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La sociedad, por cierto, como tal no existe. Lo que existe es el individuo y la suma de los mismos, que es lo que hace a una sociedad. Esto es importante porque en realidad son los individuos de manera personal y societaria, esto es, mediante la empresa privada, los que finalmente financian los gastos del Estado y hacen a la existencia misma del gobierno como tal.
La llamada función empresarial por tanto no tiene sustitutos para la generación de riquezas. Se fundamenta la misma en que la capacidad humana busca oportunidades de ganancias que surgen en el mercado, adecuando los conductas de las personas que para obtener beneficios deben cooperar entre sí.
Al respecto, ha sido la Escuela Austriaca de Economía con Menger, Mises y Hayek la que consideró de manera correcta la función del empresario. Ninguna persona aunque no conozca de economía ni tan siquiera las curvas de oferta y demanda puede escapar de las decisiones que toman los consumidores mediante sus preferencias subjetivas que determinan los precios.
Los que deciden
Entonces, quiénes mandan –por decirlo así– en una economía libre. Son los consumidores, los individuos que con sus compras y abstenciones de comprar van decidiendo qué se compra, vende y produce. Lo siguiente parecerá un poco fuerte, pero son las decisiones individuales de las personas que cooperan con los demás los que hacen ricos a los hombres pobres y pobres a los hombres ricos.
El que manda y decide es el individuo, el consumidor en el mercado que como una elección de cada minuto decide sobre la existencia y calidad de los productos y servicios que demanda. Es la soberanía del individuo libre la que cambia el estado de cosas de la sociedad. Si es para bien pues las reglas institucionales que hacen a la política como organización social deberán garantizar el imperio de la ley, la propiedad privada junto con la igualdad ante la ley, sin privilegios para nadie.
En la permanente secuencia de libertad y orden, la humanidad fue dando pasos hacia la civilización hasta que infelizmente el Leviatán del Estado se inmiscuyó en lo que no debía y lo empezó a destruir.
Y empezó el problema
Si partimos de la idea de que el Estado debe existir (lo que no es mi exposición en esta concreta publicación) entonces empiezo por decir que un órgano coercitivo de naturaleza cambiante para su propia expansión y crecimiento sin límites, entonces quiere decir que estuvimos desde el inicio en un grave problema.
Y más allá de la cuestión histórica que tampoco en este escrito me dedicaré a desarrollar, digo que si la riqueza es el resultado de la cooperación social en el mercado en el que los individuos buscan su satisfacción mediante el intercambio de propiedad privada, pues los únicos capaces de destruir dicha cooperación son los criminales y el Estado. Seguidamente y por ende si el Estado mediante su gobierno gasta cada vez más sin control ni rendición de cuentas ni transparencia y los que pagan son cada vez más saqueados por los políticos y burócratas, quiere que los generadores de riqueza (los individuos) son violados en sus derechos fundamentales.
El Estado o el Gobierno como su gestor real no genera riqueza alguna, por el contrario, lo destruye. Cuanto más gastos estatales, más recursos se toma de la gente que produce y trabaja. Esto igualmente influye negativamente sobre la generación de más riqueza puesto que el Estado al avanzar en sus gastos termina por crear más impuestos pagaderos por los creadores de riqueza. Dicho de otro modo, cuanto más gasta el gobierno (cualquiera sea) más recursos quita a los individuos.
El motivo del déficit
El motivo por el cual tenemos déficit es tan elemental que hasta parece que algunos se pierden en elucubraciones técnicas. El déficit existe porque el Estado gasta demasiado. Ahora bien, el déficit que no es más que una diferencia negativa entre los ingresos y los egresos públicos en un cierto periodo de tiempo, es una cuestión importante. Pero si nos detenemos únicamente en el déficit y hasta en la misma deuda y dejamos de lado el gasto, estamos cometiendo un error.
Esto quiere decir que el problema más serio y profundo no es cómo la gente paga por el gasto (impuestos y endeudamiento) sino el gasto en sí mismo. Dicho de otro modo, la razón del déficit y de los endeudamientos es porque el Estado gasta demasiado, por tanto, el problema más serio y profundo es el gasto.
El problema más serio
El problema se inicia con el déficit y es causa de las crisis que se tienen desde antaño. Los llamados estados modernos no han escapado de esta tendencia sino que más bien lo mejoraron para volverlos crónicos. Nuestro déficit en Paraguay por ejemplo de no más del 4% en apariencia parece poco, pero es apenas la punta del “iceberg”.
El mal gasto, el despilfarro, la corrupción, la riqueza mal habida que estimula a que el modelo se haya vuelto sistémico es una oportunidad para volverse ricos de la noche a la mañana. Ocurre que este modelo de gestión y de política tal como la tenemos a la fecha se alimenta nutritivamente de los recursos provenientes del sector privado. Este sistema hace que tengamos déficit, pero el problema de fondo es otro: está en el gasto.
Se dice y con razón y personalmente soy un radical proponente en bajar los impuestos para así estimular el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). La idea y la propuesta es correcta. Sin embargo, aún cuando consigamos crecer a más del 7 u 8% anual podremos pagar los niveles del gasto que también crecen sin detenerse.
Además, ningún partido político de los que ya tienen algunos años en el país está dispuesto a reducir los impuestos y/o bajar el gasto público. Pero si en verdad se desea un cambio estructural el gasto es el que debe reducirse. Aún cuando logremos hacer crecer el PIB si el gasto no es corregido ese gasto también seguirá aumentando alimentándose del crecimiento logrado.
Desde luego que recortar el gasto no es fácil y más todavía en un ambiente político como el nuestro, donde la idea predominante es la de tener al Estado como promotor de la economía. Pero es tiempo de tener las ideas correctas, el patriotismo y el valor de entender y de hacer por nuestro país lo que nadie aún se ha atrevido a llevar a cabo: El problema más serio no es el déficit, lo grave es el gasto.
Razón
La razón del déficit y del endeudamiento es porque el Estado gasta demasiado, por tanto, el problema más serio y profundo es el gasto.
Malgasto
Despilfarro, malgasto, corrupción, riqueza mal habida estimulan que se haya vuelto sistémica la ocasión de volverse ricos “de la noche a la mañana”.
(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.