Moneda común en Mercosur será la ruina del Paraguay

A partir de la década de los 70, en Europa sus gobiernos empezaron a intervenir con mayor énfasis sus economías. El daño al comienzo no fue tan notorio como ocurre en esta parte del mundo latinoamericano. Por aquí se hizo gala pública el despilfarro de los recursos junto con la corrupción.

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Los europeos en periodos históricos mostraron meticulosidad en la administración de las finanzas. Aunque un primer cambio trascendental sucedió en la década arriba citada. Aumentó el gasto público afectando al crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). Ese primer cambio produjo desequilibrios fiscales y monetarios. Pero estaba como disimulado debido a que al mismo tiempo se consolidó en el viejo continente el llamado Estado de Bienestar.

Esto es, si bien la contraprestación era destacable, pues se notaba en obras y comunicaciones en general, a más de la educación y la salud, también el gasto se elevó demasiado y tratando de financiarlo sobrevinieron la deuda y la inflación.

Inglaterra, por ejemplo, se convirtió en una economía cada vez más socialista, adepta a lo que se conoce como la tercera vía. Esto no fue gratis. El bajo crecimiento económico afectó la creación de empleos e hizo caer el contento de los ciudadanos hacia los gobiernos.

En los ‘80 aparece en escena Margaret Thatcher. Además de constituirse en la primera mujer primer ministro de ese país, la conocida “dama de hierro” inició la revolución liberal (en su sentido clásico europeo), privatizó y redujo los impuestos. Inglaterra volvió a ser pujante.

Si el primer cambio trascendental estuvo en el viraje hacia el ostentoso Estado de Bienestar, el segundo cambio fue el que más incidió sobre Europa: en los años ‘90 los europeos decidieron tener una moneda única, el euro.

Una sola moneda resuelve cuestiones básicas como unidad de uso entre varios países, lo que facilita la integración. Pero como llamada de atención es preciso tomar en cuenta la armonización de las políticas monetarias y fiscales de los países integrantes.

Los alemanes -que por experiencia histórica sabían de lo dañino de la inflación- se preocuparon en ser responsables en el manejo del euro. Pero no todos los demás países tenían la misma intención. El déficit fiscal era un problema para las economías y entonces se establecieron reglas rígidas para evitar los desequilibrios fiscales.

Entonces, ¿Cómo resolver el déficit?

Una sola moneda como el euro no resuelve problemas de fondo. ¿Cómo reducir el déficit en aquellos países “menos disciplinados”? La pregunta es fundamental porque de su respuesta se podrá deducir qué puede ocurrir con la economía en una región determinada (sugiero al lector que piense en el Mercosur).

Si, digamos, Argentina, sostiene que el déficit puede ser financiado inflando la moneda, entonces estamos en un grave problema, dificultad que ya la tienen en ese país en este momento. Ocurre que para resolver el déficit se pueden establecer dos metas concretas: se bajan los gastos o se aumentan los impuestos.

Bajar los gastos o aumentar los impuestos son políticas absolutamente diferentes entre sí. Son dos formas teóricas y prácticas que no tienen forma de ser aplicadas de manera tibia o poniendo paños fríos. Es uno de ambos, no hay otro modo, al menos si se pretende algo en serio de efectos positivos para la economía.

Por supuesto que si se decide aplicar la fórmula populista, esto es, por ejemplo ambos a la vez (bajar un poco los gastos y aumentar los impuestos), es posible, pero es la mejor estrategia para “patear” para adelante un problema para que luego otro lo resuelva. ¡Pero no funciona!

El déficit no es inflación

Desde luego. Pero ocurre que su tratamiento hizo que se las considerara como similares y no es así. Este es un tema no resuelto a la hora de aplicar medidas concretas. Entonces, mientras no se ataque con firmeza el mal gasto, tanto el ahorro como la inversión seguirán siendo afectados por los impuestos y la deuda.

Esta notable confusión ocasiona un círculo vicioso que torna el escenario económico de la región en algo tan incierto, similar como cuando se ve una tormenta apareciendo en el horizonte y para decirlo de un modo más directo: cualquier cosa puede pasar.

Si además de la indefinición entre bajar el gasto o subir impuestos está en que se considera que el déficit es inflación, pues la conclusión es que se considera que la inflación se corrige solo con bajar el gasto y no es así: se corrige dejando de emitir moneda y crédito artificial por parte del Estado.

De ahí que el único modo de reducir el déficit es ciertamente frenando los gastos del Estado, pero al mismo tiempo reduciendo los impuestos. ¿Se animarán los políticos y burócratas a bajar tributos e iniciar las reformas para limitar expresamente el gasto público?

No es que no se pueda hacer. Se puede. Pero para dar ese paso se tiene que, primero, contar con ideas correctas de libertad económica y, segundo, liderazgo; dos atributos que distan lejos de tener los políticos y burócratas que alimentan de manera permanente el clientelismo prebendario del cual demasiados se han acostumbrado como forma de vida.

Arrastrado

Paraguay será arrastrado a la ruina por la moneda única o la que se disponga en común en la región. Se guardará como ahorro lo que las personas y empresas consideren como moneda buena en ese momento y se gastará la mala.

Al no resolverse ni el déficit ni la inflación como tampoco la deuda, la moneda única o la de uso común de intercambio, por tanto, suplantará a la buena moneda, la que es guardada bajo el rigor de moneda con valor de cambio.

Para que el dinero tenga valor de uso es necesario que antes tenga valor de cambio. Y el valor requiere que la moneda se base en algo distinto como el oro, por ejemplo, y no solo en sustitutos monetarios como hoy día son los billetes.

De igual importancia, Paraguay debe crecer a más del 7 y 8% anual por lo menos durante 10 o 15 años seguidos cuanto menos. Y la manera de lograr ese salto hacia el progreso está en iniciar la reducción del déficit de la deuda, de los impuestos, frenar los gastos estatales en un ambiente de predecibilidad y seguridad jurídica que garanticen la vida, la libertad y la propiedad privada.

Políticas

Una sola moneda resuelve cuestiones básicas como unidad de uso entre varios países, lo que facilita la integración, pero hay que armonizar las políticas monetarias y fiscales de los países.

Firmeza

Mientras no se ataque con firmeza el mal gasto, tanto el ahorro como la inversión seguirán siendo afectados por los impuestos y la deuda.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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