: no soy tacaño, me preocupa el futuro, por si a mí me pase algo, es mi responsabilidad tener un fondo suficiente para mantener el ritmo de vida que hoy tienen ustedes, por eso no me gusta gastar en pavadas.
¿Interpretación o actuación?
Hay una diferencia entre ser y estar siendo. Cuando uno ya “es” no hay nada que se pueda hacer al respecto, en cambio si podemos distinguir la diferencia entre la persona y su actuación, cambian radicalmente las posibilidades de realizar acciones distintas.
Así, cuando Laura señala que Luis “es” un tacaño, implica una interpretación de la realidad, en otras palabras ya lo juzgó y sentenció. Pero Luis argumenta que él actúa de esa manera porque intenta cumplir su rol de esposo y padre, celoso y protector está cuidando del bienestar de su familia, ¿acaso eso es malo?
Evidentemente no, pero no se percataba de que la manera en que lo hacía estaba lastimando a Laura, quien se sentía sofocada y asumía el control de Luis de manera muy distinta a lo que él pretendía transmitir.
A fin de poder trabajar en el mundo de las realidades, el de los números y objetivos, con metas a corto, mediano y largo plazo, sin olvidar que cada día vivimos y ello implica gastos, intenté que la pareja observara los hechos evitando encontrar a un culpable, por lo menos por el momento, y pudiera visualizar la responsabilidad de cada miembro en esta relación.
En primer lugar tenemos que advertir que todos los extremos son malos, no está mal ser conservador y cuidar los gastos, pero el exceso en los controles puede resultar realmente asfixiante y molesto.
Las parejas que deseen unidad necesitan estar dispuestos a ser transparentes y llegar a un acuerdo sobre el uso y administración del dinero. Esto es independiente a contar con “separación de bienes” en el matrimonio, lo que indudablemente es aconsejable como manera de protección patrimonial, así como por la practicidad jurídica, laboral y comercial que implica contar con este instrumento o acuerdo que debería ser incluso prematrimonial.
Laura y Luis coinciden en que confían el uno en el otro, si hay secretos sobre el manejo del dinero o sobre algunas decisiones financieras, se debe más a la falta de tiempo para conversar sobre el tema, que a la intención de ocultar algo al otro.
Pero en la realidad, es que Luis está bajo mucha presión, pues conoce al detalle el nivel de endeudamiento y los constantes conflictos que tiene con Laura sobre los gastos no contribuyen en nada a la relación matrimonial, sino que por el contrario, están resultando una combinación de alto riesgo tanto para la salud financiera como para la armonía familiar.
¿Cómo no debería ser?
Algunos síntomas negativos financieros que pueden estar socavando a una buena relación de familia, se citan a continuación, si descubre alguno de estos síntomas ya sea en usted o en su pareja, quizás sea un buen momento para buscar ayuda profesional que los oriente a una mejor comunicación financiera:
1) El tacaño: constantemente tacañea consigo mismo y muchas veces ignorando las necesidades de su pareja o familia. El tacaño sufre por cada gasto (sea necesidad, gusto o capricho), pues para él representa una pérdida de tranquilidad financiera, cuando en realidad lo convierte en un avaro que no puede disfrutar de lo que puede obtener gracias a su propio esfuerzo, al no poder valorar más los detalles como un pasatiempo, un hobby, una comodidad por mezquinar el dinero de manera exagerada.
2) El jefe: es el único que toma decisiones y da órdenes e instrucciones tanto a su pareja como a sus hijos, en lugar de dialogar y pedir en todo caso ayuda o colaboración para la salud financiera. Evidentemente si alguien no se alinea a sus órdenes o, peor aún, toma alguna decisión, se molesta profundamente.
3) El banquero: exige explicaciones de cada gasto, pero él no explica en qué gasta, hay que ahorrar pregona, pero solo él sabe cuáles son los objetivos del ahorro, pues no comparte sus metas con la familia.
