Es ya el momento de tomarlo en serio o de dejarlo morir

Porque creo que es posible lo digo, incluso estoy dispuesto a discutir en el ambiente que fuere sobe el valor tiene el río Pilcomayo. Además, para mí tiene un valor sentimental, ya que mi querido padre Hilario Gómez, marino de profesión, trabajó mucho en esa zona (entró pobre y salió más pobre aún, hecho que cuento con enorme orgullo).

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El río Pilcomayo puede ser objeto de múltiples temas, desde lo heroico e histórico, porque cubre una extensa área defendida con heroísmo por nuestros compatriotas, de sus características únicas de ser de montaña y de llanura en un extenso recorrido en busca de un camino al mar, de ser un cementerio de especies silvestres debido principalmente a la desidia y robo escandaloso de autoridades que desde sus pulposos escritorios se apropian impunemente de los recursos destinados a obras parche de subsistencia.

No queremos aquí simplemente criticar a los vendepatria, ojalá alguna vez se pudran en el fango al que condenan a estos indefensos animales. Queremos sí acercar alguna sugerencia para no dejar morir este río, que, como se sabe, hoy ya ni de referencia de frontera segura puede ser utilizado.

De su característica, el río Pilcomayo es considerado uno de los ríos con mayor cantidad de transporte de sedimentos en el mundo, con una tasa media anual de 125 millones de toneladas. Esta particularidad constituye el rasgo natural por excelencia de la región. Recorriendo más de 1.000 km, desde los 5.500 m de altura en sus nacientes en Bolivia, hasta los 250 m en los alrededores de Misión La Paz, en territorio argentino.

En su cuenca alta el Pilcomayo es un río de montaña, que al abandonar los Andes en la ciudad de Villa Montes, entra en la planicie del Chaco, en dirección sureste, en sentido del flujo, extendiéndose unos 1.000 km hasta el río Paraguay (de los cuales 835 km son frontera entre Argentina y Paraguay). En este tramo se convierte en un río de llanura.

La cuenca del río Pilcomayo se extiende sobre tres países de Sudamérica: Argentina, Bolivia y Paraguay. El río Pilcomayo forma parte del sistema fluvial de la Cuenca del Plata. La distribución espacial es cuenca alta, media y baja de noroeste a sureste. Un 44% del área total de la cuenca se encuentra en Paraguay, el 31% en Bolivia y el 25% en Argentina.

Desde comienzos del siglo pasado los gobiernos de los tres países de la cuenca trataron de integrar esfuerzos a través de iniciativas como la conformación de la Comisión Mixta de trabajo, la suscripción de acuerdos y la solicitud de préstamos y proyectos de cooperación internacional, nada de los cuales resultó en algo positivo, al menos para el río.

Aquí nuestra primera sugerencia: acabar con todas estas comisiones que no sirven para nada y establecer un tratado trinacional con autonomía propia para obras y comercialización de todo lo creado y elaborado en un territorio definido alrededor del río.

A las autoridades establecidas en el tratado trinacional, que dicho sea de paso esté conformado por profesionales idóneos y patriotas, debe competir, por lo menos:

- Definición del trayecto definitivo del río en los tres países.

- Definición de un territorio trinacional, en ambos lados del río, para que sea usado como área de producción agrícola irrigada, entre otros.

- Proyectos de varias represas, con esclusas multifuncionales, la primera podría ser exclusivamente para retención y tratamiento de sedimentos, otras para irrigación de extensas áreas de cultivo, para instalación de minicentrales hidroeléctricas. Todos dentro de un amplio programa de preservación del medio ambiente.

- Aparte del área específica trinacional, incentivar actividades productivas de toda la cuenca, específicamente en cuestiones técnicas y económicas.

Para concluir, es importante recordar que el 60% de la población de la cuenca tiene ingresos que la ubican por debajo de la línea de pobreza de sus respectivos países. El 30% del total de esa población cae bajo la línea de pobreza extrema o indigencia. Es decir, salvar el Pilcomayo es también un deber moral y social de los gobiernos, pero salvarlo no debe significar pequeñas migajas, sino obras de envergaduras como lo aquí sugerido.

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