Cargando...
El sostenido crecimiento económico de la región en la última década favoreció la ascensión social de un volumen considerable de la población, lo que posibilitó la salida de la pobreza de millones de personas en casi todos los países de América Latina y el Caribe. Diversos países y agencias de cooperación han utilizado el ingreso como principal indicador del mejoramiento socioeconómico. Sin embargo, las limitaciones del mismo obligan a repensar la forma y paradigmas de medir no solo el crecimiento económico sino sobre todo el progreso social, sobre todo después de un periodo de gran crecimiento que hizo emerger otras dimensiones del desarrollo.
La idea principal del informe del PNUD es el concepto de progreso multidimensional, el cual intenta trascender el uso de las variables tradicionales como el ingreso familiar o el per cápita, así como del crecimiento del Producto Interno Bruto como variables claves, y sobre todo hegemónicas, para explicar los ciclos de progreso y específicamente la reducción de la pobreza. El progreso multidimensional se orienta a medir el bienestar de la población, inclusive de aquellos aspectos que escapan o sobre pasan el ámbito de la línea de ingreso, como las cuestiones de infraestructuras y de servicios sociales, que dependen más de las políticas públicas de cada país.
En progreso multidimensional puede entenderse “como un espacio de desarrollo con límites normativos, en que nada que disminuya los derechos de las personas y las comunidades, ni nada que amenace la sostenibilidad ambiental del planeta, puede considerarse progreso”. Desde esta perspectiva el desarrollo no puede ser logrado superando las distintas brechas de forma aislada, sino que las acciones deben ser encaradas de forma holística y coordinada, que permita impactar sobre varias dimensiones.
Una transición mayor se observa en la forma de entender y sobre todo de medir el crecimiento económico y el progreso social. Desde las década de 1990 el mensaje principal se orientaba a una mayor producción, productividad, exportación y demás componentes del crecimiento económico. América Latina y el Caribe era una región desacelerada que venía de una “década perdida” (1980) y debía encontrar su lugar en el contexto mundial liderado en su momento por los tigres asiáticos.
El contexto actual de América Latina y el Caribe es muy distinto a los anteriores. La región ha sabido incorporarse al dinamismo económico mundial de la mano de la producción de commodities agrícolas, minerales y petróleo, que generaron un terreno fértil para la expansión de las inversiones, dotando de vitalidad a los sectores secundarios y terciarios de las economías, lo que a su vez generó más empleos y por lo tanto más ingresos.