Ni misterio ni milagro: Paraguay, referente de la región

A diferencia de los milagros en los que cada quien cree de acuerdo a su fe y lo espera como una bendición, en términos del progreso económico el milagro no existe, se hace en base a ideas correctas y liderazgo firmes.

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El progreso como milagro es el resultado del liberalismo republicano que conlleva a la economía de mercado. El Gobierno limitado a su rol constitucional conlleva incentivos benéficos que del capital y del trabajo emergen, así como de la laboriosidad y cooperación de la gente en plena garantía de su propiedad privada.

Pero así como estamos en Paraguay dicho milagro no es posible. Las ideas son erróneas y no hay liderazgo para acometer con éxito lo que se debe hacer. Y no sucederá porque si no se acepta que estamos en crisis, pues entonces ya tenemos un problema desde el vamos.

Aceptar la existencia de la crisis no significa tener una mirada pesimista sino realista. Tampoco se trata de la euforia que enceguece sino de tener la suficiente convicción de que se pueda estar mejor de lo que se está porque siempre es preferible tener una alta visión aspiracional positiva antes que la modorra negativa de que todo seguirá igual.

Y Paraguay está en crisis. Es cuestión de mirar el crecimiento medido por el producto interno, los déficits y otras variables como la misma inflación y el empleo. Pero no, para los burócratas y políticos estamos pasando sólo por una etapa difícil.

Por supuesto, para los defensores del “status quo”, la respuesta no está en ajustarse sus cinturones estatales, sino que apelar a que sean los creadores de riquezas, el sector privado, el que deberá seguir restringiendo sus condiciones de vida para seguir en lo mismo. Es continuar malgastando el dinero de otros con cargo incluso a las generaciones más jóvenes como sucede con el perverso programa de endeudamiento.

Entonces empecemos por decir la verdad. Estamos en crisis porque no hay crecimiento, no hay empleos, se deteriora el poder adquisitivo y lo que se viene desde el contexto internacional es de exigencias de transformaciones que aquí nosotros tenemos que decidir llevarlas a cabo. Dichas exigencias son obvias porque si no se reducen los gastos superfluos y no se hacen las reformas no se radicarán ni las inversiones nacionales y menos las de afuera.

Salir de la crisis

Aceptada la existencia de la crisis, pero no para tener una mirada fatalista sino para acometer con fuerza hacia adelante, porque obviamente sin ahorro, ni inversiones ni crecimiento habrá puestos de trabajo y mejores salarios y ganancias, entonces resulta necesario el liderazgo.

Pero no aquel liderazgo sin ideas ni carácter. Es el liderazgo de la transformación, dispuesto a tomar decisiones duras y rápidas, responsables que conciten la confianza de la opinión pública. El peso de una economía como la nuestra que discurre peligrosamente a perder su estabilidad monetaria y sostenibilidad fiscal no es menor. Hay que tomarlo en serio.

Una economía que genere espacios de libertad cada vez más extensos en todas las áreas en las que el ser humano actúa, requiere que el Estado (dada su existencia) sea exigente con su rol constitucional de árbitro, pero no de jugador al mismo tiempo, el que infringe sus propias normativas porque le conviene, según la circunstancia, para defender los privilegios de sus administradores de turno.

Obstáculos

Los obstáculos con los que atraviesa nuestro país no están en su gente como todavía se alega por parte de los que quieren hacernos creer que para lograr el desarrollo del país se deberá apelar e insistir en las viejas fórmulas que han fracasado y se sintetizan en la preeminencia estatal en la sociedad.

Desde la política y la economía nuestros dirigentes siguen desafiando a la población que busca con afán más libertad responsable y no más coerción, privilegios y corrupción provenientes desde el poder.

No hemos podido desligarnos de la perversa influencia de líneas de pensamiento sustentadas en teorías como el intervencionismo, el gasto público y el endeudamiento como estímulos de la creatividad y la función empresarial.

El estatismo ha fracasado. El intervencionismo estatal basado en hacer crecer la influencia del sector público sobre los individuos y las empresas, ya sea con más impuestos, deudas o con más burocracia inservibles causaron daños tremendos a la población.

La respuesta correcta está en el liberalismo republicano, competencia y libre mercado; lo que significa, en síntesis, pocos y bajos impuestos, regulaciones razonables, imperio de la ley y el respeto a la propiedad privada.

Sin los citados elementos solo cabe esperar inflación, déficits acompañados de populismo y corrupción. Aparecen la incertidumbre y la desconfianza. Caen el ahorro, la inversión, el empleo y los ingresos.

Más Estado, más poder político

El intervencionismo estatal en las variables citadas incentivan exponencialmente al poder político en cualquier sociedad. Y no interesa si dicha sociedad es más desarrollada que otra en términos incluso educativos.

Al sector público lo han convertido en un coto de caza. Todos y demasiados desean acceder al Estado para hacerlo todavía más grande e ineficiente pues así se reparten el botín de dinero y privilegios que crece cuanto más Estado y menos mercado existan.

Esta es la razón por la cual los obstáculos para el progreso están en los incentivos que provoca un Estado cada vez más grande porque agranda la torta de la redistribución de dinero, pero no para la creación de la riqueza.

La riqueza es obra de los individuos y las empresas que todos los días intercambian, elaboran proyectos donde muchos fracasan y otros resultan exitosos, ahorran e invierten en los factores de producción para aumentar la producción y la productividad.

Pero como sabemos, está visto que esta sencilla secuencia del progreso no es comprendida y sobre todo es rechazada por aquellos que prefieren un modelo diferente. Prefieren la sociedad del saqueo, aquella que les saca por la fuerza a otros, los que producen para que otros sigan viviendo a costa de los demás.

Referente en la región

Paraguay puede y debe ser un referente en la región. Un país predecible con una economía vigorosa en donde se garantice la propiedad privada junto con la seguridad y se convertirá en un faro de atracción para los habitantes de otros lugares. La cuestión hoy día es hasta de sentido común porque la economía, la política y la historia así lo prueban.

Pero mientras los gobernantes sigan propalando mentiras y premisas falsas como las que intentan detener la libertad económica, el “status quo” que hoy tenemos seguirá orientando a la gente como veletas.

De lo que se carece es de suficiente liderazgo con ideas renovadoras expresada en la voluntad firme de respetar a cada hombre y mujer de este país, al individuo, sin importar si es rico o pobre, sabio o ignorante, en donde prime la libertad, la igualdad ante la ley, en la plena garantía a los contratos y la propiedad. Este es el fundamento de: Ni misterio ni milagro. Paraguay, referente de la región.

Crisis

Paraguay está en crisis. Es cuestión de mirar el crecimiento medido por el PIB, los déficits y otras variables como inflación y empleo.

Garantía

Nuestro país puede y debe ser referente en la región. Predecible, con economía vigorosa y garantía a la propiedad privada y seguridad jurídica.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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