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Desde que se gatilló la crisis con la quiebra de Lehman Brothers, una de las principales políticas que se activó fue la monetaria, donde los Bancos Centrales son los que tienen el mandato para ejecutarla. De esta manera, en los países industrializados, la autoridad monetaria aplicó una política no convencional, al bajar las tasas de interés de corto plazo para situarla cercana a cero o incluso por debajo. Además, dado el riesgo de deflación (caída en el nivel de precios), compraron activos de gobierno y privados para bajar el costo de endeudamiento de los hogares; otorgaron préstamos a otros bancos e instituciones financieras (provisión de liquidez) y compraron bonos del gobierno sobre todo en Estados Unidos, Reino Unido, Euro zona y Japón.
Este último elemento es el llamado quantitative easing (relajamiento monetario), programa de estímulo a través del cual los Bancos Centrales expandieron sus hojas de balance al invertir en deuda pública. Este aumento en la demanda de títulos públicos genera que su precio se incremente, mientras su rentabilidad disminuye, lo que, a su vez, contribuye para seguir reduciendo las tasas de interés a largo plazo y reduce el costo de financiamiento del Gobierno.
Además, cabe señalar que cuando aumenta el precio de la deuda pública, el de otros activos con mayor riesgo, como acciones, se abarata en términos relativos haciéndolo atractivo. Lo cual permite que tanto las empresas privadas se puedan financiar a menor costo, como que los agentes económicos puedan invertir en activos más rentables que los bonos del Tesoro.
En esta dinámica, el Banco Central incluso asumió la compra de activos tóxicos (otros activos garantizados por préstamos hipotecarios), con la finalidad de dotar al mercado con la liquidez necesaria para no profundizar la recesión económica, con los consecuentes efectos adversos sobre inversión y consumo, entre otros.
Durante este período se confirmó la importancia de las políticas macroprudenciales, que consisten en hacer seguimiento del sistema financiero, para identificar riesgos y vulnerabilidades. Cabe señalar que estas políticas deben estar en coordinación con la monetaria, más aún si se persiguen objetivos de estabilidad de precios, de producto y financiera. De hecho, si la política macroprudencial se implementa para contener una burbuja crediticia, ese bajo nivel de crédito puede disminuir el crecimiento de la demanda agregada, lo que hace necesaria una política monetaria más laxa que motorice la demanda, de allí, la necesidad de la mencionada coordinación entre ambas.
Finalmente, la crisis financiera mundial le otorgó un papel preponderante a la política fiscal, ya que al observarse los límites de la política monetaria se hacía necesaria la intervención del Estado. Por tanto, se evidenció la importancia de que los países tengan finanzas públicas equilibradas y un nivel de deuda sostenible, de forma que tengan margen de expansión en períodos de crisis.
En esta entrega MF Economía busca resaltar las potencialidades de la política monetaria, al mostrar su accionar durante la crisis financiera de 2008. También se presentan los mecanismos con los que cuenta el Emisor para estimular la actividad económica, se hace una descripción de la situación actual y se proponen algunas medidas para contribuir a la reactivación económica.