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Muchos periodistas de investigación coincidieron en llamar al hecho como “el robo del siglo”. Tal vez existan otros casos llamativos como la caja de caudales asaltada en el aeropuerto Silvio Pettirossi, el “crédito chino” de la era González Macchi y otros. Pero esta cantidad y la forma como se llevaron, es de película. Menos mal existe una luz de esperanza en el juicio oral que está próximo a la condena. Sin embargo, muchos piensan que es una buena “inversión” desviar US$ 170 millones y “pagarlo” con 2 o 3 años en Tacumbú y salir al año por “buen comportamiento”. Negocio redondo, diría el vendedor de pelotas.
La creatividad de los administradores golondrinas de la Cajubi no tiene límites. Para esconder semejante cantidad del futuro de los trabajadores tuvieron que acudir a la temeridad, astucia y caradurez. Algunos negociados iban, desde la adquisición de pólizas de seguro de ancianos y enfermos terminales, ya de por sí inmoral, hasta la compra de acciones de empresas de portafolio. Y lo peor de todo es que los cerebros fueron arribeños venezolanos, que llegaron, vieron y robaron. Como dijera un anciano jubilado; “si por lo menos fueran paraguayos, los tendríamos acá, con sus bienes embargables. Pero ningún banco o entidad financiera se asalta sin ayuda interna. Sus cómplices fueron, evidentemente, conocedores profundos de los movimientos del inframundo itaipuniano. Sus consejeros, gerentes y administradores circunstanciales tendrán que explicar y saldar sus cuentas con la sociedad en general y los jubilados en particular.
Por ley de creación de la Cajubi, el aporte principal lo banca la Itaipú y como esta es una entidad binacional, debemos deducir que estos aportes binacionales conforman el costo operativo de la energía producida. Es decir, los golpistas no solo robaron a los jubilados, a los socios activos, sino que a todo el pueblo, ya que encarecieron el costo de la energía cedida o consumida internamente.
Hoy día, según estudios técnicos confiables, la Caja de Jubilados tiene un déficit actuarial de 920 millones de dólares; es decir, si seguimos así en el mediano plazo ya no habrá dinero para pagar a los que se jubilan. Y no existe nada peor para un ser humano que haber aportado durante 30 o más años el, 9,5% de su salario mensual para que después se entere que unos pocos avivados le robaron el futuro. ¿Qué podemos hacer en una situación como esta?
Los incautos piensan que creando una “Superintendencia de Cajas Jubilatorias” los fondos estarán protegidos de las aves de rapiña. ¡Equivocados! Los políticos y bandoleros de la administración pública son expertos en vuelos rasantes. Son demasiado rápidos, además, meten a sus secuaces en las propias entrañas del banco, financiera o caja que quieren asaltar, y no tienen escrúpulos en liquidar a cualquiera que aparezca en su camino.
La única diferencia es que no usan antifaz o pasamontañas. Usan sus caras inocentes, sus títulos, sus especialidades, su disfraz perfecto, para engatusar a sus propios compañeros.
¿Por qué el Estado quiere poner sus garras en las Cajas Jubilatorias? Porque es más fácil recurrir a ella en tiempos de elecciones. Así como se recurre a Aduanas, a los gastos sociales, a los fondos del Fonacide y cualquier negociado municipal, ministerial o quiosco académico, también se apelará a las jubilaciones de ancianos, pensionados y veteranos. El ordenador no escatima a la hora de ordeñar para su partido, o para su bolsillo.
Aclaremos que estamos de acuerdo en vigilar y fiscalizar mejor los fondos de las cajas del Estado. Muchas han ido a quiebra y muchas otras están con un déficit galopante, como las de los policías y militares. Es una rémora del estronismo que nos “enchufó” dos generaciones de herederos, con una sola generación de aportantes. ¡No hay caja que aguante! Pero esta mala gestión o robo descarado no da derecho a confiscar a los genuinos aportes de trabajadores. Tampoco es justo que las cajas saludables taponen los baches de las cajas políticas.
En los últimos dos años hemos duplicado nuestra deuda externa y ni siquiera se pensó en un racionamiento del Estado.
Cada año crece la clientela política, fagocitando el 90% de los ingresos de las arcas del Presupuesto Nacional. Es decir, hoy 270.000 empleados públicos gastan los fondos que deberían servir a siete millones de habitantes. Usted y yo, amable lector, estamos condenados a mantener a amantes, caseros de oro, empleadas y operadores políticos, con el pago de nuestros impuestos. Y éstos cada vez son más y en mayor proporción. Como dice un dicho que está navegando en el ciberespacio: “con el dedo no se puede tapar el sol, pero se puede cambiar el país” Use su dedo para castigar el domingo a los corruptos y dar una oportunidad a los jóvenes. Ellos merecen un voto de confianza.
Pagar
Consejeros, gerentes y administradores circunstanciales tendrán que explicar y saldar cuentas con la sociedad y jubilados en particular.
Déficit
Hoy, según estudios confiables, la Cajubi tiene un déficit actuarial de US$ 920 millones. Si seguimos así, en el mediano plazo no habrá dinero.
No quisiera despedirme sin parodiar esa poesía de Gustavo Adolfo Becker que se volvió música:
“Volverán las oscuras golondrinas,
en tu balcón sus nidos a colgar,
y, otra vez, con el ala a sus cristales
jugando llamarán;
pero aquellos fondos de Cajubi,
que al Caribe fueron a parar,
esas mansiones de oro que absortos,
pudimos contemplar,
esas... ¡no volverán!
* Exsecretario general del Sticcap.