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Desde nuestro advenimiento como organización política y jurídica asentada en un territorio, el pueblo tuvo que soportar a su primer dictador apenas acaecida la gesta de 1811.
Expulsados y vilipendiados los próceres, el dictador Francia impidió bajo el influjo perverso de la delación y de la violencia que las ideas liberales y republicanas de Fernando de la Mora puedan ser puestas en marcha. Desde ese momento fue suprimida a sangre la tendencia de la libertad y la república por un camino sinuoso y autoritario, el del Estado sobre los derechos de hombre libre y ciudadano.
Y si bien posteriormente el presidente Carlos Antonio López sucedió a Rodríguez de Francia y permitió cambios sustanciales en la forma de gobierno, finalmente ninguno de ellos dejó prender al liberalismo en el sentimiento popular, ni en la educación, tampoco en la política y menos en la economía.
El país fue estatizado como sucedió con las llamadas “Estancias de la Patria”. Desde entonces no hemos podido escapar de la inseguridad y sobre todo de la falta de incentivos que provoca la propiedad privada porque se puso en ejecución la famosa y dañina reforma agraria. En 1904 se sancionó la “La Ley de Colonización y del Hogar” estableciendo colonias agrícolas.
Malas legislaciones
Pasaron los años y se insistieron en leyes agrarias como las de 1918, 1926, 1935, el Estatuto de 1940, la Ley de Colonización de 1948 y el Estatuto Agrario de 1963. Ninguna de estas legislaciones tomó en cuenta los derechos de propiedad privada como sustento del desarrollo y de la inversión en el campo. Más bien se despilfarraron millones de hectáreas de tierras estatales que terminó por enriquecer a funcionarios dejando postrados en la miseria a campesinos y genuinos agricultores.
Exactamente lo mismo puede decirse de los también famosos créditos agrícolas. El estatismo se fue expandiendo a lo largo y ancho del país dañando los incentivos para la radicación de inversiones y tecnologías.
Millones de personas en el campo quedaron atrapadas por el lacerante estatismo. Sus promotores hacían y siguen por cierto haciendo alarde de la justicia social y de la redistribución de la riqueza.
La realidad es que los campesinos fueron empobrecidos por las malas ideas y prácticas porque nunca se los dejó ser propietarios como tampoco se los protegió en su seguridad personal como en sus bienes.
No podría en esta nota periodística dejar de volver a Carlos Antonio López. Es de destacar que el mismo se percató de la necesidad de contar con recursos humanos para así consolidar nuestra independencia y soberanía. Fundó escuelas y contrató a maestros y técnicos europeos. Envió a formarse en Europa a numerosos estudiantes, programa luego truncado por la Guerra de la Triple Alianza (1864- 1870).
Noción predominante
No obstante, la noción predominante de que el Estado y algunos de sus dirigentes debían hacerse cargo de todo, hizo florecer desde aquellos años el paternalismo como fuente de poder y gestión de la cosa pública como de la misma sociedad.
Igualmente, no puedo dejar de mencionar la correcta tendencia de la tradición liberal republicana de Eligio y Eusebio Ayala. Ambos gobernantes vieron truncadas sus visiones de un mejor país por la Guerra del Chaco (1932-1935) y por el retorno del fascismo.
Nunca fue fácil para el noble pueblo paraguayo escapar de aquella tradición colonialista, arbitraria y de atraso de ideas malsanas con dirigentes supuestamente bien intencionados, pero que lo único que hicieron fue aprovecharse de sus prójimos.
Hasta hoy día en pleno siglo XXI la lucha por la Libertad y la República se convierte en una batalla cultural y desde luego en política para alguna vez romper de una vez por todas con los privilegios y la corrupción enquistados por un estatismo cuyos propiciadores pese a su declarado fracaso no escarmientan en sus intentos.
El problema y la solución
El problema al que nos enfrentamos en Paraguay impidiéndonos aprovechar las oportunidades y ventajas comparativas que tenemos están en aquella noción estatista, noción puesta en práctica que no hace más que alejarnos de un mejor porvenir.
Ningún estado o gobierno del partido político que sea y de la tendencia ideológica a la que se adscriba puede lograr el desarrollo de un país. Los gobernantes si en verdad desean cambiar este estado de cosas pues deberán entender de una vez por todas que no hay otro camino que el de la República porque ella fue fundada para conservar la propiedad privada, la vida y la libertad.
El problema está en que todavía una gran mayoría de nuestros dirigentes consideran al gobierno como omnipotente y omnisciente. Que puede estar en todas partes y que lo sabe todo. ¡Y esto no es así! Ningún gobierno por más que se encuentre en el país más desarrollado y rico del planeta cuenta con los recursos necesarios para eliminar la pobreza, el desempleo o el problema de los sin tierras o sin techos etcétera.
El Gobierno no tiene un solo guaraní, ni uno solo, que antes no haya sustraído a la gente mediante los impuestos. El Estado mediante el gobierno que sea gasta dinero que la gente no puede disponer porque aquel órgano se lo ha arrebatado previamente.
La solución no está en darle más poder al Estado ni al gobierno de turno. La función del gobierno no es crear riqueza ni distribuirla. Es otorgar garantía mediante la construcción institucional para que la riqueza pueda crearse y ser distribuida por la misma gente, ergo, por el mercado libre que por medio de la colaboración de sus miembros acrecientan las disponibilidades de más y mejores bienes y servicios.
Cada vez que el gobierno se entromete en lo que la gente puede hacer con los demás –sin dañar a otros– los pobres y desamparados quedan supeditados a merced de los políticos y burócratas porque les saca los incentivos al esfuerzo, el ahorro y la cooperación.
Las absurdas, descabelladas y hasta criminales intervenciones estatales en endeudar todavía más a la gente, seguir en el despilfarro, emitir dinero, inyectar más crédito artificial, mantener empresas estatales, impedir que la gente contrate según acuerdos privados, dejar que el déficit crezca, amigarse con leyes ambientalistas como igualmente alinearse a los preceptos de Gafilat (Grupo de Acción Financiera de Latinoamérica) está llevando al país no solo a su estancamiento sino a un atraso crónico del cual será muy difícil de salir.
Función
Función del Gobierno no es crear riqueza ni distribuirla. Es otorgar garantía mediante la construcción institucional para que la riqueza pueda darse y ser distribuida por la misma gente, por el mercado libre.
Bienes
La realidad es que los campesinos fueron empobrecidos por malas ideas y prácticas, porque nunca se los dejó ser propietarios ni se los protegió en seguridad personal ni en sus bienes.
(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.