Cargando...
Los técnicos del neokeynesianismo se equivocan. No saben o mejor dicho quieren hacer creer a la población con supuestas sesudas interpretaciones, que el endeudamiento es una política moderna y necesaria para el desarrollo del país. Y no es así. Es una medida peligrosa que va más allá de la economía misma porque se está llegando al punto de no tener la suficiente capacidad de pago, lo que repercute sobre las finanzas sanas.
Igualmente, el problema que se está gestando y resulta de proporciones gigantescas sus efectos es que se está hiriendo a muerte la soberanía nacional. Y sobre este punto en particular, hay algunos que me han dicho que la soberanía nacional es un tema del pasado, que estamos “en la modernidad y en un mundo diferente” y que, por tanto, los que insistimos sobre este tema debemos acallar nuestras voces.
No y no
Mi respuesta a esta persistente política de endeudamiento es ¡no y no! Las voces y reclamos manifestadas en cuanto lugar exista sobre el valor de la soberanía hacen al patriotismo porque lo que aquí está en juego es el presente y el futuro del Paraguay, y no solo como un Estado organizado políticamente, sino como una nación, ese entramado de tradiciones, costumbres e historia.
Si el endeudamiento sigue trepando así como sigue pues pronto perderemos nuestra sostenibilidad fiscal y estabilidad monetaria. La razón no es complicada. A diferencia de los países ya desarrollados cuyas finanzas son soportadas por sus vigorosas economías privadas, lo que les permite incluso elevar sus ratios de deuda incluso topeando sus PIB, aquí en nuestro país tal situación no ocurre.
Somos una economía emergente porque no está dada las certidumbre jurídica económica que hacen al Estado de Derecho y a libre mercado con reglas de cumplimiento para todos sin excepción, de modo a que el ahorro nacional como extranjero puedan convertirse en inversiones a largo plazo.
Aquí la inseguridad, la corrupción, ese proceso de tramitologías y burocracias y de alta discrecionalidad por parte de los políticos y burócratas vuelven inciertas las disponibilidades de dinero para el desarrollo.
La soberanía
A diferencia de los que siguen creyendo ilusamente sobre que la soberanía es una cuestión del pasado y hasta de nacionalismo, es preciso decirles que además de equivocados su visión es obtusa y de corto plazo. Solo ven el árbol y no el bosque.
Prefieren seguir cargando sobre las generaciones más jóvenes políticas de más dinero para que de ese modo los nuevos ciudadanos de ese futuro cercano ya no cuenten con posibilidad alguna de responder a las nuevos empréstitos porque toda esa nueva generación se convertirá en deudores dependientes.
En efecto, la soberanía es el ejercicio de la autoridad en un territorio determinado. Sin embargo, los detractores de la soberanía están mimetizados de fascistas, de alta alcurnia autoritaria y totalitaria, porque olvidan que la autoridad recae en el pueblo que ejerce su poder mediante el contrato de legalidad establecido en la Constitución Nacional.
La soberanía significa, por tanto, independencia contra todo poder extranjero que provenga de otro Estado o de corporaciones privadas. El concepto de soberanía desde luego es lo más cercano al respeto del individuo en su libertad porque ese individuo elige vivir en un territorio determinado donde se respeten y garanticen sus derechos naturales a su vida, libertad y propiedad privada.
El endeudamiento es incompatible con el régimen de la libertad en una sociedad que se precie de establecer límites al poder de los gobiernos como también garantice los sagrados e inalienables derechos a la vida, la libertad y la propiedad.
Resulta, por ende, que las políticas de endeudamiento son en verdad incompatibles con el orden constitucional basado en aquellos derechos individuales porque compromete el patrimonio de futuras generaciones que no eligieron al gobierno que contrajo la deuda.
Y todavía más, cuando todo un país queda en situación de deudor dependiente, pues el ingreso de agendas foráneas a cambio de seguir dándole dinero a ese país se vuelve mucho más fácil. Es como una moneda de cambio.
Se vuelve tan grande y grave la dependencia de dinero para seguir haciendo funcionar al país con más préstamos que se acepta cualquier legislación porque lo que interesa es el ahora mismo y no lo que pase mañana. Ahí están la agenda ambientalista, el indigenismo, la ideología de género, esto es, los 17 objetivos del desarrollo sostenible (ODS).
Dejan de lado
Nuestros políticos y tecnócratas son adeptos al keynesianismo y conspiran a propósito contra los derechos del hombre libre y ciudadano porque saben que sin esos derechos tienen la cancha libre para hacer lo que mejor saben: colocar al Estado en un pedestal para desde arriba mirar a la gente que trabaja y produce sin mediar interés alguno en el devenir de la economía y la política; una economía y una política que deben ser puestas al servicio del individuo y no al revés como ellos consideran.
Este es el problema de fondo con el cual nos enfrentamos y de hecho siempre fue la gran controversia en la historia universal. Si el poder estatal puede avanzar sin tregua o si el mismo tiene algún límite de orden moral, filosófico, económico y político.
Si se considera que la limitación del poder de los gobiernos está en lo que los intelectuales y planificadores deciden sobre las demás personas, pues quiere decir que estamos dejando a un feroz y hambriento tigre cuidando de conejos, lo que supone un resultado cierto y único.
De ahí precisamente la importancia del Estado de Derecho, conocido también como el imperio de la ley por el cual el derecho natural es superior al positivismo jurídico por cuanto que éste último crea legislaciones para proteger al Estado y no al individuo. Rompiéndose el principio de la igualdad ante la ley, entonces hemos dejado que sea el mismo poder gubernamental el que decida por sí y ante sí por la actuación de sus funcionarios, lo que implica impunidad e inmunidad por los desvaríos y delitos que cometen.
Y ocurriendo esto, quiere decir que los tecnócratas y políticos que solo buscan resultados a corto plazo tienen expedita la vía para hacer lo que mejor les parece o lo que es lo mismo, hacer lo que mejor les parece con nuestro dinero.
Disponer del dinero de otro y para los objetivos que tienen los propiciadores del Estado sobre el individuo nos lleva directo, no a la discrecionalidad sino a la arbitrariedad. Así, endeudar a otras personas con cargo a cobrarles lo más rápidamente posible dejando incluso a que la siguiente generación se convierta en los nuevos deudores, sin tan siquiera haber prestado su consentimiento a tan deleznable carga impuesta.
Sin pensamiento critico
Lo que está pasando con el endeudamiento es el efecto del desconocimiento como también y sobre todo del relego adrede de los principios de la economía sana y vigorosa como también del Estado de Derecho. Desde luego que lo que se llama Estado de Derecho les tiene sin cuidado a los demócratas. Pero en realidad no son demócratas al menos en el sentido del liberalismo republicano. Un genuino republicano liberal busca con afán limitar al poder y darle cabida en la sociedad al orden constitucional de la libertad.
El endeudamiento no solo es economía, también afecta nuestra soberanía y es ésta última la que más está en juego porque desde aquí la economía quedará a expensas de poderosos grupos de poder mundial en contra del Paraguay.
Medida
Es una medida peligrosa que va más allá de la economía misma porque se está llegando al punto de no tener la suficiente capacidad de pago, lo que repercute sobre las finanzas sanas.
Fiscal
Si el endeudamiento sigue trepando pronto perderemos nuestra sostenibilidad fiscal y estabilidad monetaria. La corrupción e inseguridad tornan incierta disponibilidad de capital para desarrollo.
(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.