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En resumen, no deberíamos contentarnos cuando estamos ante una situación de “una de cal y otra de arena”. Si trasladamos la frase al ámbito de los asuntos públicos y en particular a lo que atañe al momento de nuestras finanzas y de la economía, la cuestión se presenta de este modo: no estamos bien y podemos estar peor.
Y este es el caso precisamente de las últimas recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). De manera continua este organismo internacional aconseja a los gobiernos algunas medidas que podríamos considerarlas como correctas, pero al mismo tiempo sugiere otras políticas muy malas. Así, por ejemplo, está bien la sugerencia de volver al tope del déficit fiscal, aumentar la eficiencia del gasto público e intensificar las reformas. Es fundamental y correcto, desde luego, resguardar la credibilidad fiscal conseguida con esfuerzo desde la implementación en el 2013 con la Ley de Responsabilidad Fiscal (LRF) manteniendo el compromiso de volver al tope del 1,5% del Producto Interno Bruto (PIB) de déficit fiscal.
Es oportuno recordar que la Ley N° 5098 de 2013 “De Responsabilidad Fiscal” en su Art. 7 inc. 1, establece que el déficit de la administración central no será mayor al 1,5% del PIB. Esto es aplicable precisamente para la elaboración y aprobación del presupuesto.
De un plumazo
Luego de que el FMI se expresara correctamente, a renglón seguido todo lo bueno que dijo lo termina borrando como por un plumazo. En efecto, el FMI también menciona de la necesidad de incrementar la recaudación tributaria.
Dice taxativamente que el Estado necesita recaudar más y agrega que en el mediano plazo se deben aumentar los impuestos. Tamaña conclusión solo puede provenir de un órgano que lamentablemente sus propios antecedentes lo hacen ver como el adalid de los tributos en contra de los intereses de los contribuyentes.
De este modo, lamentablemente el FMI sigue emitiendo erróneos consejos de mayor presión tributaria porque para sus tecnócratas es necesario ampliar el espacio fiscal. Esta expresión es muy conocida por los seguidores del neokeynesianismo estatista porque para ellos las entradas a las arcas estatales prevalecen sobre los ingresos de dinero en los bolsillos de las familias e individuos en general. Las finanzas públicas adquieren para ellos un rol sacrosanto y si eso implica sacrificar los intereses de individuos, familias y empresas privadas, pues deben ser sacrificados.
La deidad
Es procedente en este espacio dejar manifestado que los orígenes de una institución muestran su tendencia a la fecha. Pues bien, el FMI es creado a instancia e inspiración de John Maynard Keynes, el gurú del perverso estatismo, y se hizo apenas culminada la Segunda Guerra Mundial en la reunión de Bretton Woods (1944) para que ocupe el rol de banquero de banqueros centrales para luego convertirse en lo que es hoy, una agencia prestamista que se ocupa de todos los detalles minuciosos que se deben contar para el financiamiento de los Estados.
Para el FMI y otros organismos internacionales coaligados desde la misma Organización de las Naciones Unidas (ONU) el Estado no es solo una organización jurídica y política que se asienta en un determinado territorio y por medio de sus representantes en el gobierno establece sus normativas. No. Es más que eso. Es una deidad sacrosanta a la que se le debe prestar –según creen ellos– absoluta pleitesía.
La filosofía de la libertad cuyo correlato está en la economía y la política, y por cierto a la que me adscribo intelectualmente, no acepta esa glorificación perversa del Estado o del poder sobre nuestros derechos individuales a la vida, la libertad y la propiedad.
La teoría y los hechos van diciéndonos sin duda razonable que los gobernantes de turno con su séquito de tecnócratas y politiqueros tienen como objetivo el aprobar y autorizar con insistencia medidas que no se corresponden con el interés del hombre libre y ciudadano, el que trabaja, invierte y paga sus impuestos para vivir en una sociedad basada en la ley. El FMI lo que ha hecho y sigue haciendo es más bien financiar a la caja de los Estados en cuya cabeza se encuentran políticos de baja calaña, corruptos e inútiles en contra de la gente. El FMI apuesta a financiar a gobernantes que con ideas tercermundistas fracasadas y obsoletas al solo efecto de alimentar al Leviatán del Estado, ese multimillonario aparato de escandalosos privilegios alimentado con impuestos de todo tipo logrados bajo el impulso de la fuerza de erróneas legislaciones.
A no olvidar
Con la excusa perfecta de corregir los efectos de la pandemia, los propiciadores de más cargas fiscales como el FMI insisten sobre la necesidad de elevar todavía más la recaudación. Sus propiciadores nacionales y foráneos proponen entonces una nueva reforma tributaria y que cuanto antes se implemente, mejor para todos, dicen.
¡No es cierto! No será mejor para todos, será para ellos, sus comisiones respectivas provenientes de gobiernos corruptos e inútiles. El despilfarro de nuestro dinero y más todavía sin ninguna contraprestación en servicios hacen inaceptables cualquier nueva carga sobre los contribuyentes que, por cierto, son los menos y que llevan sobre sus espaldas todo el peso de un Estado con pies de barro.
No debemos olvidar, y solo por citar un hecho, que el desajuste provocado en las finanzas provino precisamente por el aumento desmesurado y sin contemplación de los salarios a los funcionarios públicos. Y no estoy contra los funcionarios sino contra los que fungen como tales y no lo son.
Y no son funcionarios los que no son servidores públicos en el sentido correcto de la expresión. El servidor público es aquel que actúa en carácter de mandatario, es decir, hace lo que su mandante, esto es, el pueblo contribuyente le dice lo que debe hacer y lo que no debe hacer. Es por ello que el genuino servidor público es aquel que sabe que sus atribuciones le fueron delegadas por el pueblo contribuyente y a este le debe su trabajo y dedicación en absoluta honestidad.
El desorden, la inseguridad e injusticia que padece el pueblo paraguayo son las notas dominantes. Estamos asistiendo a la consagración del Estado fallido, un paso de más populismo, violencia y miseria y el FMI es el que aconseja sostener este oprobioso sistema de ribetes monárquicos con más dinero de la gente.
Efecto
Con la excusa de corregir efectos de la pandemia, los propiciadores de más cargas fiscales como el FMI insisten en alzar todavía más la recaudación.
Fallido
Estamos asistiendo a la consagración del Estado fallido, un paso más del populismo, violencia y miseria, y el FMI aconseja sostener el sistema.
(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.