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La advertencia tenía como objetivo dar cuenta que si bien la macroeconomía en las dimensiones señaladas se dirigía con buenas señales, aquello no es suficiente y menos aún cuando se pretende mantenerlas sin modificar otras áreas relacionadas a la microeconomía. La fórmula que sintetizó mi prédica fue: Más endeudamiento, menos reformas es igual a crisis.
Desde hace varios años atrás escuchaba con insistencia aquello de que “estamos bien en política monetaria, en lo fiscal, en el control del déficit, en política cambiaria, la deuda y los tipos de interés y otros agregados. Mi asombro no terminó ahí.
Y no terminó porque se fueron agregando algo similar a esto: ¡Todo está monitoreado, pronto volvemos al crecimiento del 4% del Producto Interno Bruto (PIB).
Sin embargo, había desde un comienzo disentido con esas formas de entender la economía porque consideraba que desde una mirada epistemológica de base filosófica me hacían ver diferente aquel cuadro al parecer tan bien pintado.
Ocurre que no todo está monitoreado como tampoco es cierto eso del cauce normal del crecimiento. Y no puede estar monitoreado por el Banco Central del Paraguay (BCP) ni por Hacienda debido a la todavía persistente debilidad institucional.
Y si bien se fueron dando un saludable ambiente de respeto a las decisiones en cuanto a la macroeconomía se refiere, no es menos cierto que seguimos expuestos a los verdaderos policy makers (hacedores de política), con tendencia hacia el populismo y la demagogia, como en efecto ocurrió con la ley de tarjetas de crédito en su momento, por citar un ejemplo concreto.
Tampoco es cierto aquello de “volver a crecer” como si la economía respondiera a reglas de las ciencias físicas o exactas. Eso de esperar crecer al 4% en el PIB refleja un bajo sentido aspiracional para un país como el nuestro, que bien puede lograr un 7% de crecimiento anual.
Más que macroeconomía
La realidad es que la macroeconomía es una parte de algo más determinante. La propia economía es “acción humana”, tal como lo desarrolló el más grande economista del siglo XX, Ludwig Von Mises, a lo que debemos agregar “un amplio orden de cooperación social” como acertadamente no se cansó en advertir a los tecnócratas y políticos, el Nobel de Economía y filósofo de la libertad, Friedrich A. Hayek.
La macroeconomía está relacionada a la pujante o debilitada economía en la que los individuos y las empresas son los protagonistas estelares y que no actúan como lo hacen los funcionarios del Estado o el Congreso. Es la economía privada la que decide a diario qué se produce, compra, vende e intercambia en los mercados, sin descanso alguno. La macroeconomía se halla en directa interdependencia con la microeconomía, la de los individuos y las empresas.
Si la macroeconomía está separada del análisis del comportamiento de los individuos y empresas conlleva a errores como los que se está cayendo a la fecha cuando se persiste en seguir, por ejemplo y solo por citar, con medidas de modificar las tasas de política monetaria para irrigar con guaraníes el mercado.
Esta medida del BCP y del mismo gobierno que parece ser toda una innovación técnicamente bien dispuesta, no es más que un placebo cortoplacista similar a lo que genera una aspirina en un cardiópata severo.
Una buena macroeconomía, es cierto, garantiza el funcionamiento en su conjunto de la economía para tener alguna certeza sobre ciertos agregados; no obstante, es insuficiente para lo que hoy se está dando en el país y para lo que se viene.
Ocurre que el crecimiento económico y su sostenibilidad en el tiempo está supeditado a la libertad económica donde las instituciones de carácter constitucional y político son relevantes.
La diferencia entre los países que prosperan y los que no lo hacen, entre los que siguen estancados con los que crean más empleos, como entre los que generan y otros que atraen inversiones para más puestos laborales, está en el ambiente institucional del Estado de Derecho consistente con la división de los poderes (y no una de fachada como la que tenemos hoy) así como la plena garantía a la propiedad privada, a lo que se agrega una producción y comercialización en libre concurrencia: este entramado de secuencias crean el ahorro interno y elevan la inversión per cápita.
