El sindicalismo en el Estado, un buen aliado del obscurantismo

El sindicalismo de la dictadura, liderado por el tristemente célebre Sotero Ledesma, no gozaba de ninguna afición de la parte oprimida del pueblo; al contrario, era motivo de burlas. El sindicalismo posdictadura ya no goza de la simpatía de nadie, y probablemente ni de los propios familiares de cerca de 270.000 empleados públicos, entre los cuales se incluye a policías, militares y diplomáticos.

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En Paraguay somos casi 7 millones de personas, mientras que los sindicatos del Estado “defienden” solamente a los trabajadores de algunas entidades. Esto no representa ni el 1,5% de la población. ¡Injusto desde donde se lo mire! Para colmo formaron entre siete a diez sindicatos por institución, aprovechando el concepto constitucional de la “libre asociación de las personas”. Luego se tornaron vitalicios y se apartaron del trabajo convencional, aquel que estableció Dios con la expresión: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”.

Esta mayoría gremial del Estado se formó únicamente para defender los intereses del funcionariado decadente de la famosa trilogía: FF.AA., ANR y la AAPP. Cuando ocurrió el golpe del 89 se alinearon velozmente a la defensa del statu quo. Es por ello que hoy, ante cualquier manifestación de estas organizaciones, la opinión pública se torna impaciente. Digo esto por una carta del Sitrande enviada a este diario, despotricando contra los que piensan con libertad económica. La reacción en las redes sociales fue repulsiva.

El sindicalismo en el sector energético

Solo en Itaipú, empresa que conozco hace 37 años, existen siete sindicatos. El IPS tiene más de 10; Yacyretá cinco y la ANDE una similar cantidad. Formaron una “nomenklatura” vitalicia que solo defiende a una masa social acomodada. El discurso anual del presidente los describió de cuerpo completo. Lo triste es que estos no trabajan sin padrinos políticos. En el Congreso existen mecenas de todos los colores.

¡Jamás defendieron la soberanía energética! Solo formaron parte de una estrategia electoralista pasajera antes del 2008. Una vez lograda la transición política, rápidamente volvieron a la defensa del tejido adiposo. Esta pesada clientela político-sindical hizo la vista gorda ante la claudicación y el entreguismo en las binacionales, la inclusión de operadores y a la corrupción galopante. No creo que llegue a una decena la cantidad de las denuncias fiscales de los pocos sindicatos que afrontan la corrupción.

Si por ventura algún administrador logra reducir el clientelismo político y el parasitismo sindical, afuera aguardaba un brigada de jueces dispuestos a reintegrarlos en sus puestos. La excusa siempre fue la misma: persecución sindical. Hoy muy pocos sindicalistas verdaderos sobreviven en el Estado; la mayoría son vulgares operadores políticos.

El sindicalismo en Paraguay, en general, solo mira su ombligo. Le interesa tres pepinos el bien común; le interesan un ápice la soberanía y los intereses del Estado. Si se desintegra el Sitrande y otros similares, nadie ¡pero absolutamente nadie! notará nada. No habrá menos robo de energía y tampoco mejorarán la calidad y eficiencia energética.

Como muchos de los reclamos sindicales se basan en las mamaderas perdidas, existe una especie de menoscabo en la identidad de la lucha social. Los líderes convencionales tocaron el nirvana con González Macchi y Nicanor. Hoy se creen trabajadores de sangre azul, una casta de brahmanes, una élite intocable. Alevosamente muchos de ellos insisten para trabajar menos horas, como los del Poder Judicial; pagar solo el 50% de las facturas, como los de la ANDE; o en ganar “presentismo”, como los de Yacyretá.

El sindicalismo y la producción

Los países que se industrializaron, se enriquecieron y prosperaron no tienen un ejército de abusadores sociales. Los sindicatos alemanes negocian con sus empresas casi con una relación cooperativa, los japoneses hacen “huelga” de sobreproducción. Sin embargo, los sindicatos cubanos, chinos y venezolanos, junto con su “guardia urbana”, forman los custodios de la “revolución” y no de los trabajadores.

Chávez-Maduro en Venezuela, los Kirchner en la Argentina, así como los del PT en el Brasil, son los productos de esta concepción estatista y retardataria. Por sus frutos los conocimos.

La mayoría de los sindicalistas de Itaipú se volvieron empresarios o ganaderos. Algunos tienen altos salarios y, para colmo, metieron a sus hijos y otros parientes al cuadro propio. Junto con los gerentes oportunistas formaron verdaderas castas y dinastías. Uno de ellos fue denunciado por sindicalistas del transporte por ser propietario de tres empresas de buses en el área metropolitana; sin embargo, se pasa viajando a Europa para asistir a “congresos de trabajadores”. La mayoría de ellos hace décadas que no alza ni un ladrillo, un lápiz o una hoja de papel.

El conjunto de ideas y valores que hacen al liberalismo económico fue duramente cuestionado por este híbrido social que apodaron sindicalismo. El liberalismo económico hoy, gracias a la demagogia sindical, es tomado despectivamente y se lo asocia directamente con privatizaciones y corrupción ¡Nada más lejano a la realidad! El estatismo, el sindicalismo y las “guardias urbanas” son los verdaderos progenitores de la corrupción estatal. Estos junto con los narcopolíticos han traído miseria y atraso a la región. El racionamiento de alimentos, jabones y papel higiénico en Cuba y Venezuela es producto de este cinismo social.

En el Paraguay es peor porque los que se adhieren al liberalismo lo hacen por tradición familiar y no por convencimiento doctrinario. Conscientes de la situación por la que atraviesa el ala política de esta doctrina económica-social, el presidente saliente del PLRA, Miguel Abdón Saguier, indicó que están haciendo un gran esfuerzo para imprimir una base doctrinaria al partido. “Reconozco que el partido tiene una crisis de fundamentos y varias son las causas: un electoralismo vacío, hueco y sin sustancia. Hay que recuperar la visión de los instrumentos intelectuales”, aseveró.

Apagón progresivo de líderes

Así como en el sector energético existe un verdadero apagón técnico, también en los partidos tradicionales existe un apagón intelectual. Alfredo Boccia, al referirse al PLRA, dijo: “Hasta la década de los 60 uno veía un gran contenido doctrinario... El Partido Liberal tenía dos características: los académicos eran quienes ocupaban altos cargos y la ciudadanía tenía la percepción de que los liberales eran más honestos que los colorados. En las convenciones de antaño uno podía escuchar discusiones ideológicas, ahora escuchamos bombas, batucadas y se impone el que grita más fuerte”, a lo que yo agrego el más pintoresco y carnavalesco.

Muchos dirán que hubo grandes líderes en el sector energético; algunos consideran a los ideólogos de la Itaipú entre ellos. No obstante, si vemos el balance económico global entre los países signatarios, el Paraguay y el Brasil, veremos un gran desequilibrio. La equidad no ha sido el factor común; la energía no se ha distribuido en partes iguales; nuestra soberanía ha sido vulnerada al no poder disponer libremente nuestra parte; las obras auxiliares, como la exclusa de navegación, ni se ha intentado construirlas; y, finalmente, el costo financiero de la obra no se compadece con la renta social obtenida en 32 años de producción ininterrumpida. Esperamos que pronto se enciendan las luces.

(*) Exsuperintendente de Energías Renovables de Itaipú.

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