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El síndrome de Estocolmo es un fenómeno que trasciende el mundo cognitivo normal y de la explicación gramatical simple. Ella cae dentro de un comportamiento psíquico raro y la figura literaria de lo paradójico. Lo mencionado resulta en que la víctima de un secuestro, esclavitud, abuso sexual, violencia física, psíquica, moral u económica, o hasta de terrorismo, crea o desarrolla un vínculo positivo hacia su captor o explotador, como respuesta al trauma de la explotación.
Muchas veces en nuestro afán de conocimiento nos zambullimos hasta el fondo de un artículo o un libro. Solo en las profundidades descubrimos que estamos inmersos en una cloaca fétida. En este mismo espacio y una semana atrás, lamentablemente, he leído un escrito apologético de nuestras relaciones energéticas con el Brasil. Me refiero a la hidroeléctrica binacional Itaipú. Digo lamentable, porque es un desperdicio de espacio en este medio libertario. Si el mencionado “escritor-analista” está enamorado de nuestros captores energéticos, es un problema personal que debe llevarlo, discretamente, a un psicólogo o un psiquiatra. Y lo digo con todo respeto. Ningún lector está obligado a leer tamaño adefesio jurídico-económico, aún cuando provenga del Papa y se trate de un espacio para el debate.
Muchos a esta altura se cuestionarán y dirán: ¿acaso no es un espacio para el debate? Y tendrán razón; pero a muchos nos invade un sentimiento similar al que probablemente han sufrido los parientes de los secuestrados del EPP. ¡Qué patético! Los criminales recibiendo conmiseración cuando los afectados del crimen ni siquiera otorgan la mínima clemencia. Cuando el pueblo paraguayo vio el féretro de Osvaldo Villalba entrando al Buen Pastor, muchos dijeron: “se declaró so’o” (esto no tiene parangón, es un circo).
En todo sistema existe un mínimo y máximo de tolerancia, de ética, de moral o de raciocinio básico, mismo en este muro de los lamentos al cual llamamos Suplemento Económico. Hecha esta lamentación energética, anhelo que a partir de la fecha sean considerados estos límites de decencia y ética periodística. Además, al tratarse de un espacio histórico donde honorables técnicos y juristas han desfilado para defender los intereses nacionales, sería totalmente injusto dar espacio a una manifestación del síndrome de Estocolmo.
Habíamos preguntado en las dos ponencias anteriores: ¿Cuál es el valor, o el precio de nuestra energía? Algunos contestaron groseramente que “Brasil es el socio de los sueños”. Es decir, Itaipú fue el mejor negocio de la historia paraguaya. ¡Una felonía desde donde se lo mire! Quiere decir que las cinco resoluciones de los cinco períodos distintos de la Contraloría General de la República, de todos sus contadores y especialistas; de todos los ingenieros, técnicos, trabajadores, economistas y profesionales en general que hemos pasado por la hidroeléctrica estamos todos locos, luego nuestras ponencias son mentiras o divagaciones energéticas.
Y pensar que el preopinante fue, al decir del mismo, “un alto gerente”. Solo eso puede explicar tamaña ridiculez económica y geopolítica. Un alto salario te hace hablar “en lenguas” o 70 idiomas diferentes. ¡Lo que logra las prerrogativas de un superintendente! Es que Itaipú siempre se ha manejado así. Domestica un sindicalista, aún cuando sea un ingeniero, luego le otorga un cargo. Cuando nota que ha perdido su libertad o su dignidad le exige lealtad o firmar hasta por su óbito. Cuánto más alto es el rango, más sordo se vuelve el patán.
No creo que esta situación cambie, porque en Itaipú el que manda hasta hoy es nuestro socio “condómino”. No importa que las diez máquinas paraguayas sean de 50 Hertz, no importa que simbólicamente estén dispuestas cada banco dentro de los límites imaginarios; no importa que los logros del Acuerdo Lugo-Lula estén firmados por dos presidentes y ratificados por sus congresos. No importa, en fin, todo el sacrificio de miles de vidas paraguayas que han quemado sus neuronas y sus hormonas para buscar un horizonte más justo y un negocio con equidad. Siempre existirán los entreguistas y claudicantes como el mencionado ingeniero-sindicalista-gerente que vende sus palabras al mejor postor.
Por todo lo antedicho tengo vergüenza ajena; a muchos nos cuesta tiempo, sudor y lágrimas presentar nuestras ponencias basadas en hechos reales, conjeturas posibles, tesis válidas matemática y económicamente. En fin, nada de lo que aquí expuesto fue al solo efecto figurativo o de simple vanidad pública. Existe materia gris y convencimiento de que Itaipú y Yacyretá pueden ser negocios rentables para el Paraguay. Es solo hacer el cálculo más sencillo, energética y financieramente. ¿Cómo lo hacemos? Multiplicando nuestros excedentes por el precio de mercado más cercano, brasileño o argentino y ¡ya está! ¿Cuánto cuesta eso? Y bueno, una nueva república, ¡por eso muchos ya no creen en el “sistema” que se resiste a abandonar el poder!
¡Ovaléma! “Profesando ser sabios se volvieron necios” Romanos 1:22
Manejo
Es que Itaipú siempre se ha manejado así. Domestica a un sindicalista, aún cuando sea un ingeniero, luego le otorga un cargo.
(*) Jubilado de Itaipú