El orden social de la libertad, la política y la economía

Nos encontramos en nuestro país como también en el mundo ante cada vez más complejos retos sobre los cuales se requiere de una reflexión que contenga el debido y necesario aditamento filosófico, económico y político. Estas tres áreas del conocimiento humano, y tal como vengo sosteniendo en este espacio, no son compartimientos estancos.

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Se pueden estudiar las primeras causas (filosofía), la economía (la acción humana para acrecentar bienes y servicios) y la política (como organización de la sociedad) pero lo que no está bien es considerar dichas áreas de estudio como separadas entre las mismas.

Si así se procediere –como está sucediendo cada vez más– pues lo que tendremos es una serie de premisas que al desconsiderar a las otras nos llevaría a la conclusión que el ser humano puede avanzar hacia una mejor economía sin el debido soporte intelectual de la historia o de la misma política, lo que sería muy peligroso si así se procediera.

Lamentablemente es eso lo que está pasando. Tomemos como ejemplo Paraguay, nuestro país. La caída de la economía medida por el Producto Interno Bruto (PIB) no es tema que pueda resolverse sin entender previamente ciertas ideas.

Las ideas son importantes, de hecho son tan fundamentales que de ellas dependen el progreso o el estancamiento. El hecho que hoy las ideas prevalecientes por casi todos los técnicos y centros de estudios sean las más conocidas y repetidas por muchos, ello no significa que sean correctas o que sigamos haciendo lo mismo.

Pues de eso se trata. Si seguimos cambiando algunas partes de una casa privilegiando su color el resultado no puede ser más que la casa estará siempre en la misma condición de capacidad de mantenerse en pie. Lo que interesa es si la construcción que en esta ocasión denomino pieza se encuentre bien diseñada o sea lo suficientemente fuerte para evitar su desmoronamiento.

Por tanto, como primera conclusión, considero que los complejos retos de la sociedad actual requiere de nosotros lucidez y atención. Estamos ante un escenario país y planetario en la que nos enfrentamos a amenazas. Los riesgos se van incrementando y son de orden político, social y económico pero por sobre todo de ideas.

Amenazas

Las amenazas en la política es el recrudecimiento del estatismo adosado de globalismo. Esto es, de que el orden social puede ser dirigido desde el Estado mediante su gobierno por ciertas personas que se creen superiores a otras porque –según ellos– están mejor capacitadas que las demás porque accedieron a estudios en los que los demás no lo hicieron.

Esta concepción de ideas en realidad viene de lejos en la historia misma. En razón al espacio mencionaré sucintamente a Licurgo en Esparta, el primer legislador, o del mismo Platón quien consideraba que la sociedad debía ser gobernada por hombres “mejor preparados” y que los demás debían sólo obedecer, o mejor dicho los demás tienen que aceptar sumisamente lo que fue dictado por el poder de turno.

Y hago la expresa resalva del término poder de turno. Con la misma no me refiero a la dictadura, tal como la conocemos sino a la misma democracia. Eso de que la mayoría gobierna como mandando sobre la minoría y si dicha mayoría vota una ley o disposición determinada pues hay que obedecer, caso contrario el opositor al sistema queda como el antidemocrático o como se dice el malo de la película, para expresarlo de un modo coloquial.

De ahí a un paso está la exclusión y de otro paso más, una nueva forma de tiranía.

Experiencia de siglos

La experiencia de siglos demuestra que de un modo u otro estamos divididos los seres humanos en dos visiones del orden social. Cada uno de nosotros a su modo, tiende hacia una determinada base moral que permite –según nuestro parecer– a una mejor sociedad.

Lo que definitivamente sabemos y mucho a la fecha es que ahí donde impera el Estado de Derecho como garantía de las libertades políticas y económicas las posibilidades de llegar a mejores condiciones de vida son altísimas. Contrario sensu, son bajísimas.

