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La corriente del gobierno corporativo deviene de la crisis de Wall Street de 1929 y donde se vio la necesidad de mayor transparencia en la gestión de los directivos ante sus accionistas en el ejercicio del negocio. En la década del 40 se estructuraron las primeras reglas que debían cumplir las corporaciones ante los accionistas, y que fue el cimiento de lo que hoy conocemos como gobierno corporativo. Tuvo su repunte a nivel mundial, después de la crisis de finales de los años noventa por el impacto de los escándalos en diferentes países (Estados Unidos, Gran Bretaña, entre otros), que repercutió a nivel global y cuyas consecuencias fue el resurgimiento de una mayor consciencia sobre lo que debería ser la transparencia en la información en todos los aspectos que conlleva el manejo ético en los negocios.
El gobierno corporativo es un mecanismo sumamente importante para el control del equipo dirigencial, no obstante, para su aplicación efectiva requiere de una estructura de comités, directores independientes y controles internos fortaleciendo las auditorías. La esencia es consolidar políticas corporativas, es decir “…directrices, lineamientos y orientaciones por los cuales el directorio de la entidad define el marco de actuación con el cual se orientará la actividad…”, y otro aspecto esencial es la gestión de riesgo, es decir “…procesos establecidos para garantizar que todos los riesgos y sus correspondientes concentraciones de riesgo se identifiquen, miden, limiten, controlen, mitiguen y modifiquen de forma oportuna e íntegra…” . Esto generando una cultura de riesgo, es decir un comportamiento de la entidad en la concienciación, asunción y gestión de riesgo.
En esta línea, tanto el directorio como la plana ejecutiva tienen una función y exigencia de vigilar la aplicación y operatividad de las políticas y estrategias de gobierno corporativo, evitando generar conflictos de intereses y promoviendo la conducta y valores éticos y la cultura del control protegiendo principalmente los intereses de los accionistas.
No obstante, las instituciones contraloras deberán tener mucho cuidado con su implementación. Recordemos que en el mundo más del 80% de las empresas son familiares y en nuestro país más del 90% y debemos sentirnos orgullosos de tener este tipo de sociedades donde la cultura y la ética predominan de manera natural pues deviene de los valores adquiridos en la historia familiar. La tendencia y corriente corporativista que finalmente busca darle “un rostro” a un conglomerado de accionistas desconocidos entre sí y diseminado en las corporaciones y plana ejecutivas “que rotan de manera permanente”, en un ambiente carente de la esencia original de sus fundadores, es muy diferente a una empresa familiar donde sobra lo que le falta a una corporación.
Por ello, corporativizar la empresa familiar por “recetas o tendencias globales” sería como desnaturalizar aquello que por años logró perdurar y supo sobrevivir a la evolución y sucesión. Otro factor es el tamaño de la organización. No puede exigirse constituirse decenas de “comités” cuando la empresa no cuenta con suficientes recursos humanos disponibles para ello ni mucho menos directores independientes que no están al alcance económico de la pequeña y mediana empresa.
Así, para las compañías aseguradoras el gobierno corporativo constituye un gran desafío y debe avanzar con su ente regulador en lograr un proceso de adaptabilidad, sin perjuicio para ninguna de las partes involucradas.
(*) Abogado.