Gestión del tiempo

El escritor y novelista inglés Cyril Northcote Parkinson escribió más de sesenta libros, sin embargo, el más famoso de ellos resultó ser su sátira sobre las instituciones burocráticas publicada en 1957 a la cual denominó Parkinson’s Law and other studies (Las leyes de Parkinson y otros estudios). En esta publicación, desarrolló afirmaciones basadas en la experiencia cotidiana, mediante las cuales, al tiempo de poner de manifiesto una determinada realidad, denunciaba la falta de eficiencia en el trabajo por una mala administración de los recursos y en particular del tiempo.

Cargando...

Parkinson escribió sobre temas diversos en este libro, desde cuestiones que van con el aumento de empleados que no condicen con el aumento de trabajo, o el aumento de procesos que no tienen un impacto de productividad en igual dimensión, así como situaciones comunes como la que describe la ocupación de los espacios vacíos: a que a medida que aumenta el tamaño de los estantes siempre hará falta más lugar.

En tu caso, ¿también es ley?

Las tres leyes fundamentales identificadas por Cyril Parkinson fueron:

Ley Nº 1: Ley de la dilación.

El trabajo se expande hasta llenar el tiempo del cual se dispone para su realización.

Ley Nº 2: Ley de la ocupación.

Los gastos aumentan hasta cubrir todos los ingresos.

Ley Nº 3: Ley de la trivialidad.

El tiempo dedicado a cualquier tema de la agenda es inversamente proporcional a su importancia.

Vamos a evaluar el alcance de la primera ley. ¿Cuál será el motivo por el cual dejamos todo para el último minuto? Siendo estudiante y teniendo un año para estudiar, será la madrugada anterior al examen el momento en el que intentamos alcanzar la lectura y comprensión de las 32 unidades que componen el temario y en ese momento, después de maldecir, nos decimos que si solo tuviéramos un día más de tiempo hubiéramos estado mejor preparados.

Esta actitud, luego se ve reflejada en el trabajo. Así, el arquitecto que dispone de dos meses para presentar su proyecto, recibirá el aire de inspiración creadora en los últimos días, pues cuando el tiempo le sobraba, cualquier motivo era válido para distraerse. ¿La justificación? Aludirá a la laguna mental del escritor, las ideas solo le vienen a la mente cuando la presión por la entrega es inminente, y así a última hora salen las mejores creaciones.

Sin embargo, en otras personas, el impacto es inverso, cuando disponen de poco tiempo para realizar la entrega de un trabajo, se bloquean al punto de no producir más nada, se abatatan, quedándose paralizadas ante el inminente desenlace de no cumplir adecuadamente en tiempo y forma el compromiso pactado.

Existe un término algo complicado para referirse al hábito de diferir los compromisos dejando todo para después, yendo en contra del sabio consejo de “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Esa palabra es procrastinación, que implica la postergación o posposición como la habitual acción de retrasar los pendientes sustituyendo esas tareas que deben ser atendidas por otras situaciones más irrelevantes o agradables.

Pero en ese caso estaríamos describiendo un trastorno del comportamiento que tiene como base la evasión de aquello que nos causa incomodidad; sin embargo, esto aumenta la sensación de malestar debido a la ansiedad que produce mantener una tarea pendiente de concluir. La acción que se pospone, probablemente sea percibida como abrumadora, desagradable, tediosa, aburrida o difícil, en otras palabras estresante y entonces como un mecanismo de defensa optamos por escondernos de ella posponiéndola a un futuro.

Cuando esto ocurre con la capacitación o incluso con los trabajos profesionales, hay que tener especial cuidado, pues podría lo importante quedar supeditado a lo urgente, convirtiéndonos en bomberos, apagando incendios todo el tiempo pero no avanzando, lo que a su vez genera nuevas sensaciones de malestar aumentando el estrés y la frustración por no alcanzar los resultados esperados o las metas propuestas.

Consecuencia visible de hábitos que no existen

La segunda ley nos mete el dedo en la llaga, convencidos de que si ganamos más estaríamos mejor y ya nos alcanzaría el dinero, pero cuando eso ocurre (por aumento de ingresos o por aguinaldo o premios) simplemente cada billete encuentra rápidamente una nueva ubicación.

Si pudiéramos describir a quienes tienen esta situación probablemente existan síntomas en común como no contar con un presupuesto mensual proyectado o no controlarlo, no tener definidas metas superiores (algo que realmente quieras alcanzar en un tiempo determinado), no compartir los objetivos personales que se desean lograr con su pareja o familia, entre otros.

A esto me refiero con las consecuencias negativas que sufrimos por no haber desarrollado tempranamente los hábitos de disciplina que necesitamos para controlar el uso del tiempo, del dinero y del espacio.

Así llegamos a la tercera ley, la que denuncia la trivialidad que ocupa parte de nuestras horas diarias impidiendo que avancemos y finiquitemos temas pendientes, asumamos acciones para cambiar una situación que nos está incomodando, tengamos esa conversación que siempre postergamos con el jefe o con nuestra pareja, y numerosas otras circunstancias que evadimos para no enfrentar la posibilidad de tener un resultado desfavorable.

Listar los temas pendientes, colocar un orden de prioridades, definir la proporción de tiempo que precisamos para cada punto, concretarlo y tachar aquellos concluidos. ¿Acaso podría haber otro sistema? No se trata de una ciencia oculta que solo algunos la dominan, se trata de nuestro día a día y del afán de conectarnos a cualquier distractor.

Así, buscamos aferrarnos a las redes sociales, estamos pendientes de algún mensaje en el celular o de que caiga algún email en la bandeja de entrada, nos levantamos para ir al baño o tomar un café más veces de las necesarias, intentamos chismosear con alguien, todo con tal de no enfrentar el avance inevitable hacia el logro de los temas diferidos hasta el último momento posible. Y allí, llega el estrés, la sensación de angustia y cansancio extremo, corriendo para terminar lo prometido, cuando en nuestro subconsciente está bien grabado que nos hemos perdido de invalorables momentos por quemarlos en trivialidades que al final del día ni los recordamos.

La peor consecuencia de estas leyes autoimpuestas está en que no nos sentimos satisfechos nunca, porque cuando tenemos pendientes, pero estamos “perdiendo el tiempo en trivialidades”, nos sentimos culpables, y cuando por fin nos concentramos en la tarea nos sentimos culpables por hacerlas sin la debida diligencia sabiendo que si le hubiéramos dedicado más tiempo hubiera tenido un mejor resultado. Incluso cuando lo concluido haya sido bueno, ¿cómo hubiera sido de maravilloso si le prestaba más atención en la ejecución?

Cuando hagas algo, hacelo convencido de que eso es lo mejor que podés hacer en ese momento, ponele pasión y buena voluntad, sea diversión o trabajo, enfócate y concéntrate en disfrutar de todo tu potencial, porque allí sentirás la recompensa interior de la satisfacción del logro.

Cabe destacar que ninguna de estas leyes está escrita en piedra, la forma en que estás actuando ahora no está grabada en tu ADN y no hay ninguna sola célula de tu cuerpo que determine que “sos” así, solo “estás siendo así” a raíz de las prácticas de accionar desarrolladas con las experiencias de vida.

Estos hábitos comunes describen el comportamiento humano de adaptación al confort, pero cuando tomamos consciencia del impacto de nuestras acciones podemos decidir e implementar cambios en nuestro actuar permitiendo, por ende, mejorar los resultados a través de una manera más eficiente de gestionar el tiempo y los demás recursos finitos que poseemos. Sigamos hablando de dinero, así aprendemos a manejarlo mejor.

gloria@ayalaperson.com.py

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...