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Descubrir estas respuestas puede ayudar a las pequeñas y medianas empresas a proyectar su crecimiento, así como a las empresas familiares a plantearse la sucesión y el ingreso de las nuevas generaciones.
De emprendedor a empresario
En Latinoamérica, muchas empresas familiares de origen local, surgieron hace unas dos o tres generaciones. En la historia de esas empresas el factor común es encontrar a un inmigrante como fundador, quien usualmente no tenía capital ni contaba con una gran preparación académica.
Entonces, probablemente lo que impulsó ese auge emprendedor hayan sido varias cosas:
La necesidad de generar ingresos para mantenerse a sí mismo y a su familia,
La visión de conocer servicios o comercios que funcionaban en su país de origen y que no existían aún en el mercado,
La capacidad de incorporar innovaciones a los productos o servicios existentes para satisfacer mejor las necesidades,
La voluntad de salir adelante a pesar de las adversidades como falta de capital, desconocimiento del idioma, ausencia de vínculos o contactos, adaptación al clima y cultura diferente, etc
La resiliencia como factor determinante que no les permitía retroceder.
En general, los emprendedores se distinguen por la pasión con la cual se entregan a su proyecto en cuerpo y alma para lograr sus objetivos. La pasión es un componente esencial que orienta al desarrollo de sus hábitos y actitudes ante las dificultades, pero por sobre todo le permite sobrevivir al sacrificio que requiere la empresa especialmente en la primera etapa.
Los objetivos del emprendimiento basados en la pasión del fundador pueden llevar al origen del negocio incluso sin buscar rentabilidad a corto plazo, especialmente cuando el emprendedor cuenta con el respaldo financiero de un entorno familiar, que le sostiene hasta que el propio negocio pueda llegar a ser rentable.
Pero volvamos a los inmigrantes por un momento, pues este es el caso de muchos emprendedores que actualmente se vuelcan a la apertura de sus negocios por necesidad de obtener el sustento económico para él y su familia, incluso superando adversidades que en otras circunstancias quizás no las hubiera aceptado. En este caso, necesitan generar ingresos para mantener a su familia y encontraron una actividad económica que ellos consideran que satisface las necesidades del mercado al que se dirigen.
Tener esto en claro en los primeros meses es importante, pero generalmente el dinero no resulta suficiente motivador, pues ante cualquier otra actividad que pueda realizar y que le ofrezca el mismo ingreso o mayor estabilidad, entonces abandonan su emprendimiento. Por ello, se recomienda tener en claro las metas a corto, mediano y largo plazo, esperando que el rédito económico llegue después como consecuencia de lo realizado y no como fin del emprendimiento.
Crecimiento desordenado
Cuando el emprendedor observa su negocio como “suyo y para él” probablemente su visión se encuentre limitada al corto plazo, pues estará buscando la satisfacción de sus metas (incluso financieras) sesgadas por sus intereses personales.
En cambio, si el emprendedor visualiza a mediano y largo plazo el crecimiento proyectado del emprendimiento, en búsqueda de satisfacer necesidades del mercado de manera sustentable (respeto a colaboradores, accionistas, medio ambiente, estado, rentabilidad y otros) es cuando puede definir que está iniciando una empresa y no solo “su” negocio.
Este no es un tema menor, para comprender la idea me atrevo a utilizar la siguiente metáfora. Sería como iniciar la construcción de la primera pieza de una futura casa, pero no contamos con el plano proyectado de la vivienda. Entonces, como no planificamos, al querer crecer y avanzar con la construcción de la casa, es posible que debamos demoler la pieza que construimos inicialmente.
En el proceso de crecimiento sin embargo, uno de los mayores inconvenientes radica en que el emprendedor desde el origen ha sido quien toma las decisiones y con el tiempo esto se agudiza, pues como van creciendo las necesidades también él se afianza en el rol de hombre orquesta quien todo lo resuelve.
Es común observar que para cuando la capacidad financiera de la organización, permite contratar más personas a nivel gerencial, se choca con una estructura dictatorial impuesta por el fundador, que incluso perjudicando a su organización, sigue asumiendo que la última palabra para todo debe ser la suya, sin percatarse que el ser irremplazable por su concentración de poder, en realidad está impidiendo que la empresa pueda crecer de manera sustentable.
Esto se puede observar fácilmente en un comercio próspero que no se atreve a crecer más o incluso se niega a abrir sucursales o agencias, pues el dueño debe estar presente en el negocio para que el mismo funcione, lo que señala claramente que no se cuenta con una estructura organizacional adecuada quizás porque él no confía en nadie más que en él mismo.
Este proceso de transformación del emprendedor a empresario, requiere institucionalizar procesos y formalizar metodologías. De esta forma, el dueño se convierte en director y puede controlar el cumplimiento de los objetivos para llegar a las metas y no desviarse de las estrategias previamente determinadas, lo que permite delegar la toma de decisiones operativas en otras personas.
La sustentabilidad de la organización requiere decisiones inteligentes, pero si el empresario es capaz de responderse a sí mismo una sola pregunta, con ello podrá definir el norte a seguir: ¿quiero que mi empresa me sobreviva? Sigamos hablando de dinero, así aprendemos a manejarlo mejor.
gloria@ayalaperson.com.py