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Actualmente las cadenas de valor de algunos rubros específicos como la soja, el maíz, el arroz y el trigo se han convertido en variables sensibles para la macroeconomía, por la relevancia que tienen en distintos subsectores.
En efecto, hasta hoy el desempeño económico del país puede medirse en función al comportamiento anual de los rubros agrícolas citados.
Además, no debe olvidarse que el desempeño de la agricultura se encuentra directamente relacionado al clima, específicamente a las precipitaciones y a la temperatura. Tradicionalmente los cultivos más importantes del país son de verano, es decir, se cultivan en primavera y se cosechan en las últimas semanas del verano (algodón, antes; sésamo y soja, actualmente).
Por lo general, si existen condiciones climáticas favorables, las cosechas son más que satisfactorias, generando un efecto positivo en el Producto Interno Bruto (PIB) sectorial que, por su relevancia, termina trasladándose al PIB total. Por el contrario, una sequía provoca una disminución sensible en el volumen producido y afecta a todos los eslabones de la cadena. Una premisa sencilla parece explicar, al menos en parte y a grandes rasgos, la marcha de la economía del país: buenas precipitaciones dan lugar a buena cosecha y éstas a un crecimiento del PIB.
Precipitaciones por encima del promedio
La pasada campaña agrícola, que se inició en setiembre de 2016 y culminó en febrero de 2017, se caracterizó por precipitaciones por encima del promedio, con un impacto muy positivo sobre la producción, específicamente en el cultivo más relevante para la economía del país: la soja.
En este sentido, se registraron más de 10 millones de toneladas producidas, que además de constituir el récord histórico de producción, apalancará de forma significativa el crecimiento del PIB del presente año, asegurando la dinamización de los diferentes eslabones de la cadena.
Uno de los sectores más beneficiados del repunte productivo ha sido el financiero, debido al alto endeudamiento que los agricultores arrastraban desde la caída de precios de los commodities agrícolas.
En todo este contexto no puede dejar de mencionarse a los dos rubros que acompañan a la soja en el modelo de la agricultura tecnificada, el maíz y el trigo, cultivos que no han mostrado un comportamiento positivo en cuanto a producción.
En el caso del maíz y del trigo, los precios internacionales y específicamente los del mercado brasileño, que representa el destino principal de estos productos, se han mantenido relativamente bajos, trasladándose a los márgenes del productor que han sido muy bajos y no han generado los incentivos necesarios para una expansión o aplicación de paquetes de alta tecnología en los mismos. Así se explica la disminución del área de siembra del maíz, que se redujo de un millón de hectáreas a solo la mitad, a lo cual debe agregarse un rendimiento por hectárea de 4,5 toneladas, lo que no es poco, pero está lejos de los mejores años.
Por el lado del trigo, el cultivo se vio afectado por fuertes heladas que redujeron la productividad en un 22%, a lo que debe agregarse una disminución de la superficie sembrada por la menor rentabilidad del cultivo.
Ganancias en soja
Al igual que en zafras pasadas, solo la soja permitió al agricultor obtener ganancias significativas, razón por la cual posteriormente a la cosecha de soja muchos agricultores optaron nuevamente en la zafra que se inicia por sembrar soja, lo que se conoce como soja zafriña, cuya superficie de cultivo volvió a ser importante, debido no solo al desaliento que generan los bajos precios internacionales del maíz, sino que también a que el retraso en la cosecha sojera llevó a que en ciertas zonas se hiciera tarde para sembrar maíz por el riesgo de que llegue el invierno antes de alcanzar el desarrollo suficiente. Todo esto a pesar de que la práctica de producir soja sobre soja no es recomendada por los técnicos, dado que va en contra del sistema de rotación de suelos, facilitando la aparición de plagas y dejando al suelo con bajos niveles de nutrientes.
Considerando todo esto, el negocio agrícola se vuelve mucho más dependiente de un solo rubro y por lo tanto los niveles de riesgo e incertidumbre también son más elevados.
Tendencias y expectativas para zafra agrícola 2017-2018
La campaña agrícola que acaba de iniciarse con la siembra de soja y de sésamo, los cultivos más significativos de la agricultura tecnificada y de la agricultura familiar campesina, merece una atención especial, puesto que en la misma radica una parte importante del desempeño económico del año 2018, porque la cosecha de los diferentes cultivos incidirá directamente en los distintos sectores de la economía.
