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Para corregir esa situación lo que se viene diciendo y haciendo es una suerte de círculo vicioso que gira sobre el Estado como el promotor de la solución. La corrección de los ciclos económicos -se dice casi al unísono- la tiene el gobierno.
En la extensa literatura económica de los intervencionistas del mercado, como por ejemplo el libro “La Teoría general del empleo, el interés y el dinero” -considerada como la obra más destacada del economista John M. Keynes- está una de las respuestas más interesantes que explican cómo precisamente considera al Estado como un agente maximizador de beneficios cuando que en realidad es un agente de riesgos y pérdidas.
Con Keynes se creó la terminología de la moderna macroeconomía en aquel citado libro publicado. Esa obra lanzada en el año 1936 está marcada por la Gran Depresión (1929-1932) y desencadenó un cambio en el pensamiento económico.
Nacía así el estatismo moderno. El estatismo o neokeynesianismo en el presente deja de lado la esencia de la economía de mercado, donde la acción humana en libertad es su columna vertebral. Especialmente desde Keynes y en el presente los neokeynesianos economistas pensaron desde esa óptica el fenómeno económico y especialmente en la consideración de la viabilidad y conveniencia de la gestión del sector público del nivel agregado de la demanda en la economía.
Los economistas a partir de entonces pusieron a disposición de los gobiernos instrumentos de política fiscal (impuestos y subsidios), política monetaria (emisión inorgánica de dinero) y política crediticia (manipulación de las tasas de interés) con el objetivo de conducir la producción agregada a un nivel potencial, “estabilizar” la economía a fin de evitar recesiones y auges excesivos que la desvíen de su tendencia de crecimiento, y redistribuir la riqueza.
Gran parte de los economistas actuales, a los que bien se los puede calificar como estatistas (creen en el Estado como promotor del desarrollo y de las correcciones del capitalismo liberal) se centran en los actores del mercado (productores y consumidores). Esta línea de pensamiento deja de lado la interrelación entre bancos, gobierno, política, derecho y psicología humana.
El fenómeno social
Y es aquí donde aparece para una mejor comprensión de los fenómenos sociales la llamada Escuela Austríaca de Economía, la escuela liberal (en el sentido europeo de esta palabra) por antonomasia.
Desde esta perspectiva, el origen del auge es una expansión crediticia que baja las tasas de interés y produce una descoordinación debido a que los empresarios actúan como si el ahorro hubiera aumentado. La crisis pone de manifiesto que muchos proyectos de inversión financiados con estos créditos no son rentables por no corresponder a los deseos de los consumidores.
Este modelo ideal (en el que fines y medios se encuentran ya como determinados previamente) busca alcanzar la eficiencia a través de soluciones óptimas y cualquier desviación con respecto a las condiciones planteadas en el modelo ideal es considerada como una imperfección o falla del mercado. Esto es un error de premisa, pues no toma en cuenta la acción humana en la que el conocimiento está disperso entre millones de personas que coordinan entre sí sus actividades sin necesidad de que alguien les esté diciendo qué hacer o no hacer.
Esta forma ingenua de análisis, que bien puede ser calificada como incluso de autoritaria, es a la que recurre la mayoría de los economistas y analistas actuales para corregir las imperfecciones del mercado (o lo que es lo mismo del ser humano actuante) y lo hacen mediante el uso del intervencionismo gubernamental.
Como se podrá concluir, el hecho de dejar que el poder coercitivo se establezca como un mandato sobre lo que la gente desea es una violación directa a nuestros derechos individuales a la vida, la libertad y la propiedad.
Es que la realidad es diferente
Más bien la intervención gubernamental en lugar de dar un empuje hacia la eficiencia termina alejándola de ella e introduce situaciones más complejas de resolver si no hubiera intervención. A pesar del avance tecnológico de los últimos 30 años, el alcance de los modelos matemáticos para predecir el comportamiento de los mercados sigue resultando muy restringido al no poder incorporar otras variables externas y principalmente por la falta de una teoría sólida y unificadora entre la macro y la microeconomía.
