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Por otro lado, y al decir de Jefferson, uno de los padres de la nación norteamericana, todo sistema tiene una fuerza conservadora y otra renovadora; la fuerza de la juventud versus la prudencia de las canas. Es el equilibrio que debe existir en la balanza de los negocios, los acuerdos, los tratados, los contratos; en fin, en toda relación humana sensata. ¿Por qué menciono este concepto? Analicemos.
Hace unos días estuvimos discutiendo la democratización de un club en Ciudad del Este; no es un club cualquiera, es de propiedad de Itaipú y fue ideado para otorgar esparcimiento y actividad social a los empleados relacionados con dicha binacional. El mismo tiene 36 años y se denomina Club Social Área 1. El problema es que la Itaipú ya no quiere “bancar” el costoso mantenimiento de las casas, los espacios verdes, los centros sociales y otros patrimonios; por ello los está transfiriendo a la sociedad mediante la venta, cesión en comodato, donación o la creación de fundaciones. Para el efecto tiene que conformarse una entidad jurídica independiente que asuma la administración y el patrimonio en cuestión.
Responde, según mi criterio, a un achicamiento propio de la etapa de producción, muy diferente a la etapa dadivosa de la construcción. Habíamos referido en artículos anteriores que la deuda social que los grandes emprendimientos tienen con la sociedad, y consecuentemente su mitigación, se conoce con el término de “responsabilidad social”.
Si la deuda social de Itaipú está relacionada con la inundación de una gran superficie de monte o suelos agrológicamente considerados de primera y la castración de un gran río navegable como el Paraná. ¿Dónde está su compensación principal? Los ingenieros de 60 Hertz (los conservadores del statu quo) dirían: en los royalties y las obras sociales que intentaron minimizar estos impactos, como la creación de áreas protegidas, la franja boscosa de protección del embalse, la carretera que une Pdte. Franco con Hernandarias (apenas 15 km para compensar una exclusa de navegación), el antiguo Hospital Área 2, hoy Fundación Tesãi y los clubes sociales.
Recordemos que los famosos “gastos sociales” solo se iniciaron en el gobierno de Lula, coincidente con el de Nicanor Duarte Frutos ¿Y los años anteriores? En los años anteriores los “barones” de Itaipú se contentaron con la “supercarretera de seis pisos”, concepto acuñado debido al millonario costo de mantener terraplenada por casi dos décadas la ruta que unía Salto del Guairá con Pdte. Franco; además del dadivoso tratamiento “diferencial” que recibían empresas del entorno estronista y wasmosista. La política de los patacones de Mauá, utilizada en toda su expresión. El problema es que nuestros marqueses de Che’íro Kue y duques de Curuguaty no tenían ni la más pálida idea de lo que significa intereses nacionales, política de Estado o defensa de la soberanía nacional. Solo se preocupaban de la formación de una nueva casta, la casta y posterior dinastía de Itaipú. Ya le brindamos un artículo el 19/09/2008.
Sin embargo, los ingenieros de 50 Hertz tenemos otro concepto. El complejo hidroenergético de Itaipú, en partes iguales, pertenece a los pueblos paraguayo y brasileño; así como Yacyretá al nuestro y al argentino. Consecuentemente, la energía producida debe ser en la misma proporción, así como todos los beneficios obtenidos. Los Tratados lo dicen así. Ojalá también se gane 7 x 1 a los Ingenieros de 60 Hertz.
Lo lamentable en dichos tratados es que se cede lo más preciado de su producción, la energía, a precio de costo; y como compensación a este miserable acuerdo entre dictadores, se nos otorga unas migajas conocidas como “compensación por energía cedida”. Estas migajas de Itaipú se manipularon, con bombos y platillos, especialmente en el Congreso brasileño, solo cuando hubo gran presión social en el Paraguay.
El único cambio sustancial en 40 años de historia de entreguismo solo ocurrió luego de la alternancia política del 2008. Antes, nada. Los barones, marqueses y condes de Che’íro Kue y Curuguaty se contentaban con la danza de los siete velos, la “comida del rey” y las orgías de la corona. Al pueblo, pan y circo.
En la “nobleza” de Itaipú se incorporó, no hace mucho, una nueva casta: los “sindicalistas caviar”, que solo miran sus ombligos. El Contrato Colectivo es su nirvana, su salario es su dios Mammón (antigua divinidad asirio-caldea que representa al dinero) y la perpetuación de su clase, con la inclusión de hijos y nietos al cuadro propio, es su orgasmo social.
Muchos no saben que la esclavitud se abolió en 1865 en los EE.UU., con la presidencia de Abraham Lincoln; pero solo en 1947 se extirpó definitivamente el “voto ponderado”, es decir, cinco votos negros por cada voto blanco. En el Club Área 1, próximo a independizarse jurídicamente de Itaipú, hasta hoy luchan dos clases sociales. Por un lado, los marqueses, duques y condes de Che’íro Kue, Curuguaty y Pelotillehue (al decir de Pepo en Condorito) y, por otro, los paraguayos normales que estamos cansados de la exclusión social y política que tantos males ha traído a esta nación. Veremos si la razón prima. Por lo que sentimos hasta ahora, el directorio quiere democratizar y transparentar su administración en general.
Lamento
Lo lamentable en los Tratados de Itaipú y Yacyretá es que nuestro país cede lo más preciado de su producción: la energía, a precio de costo.
(*) Vicepresidente de la Sociedad de Ingenieros Liberales del Paraguay, SILP.