Crecimiento Económico y población: relaciones estrechas e interpretaciones necesarias

El despertar del estudio de la economía se originó en medio de la revolución industrial, mediante una pregunta simple del economista Adam Smith: ¿Por qué somos tan ricos y ellos tan pobres? En su libro titulado “Investigación de la Naturaleza y las Causas de las Riquezas de las Naciones”, afirmaba que la población crecía exactamente al ritmo del crecimiento de la demanda de trabajo y que las diferencias de los ingresos entre naciones eran porque en algunos países aplicaban la técnica de la división del trabajo, mientras que en otras no existía la especialización.

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En contraste, a principios del siglo XIX, Thomas Malthus propone una teoría “pesimista” afirmando que el crecimiento de la población era muy superior al crecimiento de la producción lo cual llevaría a una funesta escasez de alimentos que, según sus pronósticos, sería en 1880. Siglos más tarde, aunque su teoría sigue siendo aplicable a algunas economías subdesarrolladas, la misma no se cumplió debido al control de la natalidad y al desarrollo de la tecnología agrícola, sostiene la consultora Investor Economía.

Entre los estudios modernos del crecimiento, en primer lugar se tiene las ideas de Robert Solow (1956), quien en su libro “Una contribución a la teoría del crecimiento económico”, sostuvo que las diferencias de la riqueza de las naciones eran porque en algunos países se invierte más en capital físico y se tiene una menor tasa de crecimiento poblacional, lo cual permite aumentar la productividad por trabajador. Posteriormente, Mankiw, David Romer y David Weil (1992) ampliaron este modelo afirmando que la inversión en capital humano fortalece las habilidades de la población y potencia el crecimiento económico en el largo plazo.

Luego del modelo de Solow, surgieron varias teorías del crecimiento relacionando la investigación y el desarrollo (Romer, 1990), los recursos naturales (Norhaus, 1992), las instituciones (Rodrick, Subramanian y Trebbi, 1999), entre otros.

En cuanto al crecimiento económico y el crecimiento de la población urbana, la historiadora Jane Jacobs (1969), afirmaba que la aglomeración de industrias y personas generaban una mejor interacción de ideas e innovación. Esta interacción y proximidad permitía un círculo virtuoso del conocimiento y posibilitaba el aprendizaje de las experiencias de los individuos cercanos, lo cual posibilitaba el aumento de la productividad de las ciudades. De acuerdo a la teoría de Jacobs, una economía industrial diversificada era la que promovía mejor el intercambio de ideas y, por tanto, el crecimiento económico.

En este sentido, Gleaser (1995) estudia el comportamiento similar de los ingresos y la población, profundizando las ideas de Janes Jacobs. El mismo afirmaba que la concentración de industrias en las ciudades promueve la competencia y que los niveles de educación de la población son importantes al explicar el crecimiento. Así también, sostiene que el gasto del Gobierno está relacionado positivamente con el crecimiento económico del largo plazo.

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