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Cuando un sistema antepone la seguridad por encima de la libertad, es hora de ponerse en posición de alerta. ¡Nada es más grande que la libertad! Libertad de elegir a mis representantes, libertad de pensar, de opinar, libertad de entrar y salir del país. En fin, libertad en la economía y hasta para adorar al Dios verdadero o a dioses ajenos que nos encadenan.
Estamos saliendo de tiempos difíciles en los que la impronta fue la exclusión social y política. Ojalá cambie esa realidad; los idealistas tenemos un grave defecto, la esperanza y el optimismo. Pero el pueblo tiene derecho a desconfiar de un período que nos dejó al narcotráfico instalado como un poder de facto. Antes eran las corporaciones sojeras, ganaderas, de la industria y el comercio local. Hoy, la cocaína y la marihuana han sustituido con creces los ingresos por las exportaciones de commodities y de la triangulación comercial en las tres fronteras. ¡Qué poderosos son estos estupefacientes que, al mismo tiempo de crear grandes fortunas, anestesió nuestra conciencia nacional!
Pero vayamos al tema central. Las tarifas de Itaipú y Yacyretá siempre estarán en el debate energético. Hemos demostrado durante varios domingos que existe una interpretación sesgada del propio Tratado; por un lado, para favorecer a nuestro gigante socio condómino y, por el otro, para que nuestro buque insignia de la electricidad, la ANDE, siga sobreviviendo.
En algunas discusiones que tuve con ingenieros de 60 Hertz, han pretendido convencerme de que la tierra es cuadrada, que somos un país muy rico, desarrollado y que la Itaipú fue una de las causas de nuestra prosperidad. Incluso han sugerido que los que pensamos diferentes no estamos en condiciones ni siquiera de modelar una tarifa. Menos mal han venido, de afuera, a investigar personalidades de universidades prestigiosas como Harvard y Columbia, EE.UU., a corroborar nuestros resultados locales. Jeffrey Sachs y Miguel Carter, científicos y asesores internacionales, son algunos de ellos. A nivel local venimos diciendo lo mismo hace décadas; cifras más, cifras menos, los resultados son idénticos: la ecuación de la inequidad en Itaipú.
También nos hemos formulado cientos de veces esta pregunta: ¿Cuánta riqueza generó la Itaipú? o, dicho de otra manera: ¿Cuánto perdimos en nuestros negocios energéticos al ceder en lugar de vender? La respuesta siempre fue y será la misma: mucho dinero. El técnico de 60 Hertz dirá que solo ganamos, que “solo pusimos el agua”, que existía un peligro inminente de guerra por los Saltos del Guairá, que “antes no teníamos nada, ahora tenemos un patrimonio evaluado en más de 50.000 millones de dólares”. En fin, dirán tantas barbaridades como lo vienen haciendo desde hace 45 años. Y nuestra posición siempre será la misma: ¡Basta de entreguismo y claudicación! Jamás aceptarán que los lucros cesantes y los costos de oportunidad afectaron a nuestro propio Producto Interno Bruto nacional (PIB).
¿Quiénes son los verdaderos legionarios? También hemos publicado un listado de todos los directores que pasaron por esta empresa. Tienen nombre y apellido. Algunos colorados quedaron con buen nombre y prestigio: Federico Zayas, ex DGP y Julio César Frutos, consejero que había acuñado la famosa oración que le costó el cargo en tan solo una reunión: “No hemos venido a tomar champagne y comer bocaditos cada tres meses, hemos venido a ejercer nuestra autoridad”.
Desde estas dos personas mi memoria se resiste a recordar a otras. El Dr. Mateo Balmelli tuvo sus luces y sombras. Elevó a la Fiscalía de Delitos Económicos varias denuncias e intentó despolitizar la Itaipú. El economista Gustavo Codas tuvo mucha sensibilidad social, además de ser un actor preponderante para la firma del Acuerdo Lugo-Lula, junto con Ricardo Canese y Efraín Enríquez Gamón. Todos éstos en el mismo período presidencial. Lastimosamente no tengo tan buenas referencia de Franklin Boccia y su directorio, manejado por una senadora regional. A partir de ese directorio se declaró so’o un tema trascendental en nuestro país: el reclamo de nuestra soberanía energética. La Cajubi comenzó un sendero tenebroso en esa época, lo que está desembocando en la infame posibilidad de jubilación de directores y consejeros en tan tres años. ¡Los mejores asalariados del país!
Para poner un ejemplo y no herir susceptibilidades, expongo el mío: Con más de 39 años relacionados con la Itaipú; habiendo ingresado por concurso en 1979 y con una salida forzada de cinco años, fui terriblemente perjudicado en mi jubilación. Si hoy lo hiciese no llegaría ni al 60% de lo que debería recibir. Y esto se agrava, habiendo sido socio fundador en mi primera etapa y aportando actualmente mi “indemnización actuarial”, por haberlo perdido.
Ellos lo harán con cifras millonarias. Además, existe una injusticia distributiva que lo hago pública, más como pregunta que como juicio: ¿Por cuanto aportan dichos ejecutivos al IPS? ¿Lo hacen por su salario de la tabla máxima de Itaipú, 75 C, o por sus salarios publicados en el sistema?
Sería interesante saber la posición oficial de la Subsecretaría de Estado de Tributación y del sistema previsional, el IPS. Si la respuesta es la equidad y la igualdad ante la ley de todos los trabajadores, estaré conforme.
(*) Exsuperintendente de energías renovables de IB, Vicepresidente de la Sociedad de Ingenieros Liberales del PY, SILP.