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En términos imperativos e inexcusables, el Tratado contempla su revisión transcurridos los 50 años a partir de su entrada en vigor. Sin embargo, el presidente de la República últimamente ha hecho declaraciones en las que deja entrever que la revisión del Tratado avanza sigilosamente, con respaldo de ciertos sectores anestesiados y ciegos por un nacionalismo populista, y otros simplemente complacientes.
A mediados del mes pasado, el Presidente se refirió a dos ejes centrales de lo que debe ser objeto de revisión del Tratado, desde Carmelo Peralta, cita a la que llamativamente no asistió el presidente de Brasil, quien prefirió sigilo y perfil bajo, probablemente porque conviene a los intereses de Brasil.
Los dos temas son la tarifa y la libre disponibilidad de la producción paraguaya (¿la eliminación de restricciones para que el Paraguay pueda colocar su producción a justo precio en el Brasil … o también en la Argentina?).
El presidente admitió que el artículo XIII es el obstáculo, pero se refirió a conversaciones sobre una ambigua posibilidad de que ANDE exporte a precio de mercado al Brasil (cuando que la libre disponibilidad debe estar garantizada para cualquier mercado, como hacen Brasil y Argentina, con sus excedentes, estacionalmente).
Respecto del diseño de tarifa, el Anexo C del Tratado de Itaipú utiliza el esquema de la tarifa por el pasivo, por el costo de producción. Itaipú entrega a costo, las distribuidoras de Brasil venden a precio de mercado, según regulaciones de ANEEL.
El diseño o rediseño de la tarifa debe ser parte de la revisión del Tratado y tolerar el presidente del Paraguay y los miembros del Consejo, quienes deben “cumplir y hacer cumplir el Tratado”, que la tarifa pueda incorporar ítems o componentes por fuera del Tratado, es destruir el estado de derecho internacional, el pacta sunt servanda en Itaipú, y esto es perjudicial para los derechos del Paraguay.
La circunstancia en que la tarifa de Itaipú se reduzca porque los costos de producción se reducen como consecuencia de la cancelación de la deuda para la construcción de la hidroeléctrica, solo pone de manifiesto la desigualdad intrínseca del Tratado de Itaipú para el Paraguay, y esto urge a la revisión del Tratado. Que el presidente de la República y el Consejo violen el Tratado para resolver este problema significa eludir el problema de fondo. Si el Paraguay dispone libremente de sus excedentes e Itaipú se lo entrega a un precio de producción a costo, la igualdad de derechos y la libertad de disponer le garantizan al Paraguay importantes márgenes al colocar esa producción en mercados internacionales.
La perversidad de la cesión obligatoria por una compensación irrisoria solo resulta visible y dramática al estar obligado el Paraguay a ceder a costo, y permitir obscenas comercializaciones con sus derechos en los mercados de Brasil y Argentina.
El anestésico patriotero de que Paraguay objetó bajar la tarifa, elude y posterga la discusión sobre los problemas estructurales y de fondo del Tratado, como son otros ejes temáticos que de tanto en tanto se pretende instalar, como el de la economía descarbonizada y verde y otros, que no hace el proceso legal de revisión del Tratado.
En 1914, el presidente de los EE.UU., Woodrow Wilson, dijo que la política mundial ya no se basaría en el equilibrio de poderes sino en la auto determinación de los pueblos, la cooperación internacional, y la seguridad colectiva, mediante “acuerdos abiertos, abiertamente negociados” (“open agreements, openly arrived at”); un orden mundial basado en un liberalismo económico, jurídico y político. El triunfo aliado en la segunda guerra mundial y la caída del muro de Berlín en 1989 determinaron el triunfo de la visión del presidente Wilson, y la necesidad de una “soberanía responsable” para la administración de la globalización en el Siglo XXI, basado en valores, principios, y derechos, y no más en la imposición de intereses por el más fuerte, mediante la amenaza y la corrupción, como hizo el Brasil en el Tratado de 1973, al denegar el Justo Precio del Acta de Foz de Iguazú de 1966.
Los Estados, en su interacción con otros, tienen una política exterior y una diplomacia. La política exterior, en las democracias liberales, la definen los pueblos dentro del proceso democrático en forma transparente y abierta, de abajo para arriba, estableciendo las “preferencias” o “state preferences”, acordes a los principios del derecho internacional de la auto determinación de los pueblos y la igualdad soberana de los Estados.
