El orden social de la libertad versus la sobrevaloración del Estado

La economía llamada austriaca es una escuela humanista y multidisciplinaria que fue y sigue desarrollando aportes desde la comprensión del ser humano. Esto significa básicamente que trata de los hombres y mujeres tal como son en realidad y, por tanto, no se centra en un estereotipo del autómata como lamentablemente cae en ese error la Escuela Neoclásica hasta incluso los teóricos de la Universidad de Chicago.

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El protagonista de los fenómenos sociales es el ser humano dotado de una innata capacidad para descubrir sus objetivos que considere necesarios y actuar posteriormente para alcanzarlos.

Esta escuela liberal o libertaria nacida en 1871 con la publicación del libro de Karl Menger “Principios de economía política” para definir más precisamente los términos, por ejemplo, recoge la tradición de la Escuela de Salamanca y de ese modo sus aportes llegan a nuestros días, sin descartar lo que luego harían Mises y Hayek.

Entre algunos de sus primeros aportes está la teoría subjetiva del valor, la utilidad marginal, teoría del surgimiento espontáneo de las instituciones o el haber acabado con la teoría marxista de la explotación, entre otros, que conforman una serie de ideas que luego serían desarrolladas por los extraordinarios aportes de sus seguidores.

La sociedad conformada por individuos diferentes es un proceso competitivo que no se encuentra en equilibrio, sino en permanente dinámica. Lo expresado es sustancial.

No puede ser diseñado

Ocurre que aquel orden espontáneo de ensayo y error, o lo que es lo mismo el individuo y la sociedad, no puede ser diseñado ni controlado desde un centro de poder, cualquiera sea este. Esta apreciación convirtió a la Escuela Austriaca de Economía como la que mejor explica los daños de la intervención del Estado. El intervencionismo gubernamental perjudica el proceso de creatividad y coordinación que mejor lo realizan las personas.

Resulta importante hacer notar en este escrito que el análisis económico por lo general expresado por las demás escuelas del pensamiento sostiene que el mercado se encuentra en un equilibrio pero con fallos (neo y post keynesianos) o que no cuenta con esos fallos por ser Pareto- eficiente según sostiene la Escuela de Chicago.

De hecho, un mercado perfecto no existe porque es una contradicción en términos, cuestión que llevó a errores que hasta la fecha los neoclásicos no han podido resolver. En realidad, el mercado como un orden social de cooperación se entiende y se lo defiende mejor no precisamente por ser eficiente en sí mismo sino porque el mercado es un procedo de descubrimiento, de creatividad y coordinación que jamás está en equilibrio.

Para que funcione

En consecuencia y para ir a una primera conclusión, para que funcione el amplio orden de cooperación social entre los individuos que intercambian sus propiedades, el Estado mediante su respectiva intervención no debe dificultar el ejercicio de lo que se llama la función empresarial. Por tanto, el respeto y garantía a la propiedad privada es fundamental mediante un estado de derecho.

Por cierto, resulta de suma importancia que dejemos de lado de una vez por todas la equivocada idea de los socialistas que le agregan el término social para así volverse adherentes a los filósofos fabianos que mediante esa palabra “social” terminan por destruir no solo la economía y la política sino la misma civilización.

El problema

El problema con el que nos enfrentamos y que por cierto siempre ha sido el deseo de los autoritarios mimetizados de buenas intenciones y que se hacen llamar demócratas o cultivadores de la justicia social o de estado social (puerta abierta al neo comunismo) está en el intervencionismo gubernamental, esa malsana tendencia de querer inmiscuirse en los asuntos de las personas mediante el uso de la coerción proveniente de legislaciones, burocracias y todo lo que entorpezca los acuerdos voluntarios.

Ahora mismo, por ejemplo, nuestra economía se encuentra supeditada a auges y contracciones porque se insiste en la economía de la demanda, o lo que es lo mismo, la versión keynesiana de la expansión del gasto y el crédito estatal para salir del estancamiento.