Estado de derecho
Son demasiados los técnicos y analistas que descreen en sus sesudas predicciones sobre la economía en el alto valor del imperio de la ley.
No hay ni habrá una economía pujante sin el fortalecimiento del estado de derecho entendido como el respeto a la Constitución Nacional y a la propiedad privada, preservando la imparcialidad e independencia del Poder Judicial.
Igualmente no habrá una economía pujante si el mismo Poder Legislativo como el Ejecutivo siguen elaborando leyes que conspiran a espaldas del sector privado, que despilfarra el dinero de los contribuyentes y que aumentan el peso del poder estatal poniendo burocracias inservibles, trabas, impuestos y regulaciones absurdas.
La libertad económica es el resguardo de la autonomía individual bajo el imperio de la ley.
Y sucedió ....
Seguir endeudándonos sin reformas fue el inicio de un plan suicida para la economía y poner en marcha ideas y proyectos de más impuestos o aumentar los que se tiene es la siguiente parte de dicho plan que esta vez terminará por destruir al país.
Si tomamos en cuenta el presente escenario bélico pues digamos que estamos ante un problema y grande. Nos encontramos ante una disrupción mundial de sectores como el energético, el comercio y la industria. Y este escenario de dependencia que tiene el Paraguay por no saber aprovechar su fuente de energía eléctrica hace necesario recordar a nuestros dirigentes que de sus ideas y decisiones dependerá el futuro de las generaciones más jóvenes del país.
Ahora mismo, la soberanía expresada en el pueblo no se cumple ni se cumplirá de seguir así. La balanza del poder se ha desbalanceado a tal punto que un lado se vuelve cada vez más pesado conspirando contra los intereses del genuino mandante.
Por un lado está la política tal como hoy la conocemos y por el otro la sociedad civil, conformada especialmente por la gente que paga y seguirá pagando cada vez más sus impuestos para el latrocinio y el despilfarro de unos pocos. La política partidaria está bien organizada, sedienta de privilegios; y el otro, una sociedad civil desorganizada sin el debido compromiso de suficiente liderazgo para oponerse a la otra fuerza.
El desprecio
Los tecnócratas y políticos en general desprecian lo que está en juego para la vida de los demás. A ellos les encanta el Estado, el gobierno, el poder, el control.
El mismo votante, es cierto, también no le presta suficiente atención a lo que se hace en particular con la economía, ya sea por acción u omisión.
Por acción porque lo que se pone en práctica son medidas contrarias al genuino crecimiento económico. Resultado de las malas y equivocadas ideas sumado a la falta de liderazgo seguimos teniendo como principal fuente de medidas al endeudamiento y ausencia de reformas.
La omisión también puede darse en la economía cuando que se sabe que ciertas medidas que deberían llevarse a cabo y no se hacen provocando de ese modo daño a los demás. Y el Estado mediante los diversos gobiernos cuyos dirigentes están en el Ejecutivo y el Legislativo en particular están actuando de manera dolosa. El daño provocado a la población por dejar que continúe el despilfarro, el mal gasto y todo lo que tiene relación con una burocracia cada vez más ineficiente son ejemplos concretos.
Los efectos del escenario bélico se empiezan a notar. Acaso ¿hay que esperar más contiendas como la actual que se expandan a nivel planetario para iniciar las transformaciones que aquí los paraguayos y solo nosotros ya las podemos llevar a cabo?
Los tecnócratas y políticos en general desprecian lo que está en juego para la vida de los demás. A ellos les encanta el Estado, el gobierno, el poder, el control. Los estatistas desprecian a la gente.
Pujante
No hay ni habrá una economía pujante sin fortalecer el estado de derecho entendido como respeto a la Constitución y a la propiedad privada, preservando la imparcialidad e independencia del Poder Judicial.
Empleos
Diferencia entre los países que prosperan y los que no, entre los que siguen estancados con los que crean más empleos y atraen inversiones está en el ambiente institucional del estado de derecho.
(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.