Comunicación y trabajo en equipo

Considerar que comunicarnos es abrir la boca y dejar salir en palabras los pensamientos, no sólo es primitivo sino que además podría resultar muy dañino en cualquier relación, ya sea personal, laboral o profesional.

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Escuchamos frases que reflejan decepción como: “Le expliqué bien y de todas maneras no lo hizo”, como si fuera una sentencia hacia quien ha recibido la explicación y no ha tenido la capacidad de comprender. Pero, ¿acaso siempre es el receptor el responsable?

Pedidos

La palabra solo representa el 7% de la comunicación, mientras que el 93% del mensaje se entrega a través de los gestos de la cara, la expresión corporal y el tono de voz utilizado, por lo tanto, cuando alguien expresa: “Me molestó mucho su comentario, pero no por lo que me dijo, sino por la forma en que me lo dijo”, tiene mucha razón.

Quizás esto explique el motivo por el cual actualmente con la facilidad de enviar mensajes de texto por celulares o por correo electrónico, se han incrementado considerablemente los problemas de comunicación en las empresas y los equipos de trabajo parecerían encontrarse más incomunicados que nunca y paradójicamente estamos en la era de la comunicación.

Los pensamientos necesitan de las palabras para explicarse, sean palabras escritas o verbales, pero las emociones se transmiten sin palabras, así un abrazo, una carcajada, una mirada tierna o hiriente, un beso apasionado o un rostro tenso, son las formas en las que el cuerpo expresa la emoción que nos embarga.

Con esto lejos estoy de dejar sin valor el poder de la palabra. Las palabras son poderosas y generan acción, especialmente cuando son expresadas por quien tiene autoridad. Por ejemplo, cuando el jefe informa un aumento de salario, un ascenso o un despido. Así como cuando el árbitro de un partido declara una falta o sanciona inválido un gol, no importa cuántas personas estén a favor o en contra, la autoridad ha tomado una decisión.

Suele decirse que cuando el jefe es muy desagradable en su trato laboral, será porque en su casa quien decide todo es la esposa (él es un dominado). ¿Será o no cierto esta creencia del acervo popular? Independiente a ello, la forma en la que tratamos a los demás está exponiendo la manera en la que nos sentimos con nosotros mismos, pero también es cierto que recibimos los mensajes de acuerdo a nuestra propia emoción.

La palabra no es inocente, pero tampoco el que calla otorga, simplemente se calla pero puede no estar de acuerdo y actuar en consecuencia, o incluso no haber recibido el mensaje. Esto podría generar expectativa de parte de quien ha percibido que existe un compromiso de acción a causa del pedido que él realizó y que el otro no respondió.

Por eso es importante saber hacer pedidos y ofertas. Cuando realices un pedido debes asegurarte que la otra persona ha aceptado las condiciones, recién allí se genera una promesa y por lo tanto podrías tener derecho a un reclamo. Un ejemplo sencillo sería: “Hoy salgo a las 17 horas de la oficina, necesito que me pases a buscar de la casa matriz a esa hora ¿podrías hacerlo?”. Si la respuesta es: “Sin problemas, allí estaré”, entonces se ha generado un compromiso que podría ser reclamado en caso de no cumplirse en tiempo y forma. Pero, es clave que el pedido haya sido concreto y que contenga toda la información para evitar inconvenientes de interpretación.

Por otro lado, también están las ofertas. Por ejemplo, ante un comentario tuyo de “hoy saldré a las 17 de la oficina, pero mi auto está en el taller y recién mañana me lo van a entregar”, entonces un amigo te dice: “Yo puedo ir a buscarte a las 17 de tu oficina si vas a estar en casa matriz. ¿Querés que vaya?”. Él te ha hecho una propuesta concreta, una oferta, ahora dependerá de tu respuesta. Si le dices: “Te voy a avisar”, la misma queda pendiente, pero si le dices: “Te voy a agradecer, te estaré esperando”, entonces lo que hiciste fue aceptar su oferta y por ende se ha originado un compromiso de ambas partes.

Relación

La importancia de la comunicación interpersonal no está en duda, sin embargo, rara vez cuidamos el estilo de comunicación para lograr mejorar y profundizar las relaciones. De hecho, la lógica parece señalar que si nos interesa cuidar una relación deberíamos esforzarnos por tener conversaciones sinceras que nos permitan conocer mejor los sentimientos y pensamientos de esa persona, a la vez de exponer los nuestros.

Quizás sea el sentido de supervivencia lo que nos lleva muchas veces a evitar esas conversaciones, por la paz del hogar, preferimos muchas veces tener conversaciones lo más superficiales posibles, incluso con miembros de nuestra familia, para evadir conflictos.

Pero los problemas rara vez se solucionan solos, al contrario, con el tiempo se agravan si no han sido tratados correctamente. En las relaciones interpersonales, el tratamiento más eficiente son las conversaciones, a través de las cuales se pueden sanar heridas y diseñar nuevas posibilidades de acción.

De la calidad de nuestras conversaciones dependen la calidad de nuestras relaciones, debemos cuidar lo que decimos, pero dando la debida importancia al cómo lo decimos. Los pensamientos se transmiten a través de las palabras, pero los sentimientos se distinguen a través del lenguaje corporal, pues denota la emoción.

A partir de este enfoque, se presenta como fundamental aprender a escuchar para interpretar. Generalmente, escuchamos para responder al otro, no para comprenderlo. En palabras de James C. Penney, “el arte de la escucha efectiva es esencial para una comunicación clara, y una comunicación clara es necesaria para la gestión del éxito”.

En tal sentido, debo señalar que a mi criterio, una de las necesidades más elevadas de las personas en estos tiempos es ser escuchadas y comprendidas, con esto se justifica la enorme interacción que se realiza a través de las redes sociales y mensajes electrónicos.

Pero mientras escuchamos en lugar de atender a esa persona, en nuestro interior empezamos a preparar una respuesta, como si debiéramos aconsejar, o defendernos, o peor aún, como si pudiéramos juzgar. A veces estás diciéndole algo a alguien sobre cómo te sientes y esa persona te dice: “Déjame contarte lo que me pasó a mí”. Esto puede generarte frustración, pues buscabas comprensión, no que la otra persona te interrumpa para darte un consejo o contarte sus propias anécdotas. Esta actitud implica que ha dejado de escucharte para escucharse a él mismo, incluso mientras hablabas.

Redes sociales como el Facebook han logrado que cada uno cuente su historia de manera independiente, asumiendo que el otro está escuchando, así cuando recibimos un “me gusta” nos sentimos comprendidos. Pero convengamos en que estas relaciones son muy superfluas, pues no logran profundidad.

Entonces, si queremos compromiso y generar acción hacia el logro de metas, precisamos desarrollar el arte de la escucha y plantear comunicaciones transparentes, evitando conversaciones de trasfondo que enturbian el ambiente, generando desconfianza, haciendo inviable profundizar las relaciones humanas. Sigamos hablando de dinero, porque así aprendemos a manejarlo mejor.

Calidad

De la calidad de nuestras conversaciones depende la calidad de nuestras relaciones, debemos cuidar lo que decimos.

Actuar

La palabra no es inocente, pero tampoco el que calla otorga, simplemente se calla pero puede no estar de acuerdo y actuar en consecuencia.

gloria@ayalaperson.com.py

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