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Estamos en una guerra perdida. Miles de vidas humanas destruidas desde temprana edad e instituciones cuyos miembros de los poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) se encuentran a merced del narcotráfico.
Las bandas criminales reclutan a jóvenes en la clandestinidad. Y la razón por la que crece el narcotráfico, se mata por drogarse y se alienta la corrupción y el vicio están en la prohibición y la persecución. Los jóvenes soportan la adicción y la dependencia sin apoyo ni contención. Todo es clandestino y criminalizado.
Cultores de la prohibición y la persecución
A los cultores de la prohibición y de la persecución no les interesan las familias ni que los jóvenes queden atrapados de por vida en una telaraña de adicciones. Campea la hipocresía. A los cultores de la prohibición y de la persecución solo les importa que se siga con una guerra para mostrarse ante el público como puritanos e inmaculados, cuando más bien se parecen demasiado a los fariseos de antaño.
Las drogas sintéticas y de gran peligrosidad se crean en laboratorios muy sofisticados y otras en barrios donde no importa quiénes consumirán los “nuevos” productos. Los narcos no están en la cárcel sino en las calles, pues el mismo sistema político y judicial les presta los favores correspondientes. Multimillonarias sumas de dinero llegan a los mismos jueces y fiscales, a lo que se agregan las amenazas de muerte.
A los cultores de la prohibición y la persecución, desde luego, solo les interesa que la droga desaparezca, similar a lo que en su momento ocurrió con la famosa “ley seca” en Norteamérica, que penalizaba la producción y comercialización del alcohol. En nombre de un puritanismo falso como ruin, el resultado fue finalmente el aumento del consumo y de la producción clandestina del alcohol.
Actual política es un fracaso
La actual política de prohibición y persecución no reduce la producción ni el consumo. Aumenta la cantidad de adictos, familias enteras quedan destruidas, se incrementa la inseguridad, los gobiernos caen presos de los narcos y el Estado se agiganta y crece en contra de las libertades individuales pues, como se sabe, más dinero para la guerra implica más impuestos y más control a la gente.
La propuesta, por ende, es hacer lo contrario del fracaso que hoy se nota a diario. Al legalizarse las drogas se reducen el precio de las mismas, se termina con las utilidades del narcotráfico como también la violencia, la criminalidad y la corrupción que llega a las mismas autoridades. Y no solo se corrompe a los agentes policiales desde el más bajo rango hasta el superior, sino a las autoridades de los tres poderes del Estado.
El whisky y el vodka tienen más de 90 por ciento de alcohol, pero pocas veces matan por contaminación de otros productos, como sucede con las drogas prohibidas y perseguidas. Desde luego, conjuntamente con la legalización se requerirá una correcta y masiva campaña educativa y de prevención sanitaria para cambiar este triste y deleznable estado de cosas.
Estado
Actual política ha venido estimulando el deterioro de las instituciones, al punto que muchos gobiernos han sido secuestrados por el narco Estado.
Atrapado
A los cultores de la prohibición y de la persecución no les interesan las familias ni que jóvenes queden atrapados de por vida en las adicciones.
(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.