Desde luego que no resultó fácil llegar a un estadio de civilización donde se establezcan ciertas reglas no escritas y escritas que permitan la mejor cooperación entre los individuos mediante la libertad. Esto implicó la división del trabajo y sobre todo propiedad privada porque sin ella no hay intercambio voluntario. El ser humano ingresa a la sociedad pero no para perder o dejar al arbitrio de otros sus derechos inalienables que –siguiendo a la filosofía de la libertad– las mismas son la vida, la libertad y la propiedad.

Dos concepciones

A modo de ir sintetizando debido al espacio aquí disponible, por un lado, se encuentra la concepción moral del colectivismo asociada generalmente con el socialismo, el comunismo y el fascismo. Por el otro lado, encontramos la moral liberal o libertaria como también la podemos denominar debido al mal uso de aquel primer término que lo fue expresando en categoría de progresismo, muy cercano al colectivismo antes citado.

Básicamente para ambas concepciones una sociedad que pretenda su prosperidad debería estar fundada en dos principios de justicia: equidad y libertad. Para el colectivismo en todas sus formas prevalece la equidad sobre la libertad. Y para el orden social libre es la libertad misma.

Partiendo de estos dos presupuestos se inicia un largo recorrido que posibilita hacer realidad una gran utopía, a la que contextualizo como el mejoramiento continuo de los seres humanos en la cultura, la educación, las artes y letras, la economía y la política.

La equidad es una parte de la justicia pero no es la justicia. La equidad es considerar la igualdad de oportunidades mediante una acción deliberada para que otros que, por ejemplo, no tienen mucho –puedan partir hacia adelante– para no tener que quedarse atrás en la búsqueda de sus propósitos.

Ahora bien, ni la equidad ni la libertad son compartimientos estancos, al menos para el libertarismo. Infelizmente para el colectivismo se podría elevar la educación a expensas de la libertad, lo que sabemos es imposible desde su misma premisa y está demostrado que no ha resultado en ninguna época ni lugar.

Colectivismo y liberalismo

Para el colectivismo –donde los derechos individuales a la vida, la libertad y la propiedad están dispuestos, según el parecer de los gobernantes de turno– prevalece una forma de orden redistribucionista.

La redistribución de la riqueza adquiere un papel superlativo y se debe llevar a cabo mediante el intervencionismo estatal.

Dicho de otro modo, la respuesta para una mejor sociedad es hacer prevalecer la equidad sobre la libertad podemos resumirla del siguiente modo. Si una persona o grupo de personas progresa y le va bien, pues los mismos deben afectar igualmente para el progreso de los otros.

Si se afirma que ello puede ocurrir mediante actos voluntarios que se pueden llevar a cabo mediante la ayuda de conocimientos, la cooperativización, la donación, “enseñarles a pescar en lugar de regalarles el pescado”, pues esta es la forma moralmente correcta.

Pero si a los que les va bien –porque dispusieron su esfuerzo, disciplina, trabajo y laboriosidad para mejorarse así mismos y a sus familias– y se les exige mediante el uso de la coerción con legislaciones que hagan coercitiva la redistribución de la riqueza, pues eso es moralmente incorrecto.

De ahí que estamos a la fecha ante esta disyuntiva, al menos los que siguen teniendo dudas o directamente descreen de los valores de la libertad. El orden social de la libertad, la política y la economía se inician desde esta perspectiva de ideas. Este es el comienzo para iniciar las transformaciones. Si se elige la libertad la tendencia será la correcta y beneficiosa para todos, y al revés, si se opta por el colectivismo la tendencia será incorrecta y dañina.

Libertad

Si se elige la libertad la tendencia será la correcta y beneficiosa para todos, y al revés, si se opta por el colectivismo la tendencia será incorrecta y dañina.

Garantía

Ahí donde impera el Estado de derecho como garantía de las libertades políticas y económicas las posibilidades de llegar a mejores condiciones de vida son altísimas.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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