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Si bien, el indicador de la pobreza global se redujo en aproximadamente 40% entre los años 2010 y 2019, la pandemia del covid-19 significó un importante retroceso traducido en una pérdida de tres años de lucha contra la pobreza.
En cuanto a la situación de la región, los últimos datos contenidos en el informe “Panorama social de América Latina y el Caribe 2023: la inclusión laboral como eje central para el desarrollo social inclusivo”, muestran que el porcentaje de personas en situación de pobreza disminuyó a 29% de la población de América Latina (181 millones de personas), mientras que la pobreza extrema se redujo a 11,2% de la población de la región (70 millones de personas), detalla el reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Además, el reporte menciona que la creación de empleo entre 2014 y 2023 ha sido la más baja desde la década de 1950. De hecho, durante la pandemia disminuyó 8,2%, siendo la única caída registrada en los últimos 70 años. Así, del universo de 292 millones de personas ocupadas en América Latina y el Caribe, 1 de cada 2 se encuentra en empleos informales, alrededor de un quinto vive en situación de pobreza, 4 de cada 10 poseen ingresos laborales inferiores al salario mínimo y la mitad no cotiza en los sistemas de pensiones, se enfatiza en el informe del organismo regional de las Naciones Unidas.
En palabras de José Manuel Salazar-Xirinachs, máxima autoridad de la Cepal, “aunque destacamos la reducción de la pobreza en 2022, no hay razones para celebrar. En total, casi un tercio de la población de la región vive en situación de pobreza, porcentaje que se eleva a 42,5% en el caso de la población infantil y adolescente, una realidad que no podemos tolerar. La incidencia de la pobreza también es más alta entre las mujeres, la población indígena y las personas que viven en zonas rurales”, remarcó el directivo.
Para la Cepal la región sigue sumida en una doble trampa estructural de bajo crecimiento y altos niveles de pobreza y desigualdad. Ante este escenario, sugieren que los países deben transitar desde la inserción laboral a la inclusión laboral, eje del desarrollo social inclusivo. “Pero la inclusión laboral requiere un crecimiento económico alto y sostenido. No es posible crear un mejor futuro del trabajo sin crear un mejor futuro de la producción y viceversa”, expresó Salazar-Xirinachs.
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