Uruguay tiene razón y Paraguay sigue equivocándose en el Mercosur

Cuando se llevó a cabo la Cumbre del Mercosur a mediados del presente año, nuestro país expuso su posición con referencia a la decisión de Uruguay de avanzar en acuerdos comerciales. Dijo que Uruguay se equivocaba. En realidad era Uruguay el que tenía razón en aquel momento y lo sigue teniendo a la fecha.

Si el mundo necesita lo que en la región producimos y hacemos mejor, pues hay que ofrecerle sin contratiempos lo que tenemos.
Si el mundo necesita lo que en la región producimos y hacemos mejor, pues hay que ofrecerle sin contratiempos lo que tenemos.GENTILEZA

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El Mercosur se volvió un problema en vez de una solución. Encontrarse atado a un esquema de burocracia y de falta de enfoque comercial donde prevalecen los intereses corporativos en lugar del comercio tal como debe moverse es para hartarse. Si el mundo necesita lo que aquí en la región producimos y hacemos mejor, pues hay que ofrecerle sin contratiempos lo que tenemos.

¿Qué otro sentido tendría entonces un bloque comercial? Si se convirtió en lo que no debió, entonces debe ser corregido y más todavía cuando los países en términos geopolíticos se están posicionando en búsqueda de oportunidades. Los EE.UU., la Unión Europea, China y Rusia están reordenando ejes estratégicos en un planeta fluctuante no solo en el orden comercial sino también militar.

Si se suman estas condiciones citadas y si Uruguay quiere firmar acuerdos de libre comercio fuera del bloque pues tiene toda la razón. Y si nosotros, Paraguay, país igualmente pequeño con una economía emergente necesitada de vender sus productos especialmente del campo no nos damos cuenta de aquella recomposición geopolítica, quiere decir que estamos en manos de gente sin ningún sentido de comprensión de la dinámica de las relaciones internacionales.

Creen nuestros técnicos y políticos con referencia al Mercosur que al mundo le interesan las “internas” de los países.

De ninguna manera. Lo que el mundo demanda es alimentos y nosotros los tenemos y cada vez mejor en calidad y cantidad. Si la producción y productividad han venido aumentando es porque aquí se invirtió y se sigue invirtiendo pese al grado de incertidumbre que los propios gobiernos avalan con decisiones y hasta omisiones.

Lo que no fue

El Mercosur que podía haber sido ese espacio de libertad económica y por qué no una oportunidad para millones de indigentes asediados por el estatismo y que como región también podría haber logrado objetivos sanitarios conjuntos como contar en tiempo y forma con las vacunas para el coronavirus, terminó enredado en la perversa telaraña de intereses proteccionistas provenientes de Estados cuyos gobiernos e integrantes siguen viviendo a costa de los demás. Es la traición de los mercantilistas.

A la fecha, el Mercosur está supeditado a los fuertes intereses de la coyuntura política y económica del Brasil y de la Argentina, en especial de este último país. Los presupuestos deficitarios, el desorden monetario y fiscal, hicieron que los ingresos tributarios sean insuficientes para cubrir el gasto público. Pronto sobrevino el estatismo económico, un modelo de proteccionismo comercial, abuso de la burocracia, con subsidios y trabas arancelarias.

A estas distorsiones que imposibilitan el libre comercio, la industria paraguaya sigue siendo la más perjudicada debido al persistente aumento del Arancel Externo Común –propiciado por Brasil y especialmente Argentina– que, a la fecha, llega al 30% de productos de extrazona.

Paraguay de esta manera quedó encerrado a expensas de las industrias argentina y brasileña. Argentina y Brasil libran su propia “guerra fría comercial”. Ambos países dicen proteger sus economías, en perjuicio de aquellas de menor porte como el nuestro que no encuentra un mercado que facilite el acceso a sus productos de exportación.

