El tecnicismo globalista del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial

Los dogmas han subsistido a la razón y al sano discernimiento porque toman por cierto lo que sostienen aun cuando la realidad diga lo contrario. De este modo, los dogmas prevalecen, porque si se pone en duda su línea de pensamiento, pues dejaría ver que todo lo que sus defensores dicen fue un error.

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Por tanto, nada puede ponerse en duda dentro de su sistema de pensamiento. Por lo general, los dogmas están relacionados a las ideas religiosas, pero en este caso, también se convierten en parte importante, y por increíble que parezca, en la misma economía.

Así tenemos, por ejemplo, las políticas monetarias laxas, el incremento del gasto público y creer hasta ciegamente que los gobiernos saben gastar con eficacia y que el intervencionismo estatal es la manera de salir de la crisis, son precisamente esos dogmas que todavía subsisten en la economía.

Y como todo dogma sobrevive aun cuando los hechos prueban lo contrario. Tanto es así que se siguen enseñando en los centros de enseñanza con la afanosa prédica de periodistas, políticos y burócratas que desconfían de las reglas institucionales del mercado y el estado de derecho. Pero aquellos viejos dogmas al menos habían quedado en entredicho por los importantes aportes de las ideas del liberalismo republicano desde la Escuela Austríaca con los aportes de Mises y Hayek, la de Chicago con Milton Friedman en su momento, así como su puesta en práctica llevada a cabo durante la llamada revolución conservadora de los años 80 en los gobiernos en Inglaterra, por Margaret Thatcher, y en los Estados Unidos, por Ronald Reagan.

Estanflación

El resurgimiento de la economía de mercado de base liberal y republicana -por su apoyo en las instituciones- se produjo en aquellos años a finales de la década del 70 del siglo pasado luego de la desgracia que trajo consigo el estatismo socializante.

El keynesianismo hizo que los países incluso ricos tengan graves inconvenientes financieros y monetarios. Esto generó y terminó en un proceso que se conoce como stanflation, por el cual se da lugar a una mezcla entre el aumento del desempleo, la consecuente recesión y desorden monetario.

De los resultados de esta situación los pensadores liberales en lo político y económico lo sabían. Y lo sabían incluso de antemano porque los Estados representados por sus diversos gobiernos no pueden hacer milagros como usualmente se cree y todavía se predica ilusamente. Fue entonces que en aquellos citados años no quedó otra manera de corregir los problemas subyacentes del estatismo.

Fue necesario en los países ricos aplicar medidas de austeridad, saneamiento fiscal y sostenibilidad monetaria, una tarea de la que desde luego no están exentos los países más pobres, los subdesarrollados. Todavía más, los países con bajo nivel de inversiones y de Producto requieren medidas aun más rigurosas de control del gasto público por cuanto que sus respectivos Estados se fueron convirtiendo en verdaderos “ogros filantrópicos” como lo denominó alguna vez con acierto Octavio Paz.

Siempre es el sector privado

La realidad es que en los países como Paraguay el Estado todavía se guarda para sí incontables beneficios convertidos en privilegios. De este modo, lo que tenemos es que los gobiernos no son del pueblo y para el pueblo siguiendo el dictum de Lincoln para las genuinas democracias constitucionales; lo que tenemos es que los gobiernos pertenecen a la burocracia coaligada con los políticos.

El mal gasto, el despilfarro, la corrupción, las riquezas mal habidas son parte de un botín creado y mantenido por una estructura estatal de la que muy pocos, casi nadie, está dispuesto a hacerle frente. Poco interesan los malos servicios básicos, como el agua, la electricidad y la recolección de basura, y esto solo por mencionar lo esencial, porque si se habla de seguridad, justicia, salud y educación (y me refiero a lo que establece nuestra Constitución), pues ahí estamos más que atrasados.

Pero aún así se insiste en volver a los viejos dogmas. Los estímulos fiscales, políticas monetarias laxas y creer hasta ciegamente que los gobiernos saben gastar con eficacia es un error grave porque llevará al país, al Paraguay, a que el financiamiento de las políticas “sociales” y la corrección del estancamiento provengan de seguir con el festival de más deuda pública y luego se vendrá con énfasis la emisión de dinero.

Globalismo y error

Resulta llamativo aquello de que si se dice o se hace en otro país también por aquí lo debemos hacer. Esta tendencia que no es más que una falacia de autoridad. Lo podemos constatar cuando el ala “progresista” de la economía en el partido Demócrata en los Estados Unidos persiste en su intento de aumentar el gasto público masivo para atacar el desempleo, “ayudar” a los gobiernos estatales de este país con más dinero desde Washington para así incentivar el consumo.

Sin embargo, el dogma no se sostiene ante cuestiones de sentido común. Por ejemplo, una de las varias preguntas que debemos hacernos al respecto está en: ¿cómo pagamos todos estos gastos e inversiones?

De que aquí en Paraguay tenemos un rezago importante, por ejemplo, en infraestructura, es cierto. Esto no se puede negar. Pero aquí quieren hacernos creer que no debemos preocuparnos demasiado del gasto y la deuda.

Que para eso contamos con la suficiente capacidad de emitir bonos soberanos a bajas tasas de interés y más aun ahora que el promedio de los intereses se vienen para abajo indexados contra inflación.

Por lo visto la constancia tendencia de resucitar a los viejos dogmas de los que ellos, los políticos populistas y burócratas keynesianos, administrarán con solvencia, eficacia y transparencia no cesa con seguidores que cierran filas en todas partes, desde los gobiernos así como parte importante de la prensa y por supuesto los partidos políticos, cuyos dirigentes se encuentran muy encantados porque serán ellos los que “administrarán” la plata ajena, la de las familias, las empresas y los individuos.

Es decir, los supuestos de los que parten los argumentos para volver a los viejos dogmas resultan inadmisibles no solo por la teoría sino también por la práctica; los hechos dicen que no tienen razón, ¡están equivocados!

Todavía más, el FMI y el Banco Mundial trabajan para el globalismo, una línea de pensamiento cuyo objetivo es debilitar la economía de los países para volverlos adictos a sus medidas de endeudamiento, falta de reformas y así terminar de a poco con la soberanía.

Los viejos dogmas provenientes del tecnicismo propio del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) deben ser rechazados para impulsar otro camino diferente para hacer de nuestra economía una que en verdad sea vigorosa, pujante desde la iniciativa y creatividad individual y empresarial.

Dogmas

Los dogmas han subsistido a la razón y al sano discernimiento porque toman por cierto lo que sostiene aun cuando la realidad diga lo contrario.

Rechazar

Los viejos dogmas provenientes del tecnicismo del BM y el FMI deben ser rechazados para impulsar otro camino diferente.

(*) Catedrático de materias jurídicas y en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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