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La verdad, la equidad (no la igualdad, salvo en espíritu) y otras virtudes, a su vez, se alojan en la razón; la parte inmortal del hombre. No pueden estar separadas de la lógica. Es el sentido común que nos guía en los actos cotidianos sin una enseñanza profunda, sin un análisis matemático, sin ínfulas filosóficas, ni sesgadas por las apetencias de la carne. Una cuestión es buena o es mala, individual o colectivamente. Así de sencillo.
Esto a su vez tiene mucho que ver con la libertad y el concepto del bien y del mal que el propio Dios nos insufló en la Creación, al inicio de los tiempos. Por lo menos así concebimos los que creemos en Él.
Una vez aclarados estos conceptos, continuemos el análisis de la equidad, tan mezquina en nuestras relaciones internacionales, especialmente en el propio Mercosur. Por ello pretendemos insistir sobre una relación comercial antigua, la energética. Vayamos pues de lo general a lo particular, y revisemos las relaciones con el Brasil, nuestro socio condómino en la Itaipú Binacional. Aprovechamos la reciente visita de dos ministros brasileños.
Todos sabemos que nuestras relaciones históricas con el Brasil fueron siempre azarosas, conflictivas y en franca desventaja para el Paraguay. El antiguo imperio del Brasil, desde tiempos coloniales, ha hecho trizas de la equidad, amparado en su brillante “diplomacia” lusitana y la debilidad pos guerra del Paraguay. La estrategia de Itamaraty siempre se basó en dos mecanismos: los patacones y los cañones. La primera fue intentada infructuosamente en los primeros tiempos de la república independiente, bajo las administraciones de Rodríguez de Francia y los López. Fue contenida con dignidad y estoicismo. La segunda tuvo actuación desde los antiguos bandeirantes hasta las escaramuzas de Puerto Renato.
Bajo la “cuarentena” liberal no hubo mayores cambios; el límite territorial lo establecieron los “ganadores” de la Guerra; el río Paraná y las selvas paranaenses quedaron como una valla natural y al mismo tiempo geopolítica, contra la “marcha hacia el Pacífico”.
Pero estas vallas solamente atrasaron unas décadas; la intención jamás quedó desactivada. La dictadura estronista, bajo el concepto de “ocupación de espacio y desarrollo territorial” y una diplomacia pendular, cedió casi toda la franja del Paraná a los “brasiguayos” y a algunos generales y políticos de su entorno palaciego. Los agentes del imperio, aprovechando dicha coyuntura y usando la vieja política de los patacones (maletines) y apoyados por las bayonetas, iniciaron en Puerto Renato la mayor obra de hegemonía regional, la Itaipú Binacional.
Estas verdades históricas ya lo dijeron personas mucho más autorizadas que yo en las artes de la guerra y la diplomacia; es por ello que me limitaré a conceptos simples de equidad económica.
¿Por qué el Brasil no cede al Paraguay lo que por justicia y equidad nos corresponde? Sencillo, defiende sus intereses mejor que nosotros. La culpa es nuestra; los Estados defienden intereses y no emociones.
Es cierto que firmamos un “tratado” y que estos van sellados por el rígido término: “pacta sun servanda”. Pero no es menos cierto que el riquísimo caudal del Paraná, y su producto principal, la energía eléctrica, se ha dividido durante cuarenta años con una miserable inequidad, orillando la iniquidad. Es fácil calcular lo antedicho: 90% de una energía limpia para el Brasil y 10% para el Paraguay, a precios de costo y humillados por unas regalías por “cesión”, similares a un mendrugo repartido en el largo plazo. Observe el lector que todavía no hablamos del negocio financiero, el principal, a mi humilde entender, así como la de Jeffrey Sachs.
Es por ello que seguiremos reverenciando la única postura digna que tuvimos en 40 años, la reclamación oficial, vía Cancillería, de los seis puntos de inequidad en el tratado: la deuda, la terminación de la esclusa de navegación, la paridad y cogestión, la transparencia, el precio justo y la posibilidad de venta a terceros. Estos seis puntos fueron asentados en el acuerdo presidencial Lugo – Lula, y tuvieron un avance significativo, especialmente en la construcción de la línea de 500 KV y la triplicación del monto recibido por la “cesión” de energía. Pero es totalmente insuficientes.
Son insuficientes y más bien dilatorios. Si tuviésemos una pizca de dignidad, no habríamos aceptado el retorno al Mercosur sin revisar estas cuestiones. Estoy seguro de que Brasil no haría lo mismo con la Argentina, y mucho menos con Chile. Lo hizo con el gas boliviano por mucho tiempo, pero Evo Morales se sacudió y nos demostró que la soberanía no es una utopía.
La dignidad, lastimosamente, no la hemos tenido como gobierno, seguramente la tendremos alguna vez como Estado, pero nunca lo perderemos como nación. Que quede claro que aún existimos paraguayos que reclamaremos hasta el final de nuestros días, hasta nuestro último suspiro, una verdadera soberanía sobre nuestros recursos naturales.
Es el gran acto de equidad que aún falta al Brasil para liderar con nobleza a Latinoamérica; es la grandeza de espíritu que la diferencia de otros como los Estados Unidos de América, Inglaterra y la propia ex URSS.
EE.UU. cedió el Canal de Panamá a su dueño legítimo. Inglaterra cedió Hong Kong a su dueño natural y la propia URSS permitió, bajo la batuta de un gran líder, la perestroika; es decir, el retorno de la libertad y autodeterminación a las antiguas naciones que la conformaban.
No decimos nada nuevo, solo anhelamos con todo el corazón, con toda la mente y con toda el alma, la implantación de la equidad en la Itaipú Binacional. Es por ello que concluimos, una vez más, con esta máxima del rey David que hoy dedicamos a la Sra. Presidenta del Brasil, con todo respeto: “Fui joven y ya soy viejo, pero no he visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando pan”.
(*) Magister en Planificación y Conducción Estratégica Nacional, IAEE.