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El aspecto más significativo de este estudio era que la capacidad de generar crecimiento era casi exclusivamente geográfica es decir, donde se situaban los departamentos, con énfasis en la frontera dinámica, siempre y cuando la zona limítrofe del país vecino sea dinámica en términos de intercambio. Esto era mucho más importante que la base productiva agrícola o ganadera de las regiones. El ejemplo del comercio de triangulación de Ciudad del Este, que basaba su competitividad casi exclusivamente en su posición geográfica, reforzaba el esquema explicativo.
Además de estos aspectos, el citado estudio es uno de los primeros ejercicios de cálculo del Producto Interno Bruto (PIB) por departamento, basado en calcular la población económicamente activa (PEA) por sector productivo y departamento; estimar el PIB nacional por PEA, por sector; proyectar los factores de productividad por rubro y zona y finalmente, multiplicar los resultados. Los departamentos fronterizos y el de Boquerón, en el Chaco, aparecieron como los de mejor desempeño y con mayores ingresos. A partir de este estudio se instalaron en el discurso algunas cifras como el PIB per cápita de algunos departamentos, especialmente Itapúa y Boquerón, con montos de hasta US$ 15.000 per cápita año.
Un factor no explorado en aquel estudio fue la composición cultural de la población, atendiendo que las fuerzas productivas agrícolas e industriales de los departamentos fronterizos, especialmente Itapúa y Boquerón, habían sido ocupados y colonizados por agricultores profesionales, donde la frontera, al menos en la época de instalación de estos grupos (década de 1930), era un espacio repulsivo y sin mayores ventajas, que sus suelos fértiles y un régimen de lluvia privilegiado.
A casi 20 años de este estudio es pertinente observar las transformaciones ocurridas en las economías departamentales, cómo evolucionaron y si sigue funcionando la lógica fronteriza como modelo explicativo del crecimiento económico.
De unos años a esta parte, nuestra economía se ha desacoplado de sus dos principales socios comerciales: Brasil y Argentina. El inicio de esta cuasi independencia de los vectores fronterizos puede ser entendida también como nuevos desafíos de crecimiento para los departamentos que no son limítrofes: San Pedro, Caaguazú, Caazapá, Guairá, etc.
Las economías regionales actuales ya no responden a la frontera como factor de activación. La agricultura, ganadería, comercio y servicios hacen irrupción en los departamentos, reduciendo asimetrías y construyendo ventajas competitivas sobre la mera fuerza geográfica de localización. Nuevos debates e investigaciones sobre la economía regional son necesarias para comprender a profundidad los roles, funciones y vocaciones de cada departamento, sobre todo en tiempos de planificación y propuestas electorales.