La marcha de la economía sin mayores cambios

Al cierre del primer semestre de 2016 la economía paraguaya presenta sólidos fundamentos macroeconómicos, con un crecimiento similar al del año pasado. Sin embargo, persisten los problemas estructurales de la escasa diversificación de la producción, la desigual distribución del ingreso, el débil desarrollo institucional, la limitada capacidad de gestión pública y el alto nivel de pobreza.

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A pesar de la difícil situación económica regional, el Producto Interno Bruto (PIB) del Paraguay volvería a crecer este año en alrededor de 3%, como en el 2015, pero por debajo su crecimiento potencial de 5%. La buena cosecha de la soja y el repunte de su precio, la expansión de la actividad ganadera, el incremento de la producción de energía y el aumento de las inversiones públicas permitirán mantener el nivel de crecimiento en un escenario de fuerte retracción económica del Brasil, del orden de -3%, principal socio comercial de nuestro país.

En contraste con el buen desempeño de la actividad económica, la distribución del ingreso sigue siendo muy desigual debido a la estructura productiva basada en grandes explotaciones agropecuarias y a la escasa contribución de las políticas públicas, principalmente de la política fiscal, para cerrar las brechas sociales.

El comportamiento de los precios sería consistente con el objetivo de la política monetaria de mantener la inflación dentro de la meta de 4,5% anual. El tipo de cambio seguiría reflejando el movimiento del mercado sin experimentar sobresaltos, con intervenciones del Banco Central para evitar la volatilidad cambiaria provocada por los choques externos, mientras los altos niveles de reservas internacionales continuarán garantizando la fortaleza de la política monetaria.

El balance fiscal cerraría con un saldo negativo de 1,5% del PIB, según el Presupuesto General de la Nación 2016. Pero la aceleración de las obras de infraestructura y el impulso fiscal que pretende contribuir con el crecimiento económico podrían provocar un déficit fiscal en torno a 1,8% del PIB como en 2015, excediendo por segundo año consecutivo los límites establecidos por la Ley de Responsabilidad Fiscal. También llama la atención el acelerado ritmo de endeudamiento con las emisiones de bonos para financiar las inversiones y, en parte, para pagar las deudas ya contraídas, sobre todo porque no se avizoran incrementos importantes en las recaudaciones de impuestos ni existen planes de aumentar los tributos.

El sector financiero mantiene su solidez y tasas de ganancia significativas, aunque menores que en el año pasado. El crédito continúa creciendo pero a un ritmo menor y la morosidad aumenta como resultado de la desaceleración de la economía. Los atrasos de pagos obligan a las instituciones financieras a facilitar planes de reestructuración o refinanciación de las deudas.

Mientras tanto, la debilidad institucional del Estado y la escasa capacidad de gestión pública podrían configuran una amenaza, tanto para el incremento de las inversiones extranjeras directas como para la aceleración de las inversiones en obras públicas.

En el ámbito social la situación es más compleja y delicada. Las políticas universales de salud y educación muestran fuertes restricciones y baja calidad que repercuten en la población más pobre. Los centros asistenciales de salud frecuentemente carecen de medicamentos básicos y las unidades primarias de la salud se han debilitado. Las obras de infraestructura y la dotación de mobiliarios de las escuelas públicas muestran falencias y crecientes deterioros a pesar la disponibilidad de recursos financieros. La provisión de alimentos para las escuelas es afectada a menudo por irregularidades administrativas y por el incumplimiento de las especificaciones técnicas.

Ha aumentado la cobertura de las transferencias monetarias condicionadas, de Tekoporã y de la pensión de adultos mayores, pero el nivel de pobreza sigue siendo alto (22,24%). La extrema pobreza rural no retrocede (17,93%) y segmentos importantes de la población siguen siendo vulnerables a la volatilidad de la economía.

La agricultura familiar campesina no muestra señales de recuperación con las políticas públicas vigentes. Ella se encuentra endeudada, afectada adversamente por el clima y presionada por el avance de los agronegocios. En consecuencia, la migración del campo a la ciudad continúa engrosando el sector informal urbano.

La retracción de la actividad comercial en las ciudades fronterizas con el Brasil ha causado el cierre de negocios y la pérdida de puestos de trabajo. El fomento de la maquila no se ha traducido en alta demanda de mano de obra y, hasta ahora, las políticas de desarrollo de las micro, pequeñas y medianas empresas no han sido efectivas para absorber la creciente oferta de la mano de obra en el mercado laboral.

En definitiva, la actividad económica en 2016 será similar a la de 2015, pero con mayor deterioro social.

* Exministro de Hacienda

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