4) Controlador: controlar los gastos es bueno, así como el orden y la disciplina en la administración de los ingresos. Pero en extremo esto puede ser dañino, en especial cuando se crea un ambiente tenso en el hogar.
5) Cajero automático: es terrible la sensación de que los hijos solo lo buscan a uno para pedir dinero, como si los padres fueran el cajero automático. Por otro lado, ¿por qué será que lo hacen? ¿Podría ser que la relación se haya reducido al ámbito del dinero? ¿Rendir cuentas de los gastos para poder continuar el siguiente mes se ha convertido en la única conversación?
6) El general: ¿quien gana el dinero tiene el poder? Entonces quien gana el dinero se convierte en general y los demás son de rango inferior. Esto socava la autoestima de los demás miembros de la familia, se pierde el respeto y gana el temor. Si no hago “tal cosa”, me castiga en el bolsillo, pues no me da el dinero que necesito para “tal otra cosa” que quiero o que es importante para mí.
Ups… ¿cómo lo cambio?
En primer lugar es fundamental reconocer que las personas valemos más allá del rol financiero, así identificar y valorar de manera abierta y constante aquellas virtudes de cada miembro destacando los motivos de orgullo, podrán evitar que la sensación sea de poder por el dinero, esa insana puja entre quien gana y quien gasta, o peor aún que suele darse cuando uno gana más que el otro.
Por otro lado, le sugiero prudencia con las expectativas, pues nadie puede cambiar a otra persona, solo uno puede cambiarse a sí mismo y para este caso será clave reconocer el problema y darle la dimensión real en el ámbito de la pareja.
Primero en pareja y luego con la familia, compartan, conversen y consensúen sobre las prioridades familiares así como sobre las micro y macrometas. Establezcan un cronograma para ir cumpliendo sus objetivos a corto, mediano y largo plazo.
Es importante reconocer que no somos eternos, cargar con la responsabilidad del 100% de los gastos y de la tranquilidad financiera futura de la familia puede ser una carga muy pesada para una persona. ¿Qué va a pasar si quien mantiene la casa de un día a otro desapareciera? Por eso, analicen otras fuentes de ingresos familiares, ya sean de un nuevo ingreso por parte del cónyuge que no está trabajando, o también identificar la creación y aumento de los ingresos pasivos.
Acuerden un pacto de no agresión y no interrupción al otro, antes incluso de iniciar una conversación franca y honesta sobre el dinero. Poder expresar al otro lo que nos preocupa o molesta forma parte crucial del fortalecimiento de la pareja. No guarde silencio sobre la actitud controladora que no le hace sentir a gusto, explique su sentimiento y cómo le agradaría ser tratado/a.
Evalúe lo que está perdiendo de diversión, alegría, comodidad o disfrute en familia al privarse de bienes o servicios que necesita o quiere, y que está en condiciones económicas de adquirir, pero sería “desprenderse” de parte dinero ahorrado. A veces la rentabilidad emocional de la familia es superior a la rentabilidad financiera y no nos percatamos de ello hasta que resulta muy tarde para reparar la pérdida.
Arriesgar una relación matrimonial o familiar por una obsesión de controlar todos los gastos resulta en una dolorosa y desagradable experiencia, y normalmente no se reconocen los síntomas a tiempo, no permita que esto le suceda.
Sigamos hablando de dinero, porque así aprendemos a manejarlo mejor.
Carga
Cargar con la responsabilidad del 100% de los gastos y de tranquilidad financiera futura de la familia puede ser una carga muy pesada.
Clave
Nadie puede cambiar a otra persona, solo uno puede cambiarse a sí mismo, y para este caso será clave reconocer el problema y darle la dimensión real.
Actitud
No guarde silencio sobre la actitud controladora que no le hace sentir a gusto, explique su sentimiento y cómo le agradaría ser tratado/a.
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