Esta teoría, por cierto nada novedosa, supone que el estado es un agente dinamizador de la economía cuando sobrevienen las crisis. Se cree así que la caja estatal es más importante que el mercado libre o “amplio orden de cooperación social” como lo definió F.A. Hayek, Premio Nobel de Economía y filósofo de la libertad.

Tecnócratas

En efecto, el exacerbado interés por lo que le suceda al estado se debe a la notable influencia en el pensamiento económico de la teoría keynesiana, aquella que considera que las medidas anticíclicas, como el intervencionismo fiscal, monetario y cambiario, son necesarios para impedir que la economía caiga en recesión. Sin embargo, lo que los técnicos no ven es que sus políticas anticíclicas son las que profundizan todavía más las crisis.

La especialización a la que accedieron los técnicos convertidos todos ellos en agentes y la tecnocracia, todos ellos muy bien formados en su teoría, están enceguecidos por sobrevalorar el rol de los gobiernos en la economía y terminan por olvidar e ignorar que no hay inversión sin ahorro previo, y esta elemental ecuación solo puede originarse en el sector privado.

Por supuesto que a los políticos les viene como anillo al dedo las sugerencias de estos técnicos alumnos del keynesianismo. Cuanto más Estado exista y metido en todo, más recursos se repartirán bajo la batuta del populismo y la corrupción.

Eso fue lo que hicieron los técnicos keynesianos. Lograron el crecimiento desmesurado del estado bajo la presión de poderosos grupos de interés, encabezados por los mismos políticos que han hecho de los gobiernos una fuente inagotable de las más escandalosas riquezas mal habidas.

En este momento de la economía nacional e internacional los estados mediante sus gobiernos respectivos son un enorme y peligroso Leviatán. Demasiados son los que forman filas para darle un manotazo a la piñata estatal para que caigan los caramelos a repartir. Este modelo no puede sostenerse en el tiempo.

Keynesianos hasta la médula

De hecho, el keynesianismo con todos sus mejores técnicos ya no pudieron detener lo que se inició desde los años 1970 cuando muchos países, incluso desarrollados, cayeron en lo que se conoce como estanflación, una mezcla de recesión, inflación y desempleo. Hasta hoy día, las crisis de orden global están relacionadas a esta línea de pensamiento.

Los técnicos cultores de la economía de la demanda prefieren las políticas anticíclicas sin detenerse a mirar sobre quiénes finalmente recaen los costos de sus intervenciones al mercado.

Los técnicos keynesianos no ven que la continua y periódica desaceleración de las economías se debe a la incomprensión y hasta ignorancia de una de las más sencillas pero profundas leyes de la economía, la de Say, por el cual no puede haber demanda sin oferta, esto es, cuanto más bienes se produzcan, más bienes se demandarán, afectando a todo el mercado.

Los técnicos keynesianos no quieren ver porque les encanta “dirigir” la economía —lo que es un despropósito— es que ellos son los que diseñan el aborrecible estatismo mercantilista de la tramitología, un fastidioso enjambre de procedimientos en cada oficina estatal y del multimillonario malgasto. Los técnicos keynesianos son los que han creado las crisis. Sus ideas y medidas aplaudidas por políticos y burócratas lo único que hacen es estorbar a los emprendedores impidiéndoles ahorrar e invertir.

El problema económico por ende no está solo en asignar los recursos escasos a las necesidades siempre urgentes e inmensas, sino en asignar los escasos recursos a las necesidades que los individuos consideran importantes.

La creación de riqueza y su distribución es solo posible y compatible con el orden social de la libertad, permanentemente acosado por el exacerbado interés por un estado cada vez más grande e inútil, costoso y corrupto.

Manotazo

Demasiados son los que forman filas para darle manotazos a la piñata estatal para que caigan caramelos a repartir. Este modelo no se puede sostener.

Repartija

Cuanto más Estado exista y esté metido en todos los sectores, más recursos se repartirán bajo la batuta del populismo y de la corrupción.

(*) Catedrático de materias jurídicas y en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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