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La realidad es muy diferente. El populismo no es más que creer que las cosas son gratis, lo que es no solo un error sino la causa de las mayores calamidades. Al respecto, fue seguramente el célebre pensador y economista libertario Frederic Bastiat (1801- 1850) el que mejor expuso sobre el tema. “El Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo trata de vivir a costa de todos los demás”. Desde luego, personalmente considero que lo siguiente es todavía más esclarecedor: “La gente empieza a darse cuenta de que el aparato del gobierno es costoso. Lo que aún no ven es que el peso recae sobre ellos”.
Así como vamos y siendo nuestra economía la que más caerá en el presente período, los hechos dicen que no pueden los políticos seguir mostrándose contrarios a las transformaciones necesarias y hasta urgentes. Y digo políticos porque son ellos los que están en el Poder Ejecutivo como Legislativo en especial, los que tienen la sartén por el mango, mal le pese a los que descreen de la actividad política aquí o en cualquier lugar del mundo.
Pero estamos ante un problema y grande. En la forma en que se practica la democracia que tenemos ocurre que sobresale la preeminencia de dirigentes abyectos, pusilánimes y con falta de ideas modernas, con una mirada anclada en el tercermundismo, con propósitos de seguir viviendo a costa del pueblo contribuyente.
La soberanía expresada en el pueblo no se cumple ni se cumplirá de seguir así. La balanza del poder se ha desbalanceado a tal punto que un lado se vuelve cada vez más pesado conspirando contra los intereses del otro.
Por un lado, está la política tal como hoy la conocemos, y por el otro, la sociedad civil conformada especialmente por la gente que paga y seguirá pagando cada vez más sus impuestos para el latrocinio y el despilfarro de unos pocos. La política partidaria está bien organizada, sedienta de privilegios; y el otro, una sociedad civil desorganizada sin el debido compromiso de suficiente liderazgo para oponerse a la otra fuerza.
Por acción y omisión
Todavía más, mucha gente no se percata del todo de lo que está en juego en sus vidas en relación a la economía.
El votante no les presta suficiente atención a los errores cometidos desde el poder por acción y omisión. Por acción porque lo que se pone en práctica son medidas contrarias al genuino crecimiento económico, como por ejemplo el endeudamiento y ahora las políticas de subsidios a sectores que orillan en sumas de dinero atentatorias a la sostenibilidad de las finanzas, pues no sería raro que de su implementación coyuntural se pase como medida permanente. La “nueva” política de la “distribución de la riqueza”.
Y si vamos a la omisión en el terreno de la economía considerada también como la abstención de una conducta que debiéndose hacer no se hace, pues estamos en un verdadero embrollo.
La omisión de carácter culposa a dolosa también puede ocurrir en la economía cuando que se sabe que ciertas medidas que deberían llevarse a cabo no se hacen provocando daño a los demás. Y el Estado mediante el gobierno está actuando de manera dolosa. El daño provocado a la población por dejar seguir el despilfarro, el malgasto y todo lo que tiene relación con una burocracia cada vez más ineficiente son buenos ejemplos.
Entonces estamos ante un aprovechamiento del poder hacia la gente, situación que no hay que tomarla a la ligera. La democracia constitucional a la que debemos aspirar mejorando la calidad de nuestras instituciones requiere de libre competencia donde el poder político no se convierta en una forma de monopolio de hecho. Es cierto, sabemos que la democracia supone libertades civiles, lo que está bien y deben seguir siendo promovidas.
Insostenible
Sin embargo, una democracia sin libertad económica es la antesala de una nueva forma de autoritarismo que se parece demasiado a una tiranía en donde el poder del Estado con el gobierno que esté a cargo, se torna absoluto aun cuando lo obtenga por medios lícitos, esto es, provenga de las compulsas electorales. Si se van poniendo obstáculos a la iniciativa empresarial para que las personas sean las que produzcan, intercambien, vendan y compren mediante la garantía de la propiedad privada, pues entonces la libertad está bajo vigilancia.
El problema que tenemos es que esa libertad bajo vigilancia no es la democracia constitucional del imperio de la ley. No es el de la ley y el orden, ni el de la igualdad ante la ley. Es otra. Es abdicar de la seguridad para todos dejando algunos espacios donde pululan el desorden y la inseguridad. Ahí están las zonas en las que se mueve el mal llamado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) o el nombre que tenga con la suficiente capacidad de seguir secuestrando cuando se les ocurra.
Ahí están las invasiones a la propiedad privada, el hostigamiento permanente a los emprendedores del campo y también desde luego el asedio constante que se hace a los contribuyentes que siguen pagando sus tributos sin contraprestación ni rendición de cuentas por parte de sus mandatarios.
El año 2023, es cierto, es año de elecciones nacionales. Sin embargo, no puede ni debe convertirse en un año donde ni tan siquiera se trate una reforma de fondo y cuando digo de fondo me refiero a lo que transforma para bien de todos y no solo para algunos. La previsional, la del sector eléctrico, la del sector laboral, la del presupuesto, disminuir la burocracia asfixiante, la del servicio civil y otras son el comienzo de lo mejor a suceder en el país.
La excusa
Pero ocurre que a algunos les encanta propagar una excusa que la hacen saber como una gran idea: la época electoral. Esta excusa, sin embargo, es infundada por cuanto que su aceptación implica aceptar una nueva forma de tiranía en la forma que lo expresé más arriba; una nueva forma de barbarie en la que muchos políticos con la excusa de la época electoral avanzan en “sus proyectos” en base al prebendarismo y la corrupción. Total el costo, el alto costo, se pasa a los demás. Toda forma de privilegio, corrupción, riqueza mal habida y malgasto lo pagan los que invierten, trabajan y hacen lo posible por contratar a más gente.
A diferencia de lo que viene haciendo donde políticos y burócratas ven pasar los días como si nada sucediera en la economía, el Paraguay sin libertad económica y tampoco sin un sector público limitado con el compromiso de la permanente eficiencia, desburocratización, el uso correcto y transparente e los recursos que han sido detraídos de los contribuyentes, la realidad es que no podemos seguir perdiendo oportunidades.
Se conoce, es cierto, acerca del efecto del gasto público, pero una cosa es el gasto multiplicador positivo y otra es el malgasto sinónimo de robo y despilfarro. Y si ahora mismo entrando al año 2022 ese mal gasto se lleva el 3 por ciento del Producto, pues entonces aquí hay algo que no está bien. Sin una mirada moderna reformista del Estado no se podrá pagar el elevado endeudamiento, y si esta modalidad ya resulta perversa para un país como el nuestro, lo que se viene es todavía peor: una reforma impositiva o mejor dicho una nueva “deforma” en este sector.
Seguir endeudándonos en un año electoral donde prima el populismo, sin reformas, poniendo en marcha ideas y proyectos de más impuestos o aumentar lo que se tiene con más burocracia, es un plan más que peligroso: es suicida.
Privilegios
Toda forma de privilegio, corrupción, riqueza mal habida y malgasto lo pagan los que invierten, trabajan y hacen lo posible por contratar más gente.
Soberanía
La soberanía expresada en el pueblo no se cumple ni se cumplirá de seguir así. La balanza del poder se ha desbalanceado.
(*) Catedrático de materias jurídicas y en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.