De ahí que una economía que se encuentre en situación de recesión o en inminente ingreso a ella requiere de señales positivas para salir de la misma. No hay otra manera que la de emitir medidas concretas que incentiven la oferta económica.
Esto es impulsar sin obstáculos la diversificación productiva desde el sector privado (agricultura, industria, construcción, ganadería, comercio, servicios, comunicaciones y transporte), para así romper el ciclo económico recesivo; ciclo que, por cierto, fue provocado y mantenido por el propio Estado cuyos gobiernos se han dedicado a tirar nafta al fuego en lugar de apagarlo.
Una pregunta entonces sería la siguiente: ¿Cómo enfrentamos y salimos de la recesión? La respuesta fue dada líneas más arriba, pero resulta pertinente decir que ha sido el propio Estado el que apuntaló la desaceleración porque sigue siendo un inhibidor para la creación e intercambio del ahorro y la inversión.
Los ciclos económicos
Las fluctuaciones de la actividad económica que provocan las fases de expansión y de contracción y así sucesivamente han existido siempre. Las llamadas “fallas del Estado” son sumamente recurrentes para explicar esos ciclos. El Estado es el problema y no la solución.
Ocurre que no puede dejar de decirse y dejar bien por sentado que la naturaleza del Estado, en efecto, es la coerción.
Este es el motivo por el cual se le asigna el rol de garantizar la seguridad. No obstante, su propia naturaleza lo lleva a través de sus políticos y técnicos a incidir sobre la dinámica propia de los factores de producción. El mercado de trabajo, por ejemplo, es intervenido cuando una legislación afecta la contratación de mano de obra de los sectores cuya productividad es menor al salario mínimo legal, acarreando de ese modo desempleo y/o informalidad entre los jóvenes y personas con poca preparación laboral.
De igual forma sucede en ámbitos más complejos. Un hecho probado en tal sentido es la famosa crisis subprime (clientes con escasa solvencia con alto riesgo de devolver los préstamos) de hace 12 años atrás en EE.UU. e iniciada en su mercado hipotecario. La política del gobierno estadounidense de entonces de ofrecer garantías sumadas a las bajas artificiales de las tasas de interés, entre otros, estimuló el endeudamiento de las familias, situación que creó una burbuja que luego estalló.
The Economist, al respecto, dijo en su momento que los políticos estimularon a los bancos a dar créditos riesgosos. De este modo y con una Reserva Federal (Banco Central) que impulsó una política monetaria expansiva en momentos de recesión, el resultado final fue que la recesión no solo se radicó en Norteamérica sino también se extendió hacia otros lugares del mundo.
Los citados ejemplos, como otros, muestran que el intervencionismo estatal es dañino y hasta un peligro. Y lo es tanto si pretende incentivar la economía como cuando no hace nada para precisamente destrabar los obstáculos que provocan la contracción económica.
La razón es la misma: es el propio Estado el que mediante su respectivo gobierno incide, de una u otra manera y en menor o mayor grado, sobre las decisiones de los individuos y empresas en el sector privado.
Concluyo diciendo lo siguiente: Paraguay se encuentra precisamente en la situación que desde el gobierno no hay novedad positiva alguna, algo que permita a los agentes económicos contar con una expectativa de aliento hacia lo que se viene desde ahora.
Eso de esperar y depender de lo que pase en la economía regional y mundial (llámese repunte de los precios de los commodities o un aumento del producto agropecuario) para cambiar la actual situación en nuestro país es lo más perjudicial que se puede seguir haciendo.
Estado
Intervencionismo estatal es dañino y hasta un peligro, tanto si pretende incentivar la economía como cuando nada hace para destrabar las barreras que provocan la contracción económica.
Depender
Depender de lo que pase en la economía regional y mundial para cambiar la actual situación en Paraguay es lo más perjudicial que se puede seguir haciendo.
(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.