Una vez más el factor climático resulta, si no determinante, al menos de gran influencia. En este sentido se recuerda que el patrón climático de la última década fue la ocurrencia de sequías cada dos o tres años, aproximadamente.
La ultima sequía asociada al fenómeno climático de La Niña ocurrió en 2012, por lo tanto es de esperarse que próximamente se produzca una situación similar. Sin embargo, los reportes y pronósticos meteorológicos indican para los siguientes meses precipitaciones cercanas al promedio histórico, es decir, no se avizora una sequía, aunque la variabilidad climática, la distribución de las precipitaciones y sobre todo las tormentas severas no ayudan a que los cultivos logren la totalidad de su potencial productivo.
Expansión de área cultivada
En soja se estima una expansión del área cultivada de 3%, manteniendo el ritmo de los últimos años. En cuanto a la producción, se calcula que la misma será de 9,6 millones de toneladas, inferior a las 10,6 millones de toneladas del 2017. Este déficit en la generación de soja incidiría a la baja del PIB agrícola y en el resto de la economía, debido a la disminución de la productividad, que pasa de 3,1 a 2,8 toneladas por hectárea.
En otras palabras, se requerirían idealmente de alrededor de 360.000 hectáreas suplementarias para llegar a las 10,6 millones toneladas de soja producidas en la zafra pasada. Existen, sin embargo, otros mecanismos para asegurar niveles superiores de producción, como la instalación de sistemas de riego, además de incrementar la producción en los años buenos, amortigua y sostiene en los años malos.
En este contexto debe comprenderse el rol de la industria procesadora de soja para la elaboración de aceite y harina. Las agroindustrias tienen una capacidad de molienda anual de alrededor de 4,5 millones de toneladas, es decir, aproximadamente la mitad de la producción de soja del país. Para el maíz y el trigo las perspectivas no son muy diferentes a las zafras anteriores. Se estima que la superficie cultivada de maíz se mantendrá en torno a las 500.000 hectáreas, con una productividad levemente superior a la del ciclo anterior, pero este aumento no parece ser muy significativo.
En tanto que para el trigo se calcula una disminución del área sembrada pasando de 430.000 a solo 350.000 hectáreas cultivadas, con un rendimiento levemente superior al de la zafra pasada. En resumen, solo la soja parece ofrecer oportunidades de rentabilidad a los productores, dependiendo de la distribución y volúmenes de precipitaciones en las diferentes zonas productivas.
Sésamo recobra impulso
Mientras que por el lado de la agricultura familiar campesina el lanzamiento de la campaña del sésamo tiende a expandir el área cultivada luego de un año de clara retracción del rubro, debido a la débil presencia de las empresas que lideran la cadena, así como a los problemas de calidad en el mercado japonés.
El anuncio de precios muy superiores al ciclo pasado, de G. 3.500 a G. 5.000 por kg, tiene como objetivo motivar a los agricultores familiares a que retomen este rubro. Se estima que al menos 30.000 hectáreas serán sembradas que, con rendimiento de 700 kilos por hectárea, generaría una producción de más de 20 toneladas. Este rubro es clave para la economía campesina puesto que permitirá inyectar más de US$ 15 millones, siempre que se den las condiciones ideales de producción.
El desempeño del cultivo de sésamo será crucial para la economía campesina, ya que en varias regiones, especialmente en los departamentos de Concepción, San Pedro e Itapúa, este rubro representa la principal y a veces única fuente de ingresos monetarios de las familias, que podría terminar incidiendo en el aumento o descenso de los niveles de pobreza.
Finalmente, aunque no se esperen resultados extraordinarios en términos de volumen cosechado, al menos no se prevén escenarios negativos para los rubros más importantes, aunque la variabilidad climática puede afectar los pronósticos de producción.
Y a todo lo mencionado anteriormente se le debe sumar que todavía quedan varios desafíos para reducir las fuertes oscilaciones del PIB agrícola, mediante la intensificación productiva, así como la disponibilidad de créditos de contingencia que ayuden a recuperar el dinamismo económico en los años de sequía o de problemas productivos relacionados a fenómenos climáticos.