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El “sistema” está organizado por clanes, roscas y gavillas. Tienen especialidades y, consecuentemente, aplican la división del trabajo. La vieja estrategia del “divide y vencerás” o las artimañas de la intriga son sus mecanismos predilectos. Decía Goebbels, ministro de informaciones de Hitler: “Miente, miente, que algo quedará”. Por supuesto que la dádiva inmerecida a los sumisos, la villanía de colocar a los recaudadores en puestos claves y a las chismosas o sembradoras de lujuria en los pasillos, también forman parte de su plan.
Tal vez una de las secciones más macabras del sistema sea el Poder Judicial; en él se observa el límite de maldad al que puede llegar un ser humano, disfrazado de abogado, juez o fiscal. En este ambiente, donde el traje y la corbata es casi la segunda piel, se han copado todos los recovecos y los medios, inclusive la logias masónicas. Pero lo único que han logrado es vulgarizar la masonería; al decir de Ortega y Gasset, en lugar de jerarquizar a una élite del poder, lo han masificado.
En este antro todo tiene precio; existe una tabla de tarifas para ventas de medidas sustitutivas, acuerdos laborales, sobreseimientos y hasta de prestación de alimentos. Y los compradores van desde narcotraficantes, terroristas, evasores, embaucadores y caballos locos, hasta ladrones de gallinas. Las instancias solo sirven para encarecer las sentencias.
Otra covacha de perdición es la Aduana. Un viejo y buen fiscal anticorrupción, de aquellos que tienen la maldita costumbre de morir en vida, me decía: “En Ciudad del Este se maneja un comercio por valor de 12.000 a 20.000 millones de dólares americanos al año; es decir, una Itaipú por cada año fiscal”. Imagínese el lector un 10% de impuesto sobre estas cifras. Representaría cuatro veces el monto de las compensaciones cobradas por la famosa “cesión de energía” al Brasil. Y fíjese que todavía no hablamos del contrabando de drogas, cigarrillos, armas y otras herramientas del mal.
Mi ámbito es el energético. En él me formé, crecí, me multipliqué y estoy muriendo de a poco. Junto con el tema ambiental y el desarrollo, es el tema principal desde mi juventud; consecuentemente, he visto cada estrategia y cada táctica destinada al enriquecimiento ilícito. Algunas llegan al rango de “arte” por la finura de sus métodos. Por ejemplo, en Itaipú existe un sistema globalizado de gestión de compras, manejo administrativo y financiero, llamado SAP. El que conoce el SAP tiene un poder inmenso y puede atravesar, bien parado, cualquier administración, sea colorada, liberal o socialista.
El maestro del SAP puede encubrir, descubrir, esconder y “arreglar” cualquier cifra en verde. Es fácil esconder con este sistema una compra, una sobrefacturación, una obra fantasma, una empresa de portafolio… hasta un portaaviones. Y nuestros socios condóminos saben de esto, pero se ríen a escondidas. Ellos crearon esta herramienta que más sirve para formar vasallos y esconder el mal manejo de los señores feudales que les rinde pleitesía desde la margen derecha. El que revisa las cuentas en el SAP siempre las encontrará almidonado y planchado, pero pocas veces, lavado. Antes del SAP existían otros mecanismos, pero todos escondidos bajo siete llaves y siete muros. ¡Ni la Contraloría General de la República jamás pudo atravesarlos!
Otro mecanismo de disfraz y de escalar posiciones en la Itaipú es el sindicalismo. Desde la caída de la dictadura, con honrosas excepciones, ha formado muchos baroncitos, políticos y “profesionales” de cuarta. Hace unas semanas un grupo de ellos, liderados por un vitalicio del acomodo, formó una “coordinadora colorada”. La ley dice que el sindicalismo es incompatible con los cargos partidarios, pero para estos monjes negros, eso importa poco. Están en todas partes como las larvas del dengue; están en el reparto de cargos gerenciales, o pescando en los contratos de transporte (unos 7 millones de dólares anuales); participan además en la distribución de niveles salariales, en el ingreso de parientes como pasantes, como aprendices o como empleados del cuadro propio. Aseguran su generación y la de su prole, provengan estos de primeras, segundas o terceras nupcias.
Elucubran en las tinieblas mecanismos para doblar las rodillas de cualquier director, consejero y alto gerente de turno. A veces usan la lisonja falsa, las farras, las intrigas, el chantaje o las amenazas de huelgas; depende de las circunstancias. Cuentan de un famoso director, muy amigo de los tragos, filmado en avanzado estado de embriaguez. El resto de su período administrativo fue cautivo de dicho “desliz” y, como nadie quiere salir en el ciberespacio en medio de una orgía, aguantó el chantaje hasta incendiar su gestión.
Sin embargo, en el Paraguay nadie pierde ni gana fama; podemos denunciar formalmente, con nombre y apellido, las negligencias, los latrocinios, el cohecho, el abuso, pero nadie pagará un ápice de su deuda criminal, y menos aún, su deuda ética o moral. Al contrario, los pusilánimes seguirán permitiendo negligencias, los pillos seguirán encubriendo negociados y los cobardes seguirán mudos.
Hechas estas aclaraciones, felicito a los que tienen el coraje de denunciar y rechazar las ganancias rápidas, e insto a los compañeros nuevos que están ingresando en esta gran empresa llamada Itaipú a seguir la senda larga, estrecha y escabrosa. Es la que lleva al bien común. Termino estos pensamientos con palabras eternas: “Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1ª Epístola de Pedro 5,8); pero, “para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1ª Epístola de Juan 3,8).
Maldad
Tal vez una de las secciones más macabras del sistema sea el Poder Judicial; en él se observa el límite de maldad al que llega un ser humano...
SAP
En Itaipú existe un sistema globalizado de gestión de compras, manejo administrativo y financiero, llamado SAP. El que conoce el SAP tiene un poder inmenso.
* Presidente de la Sociedad de Ingenieros Liberales, filial Alto Paraná.