El seguro y su valor económico

Determinar el valor económico a un servicio intangible como el seguro no es tarea fácil. Es poder medir el “valor del servicio”, sobre la base de una utilidad esperada del mismo. Un aspecto que se pone de manifiesto frecuentemente a la hora de decidir sobre un seguro es si el asegurado prefiere la certidumbre de la prima a la incertidumbre de las posibles pérdidas. En este punto, el criterio económico no siempre es satisfactorio, teniendo en cuenta que la disminución del capital, de ahorro o de previsión, utilizado para el pago de la prima del seguro es de una manera cierta, mientras que no hay certeza de que la pérdida económica se vaya a producir, es decir, que pudiera tener un evento.

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En consecuencia, la decisión final de la persona o de la empresa dependerá de su “actitud” con respecto al riesgo, que en la mayoría de los casos se puede fundar en una evaluación subjetiva basada en la decisión de asumir, actuar de manera indiferente o ceder mi riesgo. Los economistas, al tratar de analizar la “actitud” ante el riesgo, se han encontrado con la dificultad de formular una teoría, no obstante, la existencia de la demanda del seguro evidencia que muchas personas obtienen una mayor satisfacción por la protección que el seguro les proporciona, que ante la incertidumbre de las pérdidas. En todo caso puede afirmarse que la persona, el comercio o la empresa, al tomar la decisión de asegurarse, están preocupados más por el volumen de las pérdidas probables que un siniestro les pueda acarrear, que con relación al importe de la prima y su aporte anticipado.

Por ello el contrato de seguro es por su naturaleza “aleatorio” y muchas veces se interpreta que, si el siniestro no se produce, al extinguirse la póliza, el asegurado habrá pagado la prima inútilmente. Pero en contrapartida, el asegurado que sufra un siniestro percibirá una contraprestación o indemnización en virtud del contrato, de donde, podemos concluir, que lo que es ganancia para uno, es pérdida para el otro, por lo que es imposible que un contrato sea aleatorio para una de las partes sin serlo para la otra.

Así, podemos decir que la certeza del costo que supone el pago de la prima del seguro, es de gran importancia desde el punto de vista de la utilización eficaz de los recursos financieros, sobre todo cuando estos son limitados y podrían destinarse a otros fines. Si las compañías de seguros no existiesen, las empresas habrían de asumir directamente el riesgo y sus graves pérdidas económicas, acumular importantes fondos de reserva o eludir completamente tales riesgos, lo cual requiere mayor inversión. A su vez este costo en su conjunto trasladado a la sociedad y al comercio en general resultaría demasiado elevado.

No se descarta a su vez que la existencia de eventos siniestrales en nuestro país y en el mundo muchas veces catastróficas, constituye una realidad que día a día percibimos en los diferentes medios de comunicación, lo cual influye en la conciencia asegurativa del previsor como medio para paliar principalmente las pérdidas económicas derivados de ella.

La existencia del seguro proporciona a las familias una gran seguridad financiera y además reduce la demanda de una serie de servicios de asistencia pública aun sin estar en vigencia el SOAT o similar que constituye una asignatura pendiente del sector público/privado. Esta afirmación no implica, sin embargo, que el régimen del seguro privado sea la forma más eficiente de tratar los riesgos, pues recordemos se perfecciona en una relación contractual con cargas u obligaciones para cada una de las partes.

Finalmente, ni el asegurado pierde o gana, ni ocurre lo propio con el asegurador, sobre todo en los seguros patrimoniales donde es más evidente esta circunstancia, dado el hecho de que el siniestro no puede dar lugar a ganancias y solo hace exigible la reparación del daño sufrido, y en cuanto al asegurador, también el fin del contrato, no es el de una ganancia que dependa de la no ocurrencia de un evento, futuro o incierto, sino de la explotación técnica y administrativa de la empresa, calculada para que, con el conjunto de primas pagadas por los asegurados, se forme un caudal suficiente para el cumplimiento de los siniestros que ocurran.

(*) Abogado.

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