Cargando...
Por lejos hubiera ganado el Nobel de Economía. De hecho su discípulo F. Hayek lo logró; pero no fue comprendido durante años en los que estuvo fuera de los ámbitos académicos que promovían otras enseñanzas e ideas y, sobre todo, porque Mises no se adscribía en la línea expuesta de los economistas matemáticos. Su intransigente defensa de la libertad hizo que no le dieran clases en la universidad, en la enseñanza que tanto amaba. Radiado de la academia, sin embargo, como un coloso pronto demolió todas las falsedades de los arrogantes intelectuales, técnicos y burócratas, que deseaban y siguen deseando dirigir la vida de la gente.
Y lo logró. Von Mises manifestó mucho antes de ponerse en práctica, que el socialismo era una imposibilidad lógica e intelectual y que fracasaría inexorablemente, como en efecto sucedió. El socialismo, decía, es incapaz de resolver el problema del cálculo económico. Un gobierno socialista no sabe cómo distribuir el trabajo, el capital, la tierra y otros factores de producción, de modo de obtener ventajas para los individuos y la sociedad en su conjunto.
Y no se trata solo de buena voluntad, porque el socialismo, al desconocer la propiedad privada, descarta al individuo, desecha la formación de los precios y hace imposible, por ende, el cálculo económico.
Dijo: “Cada uno, por su propio interés, debe participar vigorosamente en la batalla intelectual. Nadie debe permanecer indiferente del resultado de esa lucha”.
El eminente pensador francés Jacques Rueff dijo de él: “Aquellos que lo oyeron a menudo se asombraban de verse llevados por la fuerza de su razonamiento hasta límites a los cuales, debido a la timidez propia de la naturaleza humana, nunca habrían osado llegar”.
Sea este mi breve y sincero homenaje al maestro de maestros, que si se le hubiera hecho caso en su momento, innumerables muertes se habrían evitado, porque fue Mises el que con sus ideas derribó al mismo muro de Berlín.