¿Hay una burbuja inmobiliaria?

¡No puede ser... un departamento en Asunción vale lo mismo que en Miami! Hemos escuchado tantas veces esta afirmación que bien vale la pena analizar un mercado tan pujante como inverosímil. Y la pregunta que surge de inmediato es: ¿Será que hay una burbuja inmobiliaria?

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Empecemos analizando qué es una burbuja. El primer antecedente es el de los bulbos de orquídeas de la Holanda del siglo XVII. Resulta que a falta de otro entretenimiento, las clases altas de ese país coleccionaban orquídeas que exhibían en sus ampulosos jardines. Por los ciclos de producción y la importante demanda, se creó un mercado a futuro llegando a pagarse por un bulbo muy exótico el equivalente a una importante casa de dos plantas de la época.

Dicen que unos jóvenes herederos, descuidados por los intereses de su padre recientemente fallecido, liquidaron sus derechos a muy bajo precio, asustando al mercado y provocando una corrida que provocó cientos de quiebras.

¿Estamos en un caso similar? No, ni por asomo.

Otro ejemplo de burbuja se produjo en el 2008, cuando quiebra Lheman Brothers, una sociedad de inversión, provocando el desplome de casi todo el sistema financiero mundial. Antes de declarar la quiebra, Lehman Brothers era el cuarto banco de inversión más grande de Estados Unidos (tras Goldman Sachs, Morgan Stanley y Merrill Lynch) y tenía 680.000 millones de dólares estadounidenses en activos. La burbuja se había producido básicamente por las sumas extraordinarias de dinero provenientes, especialmente, del milagro chino, que inundaron EE.UU. El relajo de los controles y la astucia de los bancos y sociedades de inversión, que supieron burlar todas las normas al mejor estilo latinoamericano, crearon una burbuja que sumió al mundo entero en una crisis sin precedentes.

¿Estamos en un caso similar? No ni en broma.

¿Qué pasa entonces?

El Paraguay ha tenido en los últimos años un crecimiento muy importante, pasando de un Producto Interno Bruto (PIB) de US$ 10.000 millones hace 20 años a los US$ 40.000 millones actuales.

Semejante crecimiento producido a partir del negocio agroganadero y la maquila tuvo su efecto multiplicador en el comercio y los servicios, creándose una nueva clase de jóvenes con salarios poco frecuentes años atrás.

La estabilidad económica y la gran carencia de viviendas pusieron en marcha el círculo virtuoso de la construcción, ayudado por los créditos a largo plazo otorgados por la Agencia Financiera de Desarrollo (AFD) y la banca privada, que confiada en la estabilidad empezó a alargar los plazos de los préstamos.

El crecimiento de la demanda de viviendas provocó un aumento en los precios; eso funciona siempre así, pero en nuestro caso debemos considerar la incidencia del precio de los terrenos.

Como sabemos, una casa se compone de terreno y materiales de construcción, mano de obra y otros. Todos estos componentes son elásticos, es decir, si necesito más ladrillos el mercado fabrica más ladrillos. Algo así pasa con la mano de obra, pero no ocurre lo mismo con los terrenos cuya oferta es “ineslástica”, es decir no puede crecer.

En realidad, un terreno no tiene valor por sí mismo, sino por su ubicación, y esta depende de la cercanía a los centros urbanos y la disposición de infraestructura, tanto física como social (calles, escuelas), etc. Hay en nuestro país muchísimo territorio, pero muy poco conectado a través de autopistas o sistemas públicos de transporte, por lo que aquellos que sí lo tienen, valen mucho.

En síntesis, ¿hay burbuja inmobiliaria?

No tuvimos lluvia de dinero como los Estados Unidos ni tenemos reglas financieras tan laxas. Nuestra economía es tan pequeña aún, que por ejemplo, sin tener un mercado de hipotecas, mal podríamos abusar de ese mercado como hicieron los americanos.

Si la economía sigue a este ritmo, podemos decir que si bien hubo un amago de burbuja en 2009/2010, que duró un par de años, los precios empezaron a retrotraerse y hoy están un poco más razonables.

¿Puede valer lo mismo una casa aquí que en Miami?

Si el Paraguay no exportara soja ni sus derivados, ni ganado, y si no hubiera maquila, el dólar costaría G. 11.000 y las casas costarían la mitad en dólares, la mitad que en Miami.

(*) Dirigente cooperativo

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