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Los propiciadores de lo que dicen llamar la “nueva normalidad” vienen a decirnos ahora y nuevamente que la prudencia y el orden en las finanzas públicas no son importantes. Desde luego, para los neokeynesianos intervencionistas las finanzas públicas no se relacionan con la economía porque para ellos el Estado es una deidad superior al hombre libre y ciudadano.
Para los adeptos de la “nueva normalidad” se hace necesario elevar los impuestos y acrecentar los endeudamientos. En cuanto a las medidas propiciadas, insisto en este espacio, ciertamente las economías de países desarrollados las llevan a cabo muchas veces casi sin oposición medidas de endeudamientos y hasta de aumentos de impuestos. Y lo hacen porque en esos países el nivel de inversión per cápita es tan alto en relación al porcentaje del crecimiento de sus poblaciones que los efectos no son tan dañinos al comienzo.
Sin embargo, tales políticas serán catastróficas para los países como Paraguay. Los llamados subdesarrollados o emergentes por el nivel de inversión y de seguridad jurídica no cuentan todavía con los registros mínimos de garantía ni de predecibilidad, cuestiones estas que desde el vamos hacen notoria diferencia con otros países que ya lo lograron.
El retorno desenfrenado de políticas intervencionistas acicateadas desde organismos internacionales con el acompañamiento de grupos privados que, por cierto, nada tienen que ofrecer en materia de libertad política y económica, están en la tarea, primero, de asesoramiento y luego de imposición mediante el intervencionismo gubernamental.
Cambio de paradigma
Aquí en Paraguay no hay que olvidar que el desajuste provocado en las finanzas provino precisamente por el aumento desmesurado y sin contemplación de los salarios a los funcionarios públicos. Y no estoy en contra de los funcionarios sino contra los que fungen como tales y no lo son. Y no son funcionarios los que no son servidores públicos en el sentido correcto de la expresión. Es el burócrata que atiende temas de los que los privados no nos podemos encargar, al menos por el momento, porque luego con un poco de más tiempo también serán desplazadas tales tareas por el avance de la libertad y de la tecnología.
El servidor público es aquel que actúa en carácter de mandatario, es decir, hace lo que su mandante, esto es, el pueblo contribuyente le dice lo que debe hacer y lo que no debe realizar. Es por ello que el genuino servidor público es aquel que sabe que sus atribuciones le fueron delegadas por el pueblo contribuyente y a este le debe su trabajo y dedicación en absoluta honestidad.
Pero como tal cosa como servidor público no existe pues lo que tenemos hoy día es un rejuntado de personas que en su gran mayoría no solo hacen lo que se les antoja sino que viven a costa de los demás, sin verse compelidos a prestar el servicio por el cual fueron contratados.
Esta es una perversión que carece de buen futuro, al menos para los que siguen pagando sus impuestos, invierten, contratan y se desvelan por cumplir con las leyes que finalmente son incumplidas por los mismos y muchos. La exigencia es solo para una parte de la sociedad, los contribuyentes que, por cierto, ya no podrán soportar esta manera de gobernar que nada tiene de orden, seguridad ni justicia.
Lo que hoy tenemos es precisamente lo contrario. Desorden, inseguridad e injusticia son notas dominantes sobre las que se vienen conformando contra todo pronóstico de la historia.
Mal gasto e inflación
Resulta que habiendo logrado el país una estabilidad monetaria y sostenibilidad fiscal, a los que menos les interesa que eso prosiga son los mismos que fungen de funcionarios electos y administrativos y que no son precisamente servidores públicos.
Son los expoliadores y no productores. Son los que le ponen “palos a la rueda” del progreso. No les interesa el equilibrio fiscal como tampoco que la inflación siga en un dígito.
Pero como creen que el dinero se extrae de los árboles y no saben que la riqueza es el resultado del esfuerzo, el ahorro y la inversión, les tiene sin cuidado. ¡Que se vean ellos –dicen– los que tienen demasiado!
Es de este modo que el Presupuesto de Gastos de la Nación nuevamente empieza a mostrarse por encima de la capacidad de recaudación con un déficit que igualmente escapa de control. ¿Cómo es eso de escapar de control? Lo vuelvo a decir y que quede registrado. Se escapa del control porque nadie se anima a ponerle el cascabel al gato. Nadie se anima a hacer las reformas en serio y de fondo, y no aquellas de maquillaje como se pretende a la fecha.
Estamos llegando al punto que algunos vuelven con la vieja cantinela de que un poco de inflación no es tan malo como parece.
La burbuja
La burbuja en términos económicos es una situación especial de aumento y desenfreno de bienes que luego se vuelve difícil de controlar. Una señal común también conlleva a una expectativa por parte del público de que la situación no cambiará.
El desorden monetario puede aparecer y quedarse. Es un engaño perverso, por ejemplo, eso de un “poco” de inflación porque terminará por destruir todo a su paso. Y no solo es un engaño sino una estafa del Estado, de los poderes del Estado, en especial el Ejecutivo y el Legislativo hacia la población. La expansión monetaria para contener el déficit conllevará pronto a un proceso de recesión y desempleo que estancará por décadas la economía.
Todas las medidas de políticas públicas que van cercando al individuo y a las empresas llevándoles a las fauces de los gobiernos, cualquiera sea, convierten al Estado en el agente principal de la sociedad. Mejor dicho aún, convierte a los políticos y burócratas en los que deciden según su previa autorización sobre nuestra vida, libertad y propiedad.
Lo dicho al comienzo de este escrito en el que hacía referencia al escenario internacional no es diferente a lo que ocurre en nuestro país. La supuesta “nueva normalidad” que conlleva a la “nueva finanza pública” que termina en la “nueva sociedad”, cuestión que además de pauperizar a la población es autoritaria porque la concentración del poder en este “modelo” conlleva a más corrupción y menos libertad económica y política.
Funcionarios, contribuyentes, gobernantes, gobernados, empresarios, trabajadores; todos, perderemos. Mientras tanto, el fuego ya se prendió y no aquí en Paraguay sino en especial porque la economía planetaria ha venido a convertirse en una burbuja de la que resulta imposible escapar porque el nivel de gastos estatales, el endeudamiento y la emisión monetaria conllevan necesariamente a que dicha burbuja termine por explotar.
Solo existe un modo de evitar lo peor. La respuesta correcta está en orden de la libertad y la República mediante un fuerte y predecible Estado de Derecho y una vigorosa economía libre alejada de las ataduras del estatismo socializante tal como hoy lo tenemos.
Políticas
Estas políticas serán catastróficas para nuestro país por el nivel de inversión y de seguridad jurídica, sin los registros mínimos de garantía ni de predecibilidad.
Libre
Solo existe un modo de evitar lo peor, en el orden de la libertad y de la república, mediante un fuerte y predecible estado de derecho y vigorosa economía libre.
(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.