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Cuando me refiero al capital humano hago especial énfasis a dos estadios anteriores para su conformación. Primero, la instrucción y luego la educación en sí misma, que después desemboca en el capital humano, expresada como la capacidad de elevar las habilidades de una persona para su beneficio.
Esto último implica no solo conocimientos de carácter técnico, sino también en valores y compromisos en la actividad a la que se dedica una persona. Esta es la perspectiva desechada a la fecha. Estamos hasta hoy embarrados en un modelo que carece de sostenibilidad como de eficiencia. El modelo que tenemos no tiene sostenibilidad porque sus fundamentos son erróneos, por tanto, no cuenta con una proyección positiva hacia al futuro.
Igualmente, el modelo que se practica a la fecha tampoco es de eficiencia, pues si no es sostenible dados sus mismos erróneos fundamentos, entonces tampoco podrá ser eficiente. Y sobre esto último, los datos son reveladores en todos los aspectos. Desde la lectura comprensiva y la escritura que, como indicadores en materia educativa, hasta los resultados deficientes y ni qué decir los exámenes a docentes como el informe Pisa.
El analfabetismo funcional es alto. Son muchos los que leen, pero no comprenden el texto ni menos el contexto. La carencia de capacidad de abstracción de ideas con relación al contexto en que se desenvuelven los alumnos implica una distorsión directa del modelo actual que, repito, no es educativo sino instructivo.
Instrucción y educación
Para una mejor comprensión de este tema en particular, en donde se hace imperativa la diferencia entre la instrucción y la educación, resulta imperioso tomar nota sobre lo que ocurrió desde un comienzo en la dictadura cubana que se volvió “revolucionaria” seduciendo a casi todos nuestros políticos, artistas e intelectuales.
En efecto, el llamado “modelo educativo” cubano nunca fue de educación propiamente dicho apelando a su genuina expresión. Fue y sigue siendo de instrucción formal. Esto al inicio se pudo hacer, pero no para quedarse ahí como de hecho le conviene a los que defienden el statu quo. Lo que se llama instrucción es una parte del proceso educativo.
Estamos embarrados en un modelo de instrucción que ciertamente permite aprender a leer y a escribir, a contar con nociones de aritmética y otros, pero que carece del sentido de reflexión y crítica. Lo que tuvo y se sigue teniendo en Cuba es instrucción, pero no educación, puesto que esta última además debe durar toda la vida.
De ahí que a la fecha como una cuestión superlativa en materia educativa en el contexto de la internacionalización, se vuelve necesario hacer énfasis a la denominada educación continua que, por cierto, en muchas escuelas, colegios y hasta universidades se relegó y hasta se dejó de lado, en la consideración de la permanente actualización.
Volviendo a la educación (esta es la segunda fase luego de la instrucción si tuviéramos que darle una secuencia solo para su mejor estudio porque en realidad no es un compartimiento estanco a la educación) la misma además de durar toda la vida consiste en la formación para el desarrollo de la capacidad intelectual, pero también afectiva y moral.
Sentido cultural
El sentido de responsabilidad, disciplina y apego por saber más tiene significado cultural. Valores de convivencia, tolerancia y respeto son parte de la misma. Lo expresado no es poca cosa, debido a que al elevar el rigor intelectual también se aumenta la capacidad de mostrarnos con los demás como seres humanos tolerantes como también –y esto es relevante– capaces de comprender y defender ciertos principios.
En lo expresado, la familia adquiere valor supremo. Cuando ya el niño pequeño juega, escucha a sus padres, a sus mayores, observa que los mismos leen un periódico y mejor un libro, reconociendo lo que está bien o mal, está siendo educado. De este modo se incentivan la creatividad personal y la inteligencia intelectual como emocional.
Esto implica que la genuina educación y no solo la instrucción requiere de comprender de que cada ser humano es único, irrepetible, con habilidades, intereses y aptitudes propias para así tomar decisiones respetando a los demás.
Sin embargo, y al final de cuentas, la escuela y luego los centros de estudios superiores (universidades e institutos) deben proseguir con todavía más rigor en la comprensión de los valores que hacen a la cultura, esto es, el apego hacia la reflexión, la filosofía, la historia como también y sin desmedro hacia las ciencias fácticas como la matemática, la física, química y otras de enorme influencia para lo que se viene.
Y lo que se viene con la educación es la formación del capital humano. Este es tan necesario para el crecimiento económico e insisto también cultural. Contiene valor económico porque implica acrecentar las habilidades profesionales de una persona.
Economía y capital humano
De acuerdo a los estudios llevados a cabo por el profesor Gary Becquer de la Universidad de Chicago (USA), galardonado con el Nobel, resulta imprescindible saber que además de la inversión en máquinas, tecnologías, informática, fábricas etcétera que, por supuesto hacen a la acumulación de bienes de capital de directa relación con el progreso, también actualmente el capital humano es gravitante.
La economía ha enseñado de manera correcta desde los aportes de Richard Cantillón y Adam Smith que el crecimiento económico es un proceso largo de esfuerzo, ahorro e inversión. Que se requiere de garantizar la propiedad privada y con ella desde luego la libertad individual bajo el estado de derecho. No obstante, en un mundo como el que tenemos cada vez más especializado y competitivo, la capitalización de la educación es tan importante como el capital mismo.
La teoría del capital humano tiene por supuesto una relación directa con un enfoque económico. Ese fue el objeto y objetivo de estudios del profesor Gary Becquer. De ahí que el Nobel considera al estudiante como una actor racional que busca una inversión que se traducirá en rentabilidad en su futuro.
Los individuos, siguiendo a Becquer, vamos tomando decisiones de acuerdo a una racionalidad de carácter utilitario, lo que en ningún modo significa un juicio de valor porque responde sencillamente a lo que deseamos o no, con la observación que también estamos dispuestos a aceptar las reglas de juego para igualmente acrecentar nuestros talentos y capacidades en un entorno social de convivencia mutua en base al respeto que le debemos a nuestro prójimo.
De manera permanente hacemos o no hacemos algo de acuerdo a un cálculo de costo–beneficio, y esto no lo hacemos de manera deliberada o consciente. Todos, sin excepción, hasta el más malévolo criminal realiza de un modo u otro tal cálculo. Entonces, si el criminal sabe de la permisividad e ineficiencia del sistema de seguridad policial y en la administración de justicia, pues la tendencia será el aumento de los crímenes. En el campo de la educación para la formación del capital humano, nuestros niños y jóvenes requieren de un modelo diferente al que tenemos para que ellos elijan en libertad y de acuerdo a sus costos y beneficios presentes y futuros, que su mejor preparación con valores les redundará ganancias económicas como culturales.
Terminar con el modelo actual
Pero lograr este propósito debemos terminar con el actual modelo de instrucción que no avanza hacia la educación de calidad. Es un error creer por ejemplo que aumentando los gastos en “educación” tal como hoy tenemos significará elevar su calidad, pertinencia y eficiencia.
La solución no está en incrementar el presupuesto en educación tal como se insiste sin contrapartida de control, transparencia ni mejoras en la formación de los docentes. Para abrirnos con éxito hacia el mundo, además de los temas institucionales político-económicos, requerimos con urgencia la formación del capital humano.
Modelo
Debemos terminar con el actual modelo de instrucción que no avanza hacia la educación de calidad.
Carencia
Alto analfabetismo funcional. Son muchos los que leen, pero no comprenden el texto ni menos el contexto. Carencia de sentido de reflexión y crítica.
Error
Es un error creer que aumentando gastos en educación, tal como hoy tenemos, se alzarán su calidad, permanencia y eficiencia.
(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.