Nuestro país, al igual que Uruguay, son los perjudicados en el bloque. Todavía a la fecha ni tan siquiera un jabón podemos colocar con facilidades en los supermercados de la fronteriza ciudad brasileña de Foz de Yguazú o en Clorinda, Argentina.

Debió ser

Con un territorio de 15 millones de km², una población de 300 millones de personas, gran variedad de riquezas, naturaleza pródiga, agua dulce, recursos energéticos y tierras fértiles, un espacio de mercado común hubiera generado en esta región del mundo un extraordinario crecimiento económico y cultural como nunca antes en su historia.

Desde la firma del Tratado de Asunción en 1991 que dio origen al Mercosur (Mercado Común del Sur) instituido originalmente por nuestro país, Argentina, Brasil y Uruguay, el propósito consistió en propiciar oportunidades comerciales y de inversiones. El medio: la integración competitiva de las economías nacionales hacia el mercado internacional.

Como bien dijo Adam Smith, fundador de la economía moderna en su señera y actualísima obra “La Riqueza de las Naciones” publicada en 1776, el libre comercio es la más eficiente forma para asignar los siempre escasos recursos para las inmensas necesidades.

Los actuales tratados de libre comercio (TLC) de algún modo señalados en aquel libro del filósofo escocés, ciertamente fortalecen las variadas capacidades de los habitantes en sus respectivos países, esto es, en los bienes y servicios donde ofrecen mayor productividad para así intercambiar con otros en un ambiente de recíproca colaboración. En el comercio internacional libre todos salen ganando.

Fue el libre comercio

De hecho y tal como la historia económica lo corrobora, ha sido el libre comercio el que concitó el avance del desarrollo en aquellos lugares donde la miseria y el desempleo campeaban. El tan repetitivo desarrollo del cual hacen alarde los políticos y burócratas y que por lo general nada hacen al respecto sino más bien lo obstaculizan, es el resultado de la soberanía de la gente en la libre y responsable decisión por sus derechos de crear, intercambiar, comprar y vender, exportar e importar y de contratar.

Sin embargo, hay una cuestión demasiadas veces desconsiderada en lo atinente al desarrollo. Si en verdad se pretende una economía de mercado y una región de mercado común liberalizadora de sus potencialidades mirando el mundo exterior (como debería ser el Mercosur) la libertad económica es su condición sin la cual no es posible avanzar hacia mejores estadios de condiciones de vida.

Una genuina zona de libre comercio implica una economía abierta. Y no solo internamente, sino también externamente. Más allá de las fronteras se requiere que las personas y las empresas puedan trabajar, comprar, vender y contratar libremente, sin estar sometidas a los designios y hasta de los caprichos de los que se encuentran en el poder de turno.

La dirección correcta

El gran paso de la sociedad tribal a una más organizada fue el resultado de la división del trabajo o ley de asociación señalada inicialmente por David Ricardo en su “Principios de economía política y tributación” y luego con más detenimiento y rigurosidad por Ludwig Von Mises en su “Tratado de Economía, la acción humana”.

Sin necesidad de coerción estatal, el interés de las personas por mejorar colaborando con sus prójimos termina por beneficiarles a ellos como igualmente a los demás, siguiendo aquel gran “dictum” de “la mano invisible” expresado de manera magistral por el filósofo fundador de la economía, Adam Smith.

Sin embargo, sin los fundamentos aquí citados a modo de introducción, es preciso dejar bien dicho y sin temor a equívocos que cualquier iniciativa por un espacio de libre comercio terminará por contaminarse debido al estiércol hediondo del estatismo mercantilista que nuestros mismos políticos y burócratas emanan. Mientras tanto, Uruguay tiene razón, y Paraguay sigue equivocándose en el Mercosur.

Enfoque

El Mercosur se volvió problema en vez de solución. Encontrarse atado a un esquema de burocracia y de la falta de enfoque comercial es para hartarse.

Libre

El libre comercio es el que concitó el avance del desarrollo en aquellos lugares donde la miseria y el desempleo campeaban.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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