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En línea con lo anterior, en América Latina y el Caribe, Brasil y con el impulso del presidente Lula da Silva se puso en vigencia un impuesto mínimo mundial al patrimonio. El Observatorio Fiscal de la Unión Europea, que asesora a la presidencia brasileña del G-20, propuso un gravamen mínimo de 2% sobre los 3.000 billonarios más ricos del mundo, que en el caso de Brasil recaudaría unos US$ 2.100 millones adicionales.
Por su parte, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, propuso un impuesto a la riqueza anual sobre los ahorros y propiedades por encima de US$ 460.000. A modo de referenciar, el impuesto a la riqueza fue introducido por primera vez en Colombia en 1935, derogándose en 1992 y luego siendo reincorporado en 2002 para financiar la seguridad democrática –una iniciativa de seguridad de la administración Uribe contra el narcotráfico, la guerrilla y los grupos paramilitares– con ingresos reservados para la defensa y los gastos de seguridad.
En Chile se había considerado varias veces la introducción de un impuesto a la riqueza, aunque ninguno logró ser promulgado porque la medida enfrenta oposición y continúa siendo debatida.
Por su parte, Bolivia, en diciembre de 2020, implementó un tributo dirigido a personas con activos superiores a US$ 4 millones. El impuesto incluye tasas escalonadas que varían de 1,4 a 2,4%. En el primer año afectó a 204 contribuyentes y recaudó unos US$ 35 millones, uno 0,30% del total recaudado por el país ese año.
Mientras que en Argentina se introdujo por primera vez en 1972 y permitía deducciones por deuda. Este gravamen sobre la riqueza neta se derogó en 1989 para luego ser reintroducido en 1991 como un impuesto global sobre la riqueza bruta, es decir, sin deducciones por deuda. Finalmente, el impuesto a la riqueza de Uruguay recae sobre individuos con base en sus activos en el país y es progresivo, oscilando entre 0,1 y 0,4% para residentes y 0,7 y 1,5% para no residentes, precisa otra parte del reporte del organismo internacional.
¿Qué patrimonio gravar?
El debate sobre los impuestos a la riqueza siempre ha estado ligado a múltiples críticas, ya que requieren de una capacidad administrativa intensiva, disuaden la inversión y, en ciertas circunstancias, llevan a la fuga de capitales y a un bajo nivel de recaudación. Lo anterior, sujeto al tipo de patrimonio a ser gravado.
Por ejemplo, los impuestos a los activos líquidos pueden ser complicados, incluso para las economías avanzadas. Esta dificultad se acrecienta particularmente en países con escasa capacidad de vigilancia y cumplimiento, dado que estos activos son fáciles de trasladar a otros países o de esconder en paraísos fiscales.
Por otra parte, los impuestos a la propiedad tienen menos consecuencias negativas en el comportamiento y cargas administrativas más manejables, señalan desde el Banco Mundial. Por naturaleza, la propiedad es un activo relativamente fijo y fácilmente identificable, y, por ende, menos susceptible a la evasión, además de que los bienes inmuebles son el principal tipo de patrimonio en ALC. A pesar de tasas tributarias marginales relativamente estándar, el bajo nivel de las valuaciones hizo que los bienes inmuebles estén subutilizados como fuente de ingresos.
Es importante destacar que es menos probable que los impuestos sobre la propiedad obstaculicen el crecimiento. Por el contrario, las tasas marginales excesivas en los impuestos a la renta de las sociedades y las personas, así como otros impuestos distorsivos –como los impuestos a los ingresos brutos o transacciones financieras–, penalizan a inversionistas y emprendedores capaces de incorporar innovación y puestos de trabajo a la economía. La doble tributación implícita, dado que la riqueza a menudo es la acumulación de ahorros obtenidos a partir de ingresos ya gravados, puede desalentar la inversión e innovación o dirigir emprendedores productivos hacia jurisdicciones con menos impuestos. En tal sentido, para el organismo internacional reducir los impuestos sobre individuos capacitados y de alto retorno puede servir para reasignar el capital; a su vez, las ganancias más altas pueden motivar un mayor nivel de ahorro.
