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Podría señalar, sin temor a equivocarme, que gran parte de las deudas que tomamos son producto de la ostentación de bienes que realizamos por el placer que produce el mostrar a los demás lo que somos capaces de tener, con la ilusa sensación de que valemos por lo que poseemos.
Sentimientos encontrados
Cuando no nos valoramos suficientemente por quienes somos, reconociendo todas las metas que hemos alcanzado, perdemos la esperanza y motivación sobre aquellas que están por ser cumplidas. En ocasiones, este vacío se intenta llenar con cosas, por ello cuando una persona no se valora lo suficiente o no valora lo que tiene comienza a querer lo que otro tiene e incluso quiere ser lo que otro es.
Esta carrera por el tener incluso más que otros no tiene fin, pues siempre habrá otra persona que tenga más que uno. Quien sufre de baja estima precisa nivelar su valoración y busca la manera de hacerlo a través de los bienes que puede comprar, así cualquier plan financiero corre el riesgo de fracasar, pues se encuentra atrapado en la carrera de siempre conseguir más dinero para poder obtener lo que otros tienen.
Cada día es más fácil disfrutar hoy y pagar después, el esfuerzo de trabajar para lograr ingresos y a través del mismo poder ahorrar con el afán de adquirir algo, simplemente, parece haber pasado de moda. El disfrute inmediato de las compras se puede realizar a través de facilidades crediticias que abundan, pues se puede acceder a préstamos en efectivo o directamente al crédito de pagos en cuotas.
Por ello, manejar un límite saludable del nivel de endeudamiento depende de cada persona, quien establezca sus objetivos y prioridades podrá llevar un control adecuado y disfrutar de su capacidad de crédito sin mayores sobresaltos, utilizando las herramientas financieras para su propio beneficio.
Por otro lado, quien sufre de una baja estima es más vulnerable a sentimientos de envidia, por eso debe tener mayor cuidado en poder manejar sus reacciones, pues tendrá una mayor tendencia a perder el control de sus cuentas, pudiendo arriesgar su salud y libertad financiera por ir tras objetivos que apenas alcanzados, cambian por otros nuevos.
Esta peligrosa carrera de obtener satisfacción a través de las compras compulsivas no tiene forma alguna de terminar positivamente, pues destruye cada vez más a la persona y a su autoestima, cayendo en un espiral negativo de valoración. Además, las personas que no pueden manejar sus problemas de dinero en el presente precisan de un cambio de hábito importante para poder controlar sus cuentas en el futuro.
Señales
Si bien nadie va por el mundo reconociendo resentimientos, hay quienes pueden claramente identificar que no sienten felicidad cuando algún allegado triunfa, sino al contrario, predomina la envidia y solo ven lo negativo de la situación, incluso tildando al otro de egoísta por no compartir su riqueza, por ejemplo.
Entonces, si cuando una persona triunfa económicamente yo siento envidia o rabia, no puedo sino reconocer que el problema no está en el otro sino en mí misma, algo debe estar mal en mí para sentir esto en lugar de compartir la alegría y felicidad por el éxito de una persona cercana a mis afectos.
Es probable que la otra persona ni se entere de mis sentimientos; entonces, ¿a quién le hace daño esa envidia? Pues solo a quien la siente ya que es un sentimiento negativo que carcome, intoxica lo positivo de las relaciones humanas y nos quita la atención a nuestras prioridades, distrayéndonos del plan de acción para estar mejor, nos convierte en competidores de todo aquel que nos rodea, pero nos deja poco competitivos.
Comprar algo mejor que lo que tiene la hermana o el vecino, no es la solución a los problemas de infelicidad, pero sin duda puede ser la entrada sin salida a un endeudamiento excesivo o a deudas innecesarias. Una deuda es buena cuando nos ayuda a mejorar la calidad de vida, por lo tanto es importante responder siempre honestamente a la pregunta: ¿puedo esperar un tiempo y ahorrar para comprar ese bien?
En general, las compras por impulso son un peligro, por lo tanto cuando tenemos el tiempo de evaluar la necesidad de un producto o servicio, también nos aseguramos de realizar un gasto que nos permitirá disfrutar del bien adquirido.
La clave es tratar de identificar los sentimientos negativos, reconocerlos y luchar contra ellos, una manera clara de hacerlo es concentrarnos en nuestras prioridades, preguntándonos qué deseo realmente en mi vida. Podremos alegrarnos por el triunfo ajeno cuando estemos también tranquilos de que nos merecemos nuestros propios logros y porque estamos en el camino correcto para alcanzarlos.
Cuando hablamos en familia es importante también destacar que nuestros hijos no necesitan la mejor ropa, ni la más cara para ser felices, en especial si no la podemos pagar y debemos recurrir a artilugios financieros para poder mantener la apariencia de una calidad de vida ajena a nuestra realidad.
Nuestros hijos no necesitan lo más caro si ello implica que debamos endeudarnos impidiendo hacer frente a las necesidades reales y prioritarias de la familia; lo que sí precisan es que hablemos de manera franca con ellos y les expliquemos el presupuesto familiar.
Relacionando la baja o alta autoestima con las deudas y ahorros, podremos diferenciar comportamientos y actitudes que nos llevan a alcanzar metas, o por el contrario, nos alejan de nuestras prioridades. Evaluemos quiénes somos más que cuánto tenemos, quizás allí podamos encontrar las fuerzas y motivación que precisamos para vivir mejor.
Sigamos hablando de dinero, así aprendemos a manejarlo mejor.
Caro
Nuestros hijos no necesitan lo más caro si ello implica que debamos endeudarnos, impidiendo hacer frente a necesidades reales.
Límite
Manejar un límite saludable del nivel de endeudamiento depende de cada persona: establezca sus objetivos.
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