La coyuntura bélica internacional exige fortalecer nuestra economía

“Si los bienes no cruzan las fronteras, lo harán los soldados”: Frederic Bastiat (1801-1850). Escritor y economista francés.

Víctor Pavón (*)
Víctor Pavón (*)ABC Color

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Ante el presente contexto internacional en el que los intereses de los países con fuerte poderío militar se enfrentan, la economía se constituye en el motor de diversos escenarios de los que el Paraguay no puede sustraerse.

El objetivo del presente ensayo consiste en hacer notar que nuestro país se encuentra ante una situación de la que no debe considerarse excluido. Lo que en este momento ocurre en la zona de Ucrania y en la que tanto Rusia como los Estados Unidos juegan un papel preponderante, puede desembocar en un cambio de las reglas de juego internacionales.

Paraguay, como se sabe, es un país mediterráneo, lo que implica de hecho la afectación en su comercio internacional en el orden del 25%. Esto significa que nuestras mercaderías deben ser todavía mucho más competitivas y de alta productividad para exponer con éxito sus bienes exportables.

Igualmente nuestro país es dependiente de activos energéticos que emplea para mover su producción y comercialización interna. En efecto, en combustibles y en gas dependemos de nuestros vecinos. El almacenaje tiene plazo de duración.

Escenario extremo

Ante el contexto internacional, la economía se constituye en el motor de diversos escenarios de los que Paraguay no puede sustraerse.
Ante el contexto internacional, la economía se constituye en el motor de diversos escenarios de los que Paraguay no puede sustraerse.

Todavía más, nuestras exportaciones de commodities se encuentran supeditadas a eventuales cortes en las rutas de destino. Este escenario extremo implica que además de no contar con suficiente cantidad de combustibles y gas, pues también podríamos encontrarnos ante la fatalidad de no colocar nuestros bienes exportables.

Además de este escenario que no puede ser desconsiderado está el impacto que implica el menor ingreso de divisas, la notable disminución del transporte, la suba de precios de productos importados y otros como la misma inflación. El citado panorama afectaría igualmente el compromiso de pagos internacionales de la deuda pública.

Si no se produce para exportar en la cantidad y calidad de antes con el consecuente e imprescindible transporte de cargas permanente de las mercaderías en el territorio nacional, entonces los empleos de miles de personas estarán definitivamente en juego. Y si todo empieza a ralentizarse entonces también disminuyen los ingresos tributarios.

Esto significa para empezar suba de precios en la canasta familiar. Luego se viene la espiral inflacionaria creada por el mismo Estado para supuestamente seguir incentivando la demanda agregada, tal como siguen creyendo los técnicos y analistas del pensamiento actual en política económica.

En efecto, como la inflación es un fenómeno monetario por el cual la cantidad de dinero es superior a la de bienes y servicios producidos en el mercado, lo que tendremos es primero la suba de precios y luego la inflación en sí misma.

El descontento

Aparecen entonces el fastidio, la irritación, el disgusto. Todo esto es un exquisito caldo de cultivo para el populismo y respuestas cortoplacistas que se convierten en la peor de las tormentas.

El descontento de la gente empieza a buscar a alguien a quien dirigir su fastidio. Al comienzo se culpa a los empresarios que buscan –se dice erróneamente– ganar más con la suba de precios, situación absurda porque precisamente si el precio se vuelve cada vez más alto, menos demanda tendrán los bienes y por ende inferiores ingresos tendrán las empresas.

Luego la respuesta se buscará ¡en el mismo de los problemas! El gran verdugo: El gobierno despilfarrador y corrupto por antonomasia. Pero como la gente se mostrará cada vez más descontenta con lo que está pasando debido a que su dinero ya no tiene el mismo poder adquisitivo de antes, la solución a los problemas estará paradójicamente en su mismo victimario: el Estado.

El problema no está en el descontento de la gente, lo que está bien y hasta natural que así suceda.

El problema está en que la solución al descontento está fuera de foco, ni tan siquiera apunta en dirección correcta. Entonces el gobierno de turno seducido por las malas ideas y los grupos de presión que se encuentran en el seno mismo del Estado elevará todavía más su intervención en los asuntos que las personas y empresas pueden hacer mejor.

El intervencionismo estatal hará emitir más dinero provocando inflación o directamente a elevar los préstamos de dinero mediante el endeudamiento, porque para pagar la deuda o seguir manteniendo el aparato estatal necesitará de más disponibilidades presupuestarias.

Ambas situaciones son absolutamente posibles porque a la falta de ideas y posturas firmes por las reformas, entonces los burócratas y políticos harán lo que más les conviene: cargar sobre otros el gasto despilfarrador como sucede a la fecha.

El costo del derroche

El costo del derroche de hoy tiene que pagarse y se paga dañando inexorablemente en especial a los más pobres. Y los que se encargan de pagar el despilfarro de unos cuantos lo hace siempre y en todo momento la mayoría; el sector privado, los individuos, las empresas y las familias.

No hay necesidad de ser un especialista para saber que de algún lado tiene que salir el dinero que se va gastando, ya sea que se gaste bien o mal.

A lo que me refiero no está únicamente en quiénes pagan el derroche sino a lo que deja de ingresar a la economía porque numerosos negocios y actividades que pudieron existir finalmente no ocurren, nunca pueden manifestarse en los hechos.

Miles de negocios y empleos que podrían haber surgido para mejorar las condiciones de vida de las personas ni tan siquiera tuvieron la oportunidad de presentarse en el mercado para competir por las decisiones de los consumidores.

Esto es un costo altísimo que se calcula por lo general cuando cae la economía, lo que no pueden ni desean ver los tecnócratas y políticos es lo que dejó de existir porque fueron ellos los que impidieron el nacimiento de más y mejores negocios y empresas.

Ahora mismo

Desde las reformas de la caja fiscal y la previsional así como otras sobre las que en este espacio desarrollé en su momento, existe una transformación que se debe llevar a cabo sin vacilación alguna.

Esta reforma se encuentra en el sector eléctrico. La energía que necesitamos como país está siendo desperdiciada y no porque Brasil en Itaipú sea el problema. Aquí el problema son nuestros técnicos, burócratas y políticos estatistas que por sus perversos intereses siguen postergando la desmonopolización del sector eléctrico.

Más que nunca necesitamos vigorizar nuestra economía. El contexto internacional, ya sea en un ambiente de paz o de guerra como el que ahora tenemos, exige un alto sentido aspiracional patriótico, muy diferente al anémico y corrupto que hoy ofrecen nuestros dirigentes.

Reformas

Desde las reformas de la caja fiscal y la previsional, entre otras, existe una transformación que se debe llevar a cabo sin vacilación alguna.

Reglas

Lo que hoy ocurre en la zona de Ucrania y en la que tanto Rusia como EE.UU. juegan un papel preponderante, puede desembocar en cambio de reglas de juego internacionales.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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