La diplomacia es la metodología, la técnica, el capital humano y recursos, para que el Poder Ejecutivo, con el consentimiento del Congreso, lleve adelante esa política exterior. Como objetivo de política exterior, en Itaipú, exigir en primer lugar la revisión del Tratado tal como estipula el Anexo C, el rediseño del esquema tarifario, y la eliminación de la obligación de ceder el Paraguay la energía que no consume establecida en el Artículo XIII y Anexo C, son imperativos de política exterior que debería llevarse adelante como dijo el presidente Wilson, mediante “acuerdos abiertos, abiertamente negociados”, y no mediante una diplomacia que engaña a ciertos sectores de opinión haciéndoles creer que porque la tarifa no fue reducida conforme exige el Tratado los derechos de Paraguay fueron defendidos, cuando es totalmente lo contrario. En el proceso de revisión, es el pacta sunt servanda el que beneficia a Paraguay y no a Brasil, porque a Brasil le conviene imponer sus intereses como hizo en 1973 y negar al Paraguay la igualdad de derechos y el justo precio, ejerciendo en forma irresponsable y egoísta su soberanía en perjuicio del Paraguay.
La diplomacia que utiliza como único elemento de análisis los “intereses” nacionales y no los valores y principios es la sórdida diplomacia de la raison d’ etat o razón de estado. Según esta doctrina, los intereses del Estado están exentos o tienen precedencia sobre toda consideración de moralidad. En los EE.UU, intelectuales realistas como Hans Morgenthau han sostenido el interés como categoría analítica dominante para las relaciones internacionales. (“International politics, like all politics, is struggle for power”; diplomacy is “the art of bringing the different elements of national power to bear with maximum effect on those points in the international situation which concern the national interest most directly”, Hans Morgenthau, 1948).
El nacionalismo y el egoísmo de los Estados en un contexto de anarquía (el orden internacional se asume como anárquico porque todos los estados son iguales y no hay una autoridad o derecho internacional que los contengan o regule, más allá de sus intereses y la fuerza de imponerlos y maximizarlos), establece como único objetivo de las interacciones de los Estados el interés, y no el derecho y la solidaridad.
La contestación a la razón de estado es el orden internacional basado en las reglas codificadas en la Convención de Viena sobre el Derechos de los Tratados, y otros principios de la Carta de las Naciones Unidas. Cuando el Ejecutivo de Paraguay, para anestesiar las criticas de ciertos sectores, anuncia que la tarifa de Itaipú se mantiene artificialmente alta en violación del Tratado o que mediante reversales la ANDE exportará a precios de mercado, actúa arbitrariamente, alejado del derecho internacional, y en beneficio de la raison d’etat del Brasil.
Tucidides, en el Diálogo de Melos, para de la historia de la guerra del Peloponeso, relata que los atenienses explicaron a los habitantes de la Isla de Melos, que la “igualdad” es para los poderosos, que los “fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben”. Tomas Hobbes, en Leviatán, refiere que en la guerra de todos contra todos, nada puede ser injusto, las nociones del bien y el mal, de la justicia y la injusticia, no tienen lugar. La “fuerza y el fraude” son “virtudes cardinales”, y que en tales condiciones no hay propiedad, ni dominio, ni lo tuyo ni lo mío, cada uno toma lo que puede y lo retiene hasta que lo puede.
En el Brasil, la raison d’etat, es política de Estado, y la denominan “Diplomacia do Interesse Nacional” o DIN, y es la que reduce las relaciones internacionales a un estado como el descripto por Tucídedes en el Diálogo de Melos o por Tomas Hobbes en Leviatán. Es el triunfo de la diplomacia que hemos visto en el Acta Bilateral de 2019 y más recientemente en el maquiavelismo de la tarifa y en el anuncio de la exportación por ANDE, notas reversales mediante. El Brasil espontáneamente no empezará a ejercer una soberanía responsable en el mercado, a dejar de lado su tradición hobsiana de que la fuerza y el fraude son las virtudes cardinales de la diplomacia. Es el Paraguay quien debe exigir una administración responsable de la globalización, a la integración regional, y el respeto al derecho internacional; una diplomacia de valores y no solo del poder de los intereses, para el Siglo XXI.
Revisión
En términos imperativos e inexcusables, el Tratado contempla su revisión transcurridos los 50 años a partir de su entrada en vigor.
Sigilo
El presidente de la República últimamente ha hecho declaraciones en las que deja entrever que la revisión del Tratado avanza sigilosamente.
(*) Abogado.