La recaudación de impuestos a la riqueza en la región de ALC es muy baja, representa apenas el 0,5% del PIB o 2,7% de la recaudación tributaria total. No obstante, sí se observa una variación elevada entre países de ALC: la recaudación del impuesto a la riqueza excede el 5% de la recaudación total en Uruguay, Barbados, Colombia, Bahamas y Chile.
Simulaciones realizadas por el BM revelan el enorme potencial para el crecimiento de la recaudación de los impuestos a la propiedad en ALC. Este potencial se basa en suposiciones razonables respecto a la base imponible (valor de las propiedades inmuebles) y el esfuerzo fiscal (tipos tributarios, exenciones y administración. Los resultados muestran que en promedio la recaudación a la propiedad llega a un 0,3% del PIB, mientras que su potencial estimado es de alrededor de 3%. Dado que el porcentaje promedio de gasto público en ALC es de alrededor de 34% del PIB, y que el 40% de este corresponde a gobiernos subnacionales, esto significa que el financiamiento adicional podría representar alrededor de 8% del gasto consolidado y en torno al 20% del gasto subnacional.
Si los países de ALC alcanzaran plenamente este potencial contarían con recursos adicionales para financiar la educación, la salud, la infraestructura y otros servicios esenciales. Asimismo, estos ingresos adicionales podrían ayudar a reducir los impuestos a las sociedades, las excesivas tasas del impuesto a la renta de las personas, y otros impuestos distorsivos. Esta reducción impulsaría el crecimiento económico al fomentar la inversión y mejorar la productividad.
¿Gravar a los billonarios?
Si bien ALC representa el 8,1% de la población mundial, el 7,3% del Producto Interno Bruto y el 12,5% de la superficie total del planeta, la región apenas alberga a 82 billonarios en 12 países, es decir, apenas el 3,1% de la población de billonarios del mundo.
Para el BM, el punto no es gravar a los billonarios para resolver los problemas fiscales de América Latina y el Caribe, sino que dada la baja concentración de billonarios en la región, junto a la cantidad relativamente modesta (al menos respecto a sus pares internacionales) de riqueza que tienen estas personas muy móviles, no queda claro que un impuesto a la riqueza de 2% –una cifra a menudo debatida en círculos económicos– pueda generar un volumen significativo de recursos adicionales para los gobiernos. Estimaciones dan cuenta de que la recaudación potencial podría alcanzar el 0,1% del PIB de ALC, un tercio de la cifra de 0,35% en Estados Unidos. Es decir, no es probable que esto solucione los problemas de espacio fiscal de ALC, y si además los empresarios estrella migran, el impacto económico podría ser aún menor.
Finalmente, y de acuerdo con el BM, al igual que en la mayoría de las fuentes tributables, como ingresos e IVA, es necesario ampliar la base de aquellos que pagan el impuesto. Además, propuestas en torno a una mayor utilización de los impuestos a la riqueza apuntan a una agenda más amplia sobre cómo hacer para que los sistemas tributarios de la región alcancen los objetivos de equidad, crecimiento y recursos públicos suficientes, así como asegurar que estos recursos sean empleados correctamente.
Cargas
Impuestos a la propiedad tienen menos consecuencias negativas en el comportamiento y cargas administrativas más manejables, dicen desde Banco Mundial.
Región
Si bien ALC representa el 8,1% de la población mundial, el 7,3% del PIB y el 12,5% de la superficie total del planeta, la región apenas alberga a 82 billonarios en 12 países.
Gasto
El porcentaje promedio de gasto público en ALC es de alrededor de 34% del PIB, y el 40% de este corresponde a gobiernos subnacionales.