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Todos debemos reconocer que, en la actualidad, uno de los temas más controvertidos es la pandemia del covid-19, especialmente por sus graves consecuencias sociales; en lo laboral, en lo económico o en la propia supervivencia de la comunidad.
Si analizamos cuidadosamente la magnitud de las consecuencias de este problema, nos daremos cuenta de que afecta a la población en general, por ello, con el paso del tiempo, tomamos conciencia del problema y tratamos de aplicar medidas, tanto preventivas como correctivas, para minimizarlas o solucionarlas.
Pero ¿qué relación existe entre el covid y el Sistema Energético Nacional? Y si existe ¿se aplican las mismas medidas del covid al SEN? Esta debe ser la pregunta de casi el 99% de los amables lectores.
Antes de responder voy a particularizar la disyuntiva con otra pregunta a la trama ¿quiénes son los responsables del Paraguay de hoy, mañana y siempre? Muchos responderán, ¡todos somos responsables! Otros menos solidarios dirán ¡son las autoridades nacionales! Ambas respuestas son correctas si consideramos que entre todos elegimos a las autoridades nacionales y estas son la que deben cuidar nuestro querido país, en todos los aspectos, hoy, mañana y siempre.
Bien, la relación directa entre el covid y el SEN está en sus efectos destructivos, casi similares, si son inadecuadamente tratados. Los efectos del primero, lo estamos viendo a diario, con el aumento de la pobreza, el hambre, el desempleo, el sistema de salud colapsado, muertes, etc., por citar algunos, pero independiente de todo esto, todavía se vislumbra, a mediano plazo, una luz al final del túnel, si se encuentra un tratamiento adecuado, sea a través de píldoras o vacunas.
El SEN nos puede arrollar con otra “pandemia” llamada crisis energética, de consecuencias aún más catastróficas y casi sin luz a mediano plazo al final del túnel, esto si consideramos que la energía es la materia prima para casi la totalidad de los bienes y servicios producidos en el país y que nuevas fuentes generadoras exigen largos años de implementación.
¿Qué es una crisis energética?
Pero ¿qué es una crisis energética? y, fundamentalmente, ¿cómo y por qué se produce? La definición más aceptada de estas palabras (según la enciclopedia Wikipedia, en su artículo “Crisis energética”) nos conduce al siguiente significado: "Es una gran carestía (o una subida de precio) en el suministro de fuentes energéticas a una economía. En palabras más sencilla, un país tiene una crisis energética cuando no puede satisfacer la demanda energética de su población.
La incredulidad del paraguayo se manifestará de nuevo con la siguiente pregunta: ¿cómo vamos a tener crisis energética en Paraguay? si es un país que dispone de dos grandes centrales hidroeléctricas compartidas, Yacyretá e Itaipú. A este respecto, estoy seguro de que aún se mantiene la falsa creencia generalizada de que con ambas centrales el país cuenta con fuentes inagotables de energía. Debido a esta creencia errónea, las autoridades del sector no planifiquen nuevas obras de generación y, en consecuencia, el país se encamine hacia la crisis que, dicho sea de paso, puede llegar en esta década del 20. Esto se confirmar aún más, si a esta deficiencia se le agregan las acciones del actual gobierno, que dentro de la visión “errada” de país con abundante e inagotable fuentes de energía, enfoca temas sin mucha relevancia, como la construcción del Aña Cua o el nuevo Anexo C de Itaipú del 2023 y no avanza, más bien atrasa, la construcción de nuevas grandes fuentes de suministro.
Para clarificar la idea de crisis energética, presentamos el grafico sencillo, en el que se observa la máxima capacidad de suministro de energía –representada por la línea horizontal– y el crecimiento continuo de la demanda de energía –representada por la curva creciente– y el punto de encuentro entre la recta y la curva que advierte del inicio de la crisis (¿no es una curva similar al desarrollo del covid?). El año exacto en que esto ocurrirá esta aún indefinido, depende de varios factores, entre ellos dos principales: la promoción de la demanda y del uso eficiente de la energía disponible.
Veamos ahora si las consecuencias de la crisis energética serán tan catastróficas como las del covid. Cuando el abastecimiento de energía entra en crisis, las restricciones comienzan a amenazar el funcionamiento ordenado de la sociedad. La crisis que puede abatirse sobre el país se caracterizará por la insuficiencia de la oferta de electricidad, el desequilibrio planteará opciones muy simples: si la demanda excede la oferta y ésta no se puede modificar en lo inmediato, debe intervenirse sobre la demanda para evitar el peor de los escenarios, que es la restricción automática no controlada.
El sector industrial, que en condiciones normales representaría un tercio del consumo eléctrico total, sufrirá limitaciones, que en horarios determinados alcanzará, al inicio, hasta un 40%. Tal situación tiene un altísimo costo, considerando que cuando las industrias están con falta de energía, se afecta el funcionamiento de la cadena de producción.
Ante la falta de atención a la demanda industrial, al menos dos opciones se podrán aplicar. La primera, la disminución de la producción nacional, con lo cual habrá un aumento del desempleo, de la pobreza y el hambre, el aumento de la delincuencia y la institucionalización del contrabando. La segunda opción seria restringir la oferta sobre un universo mayor de consumidores, es decir, minimizar la falta de energía a las industrias, aplicando restricciones extendidas a los comercios, a los servicios, a la administración pública, a la iluminación callejera, a los espectáculos nocturnos y al consumo domiciliario.
Nuevamente, como en el caso del covid, antes una crisis energética, el gobierno tendría la obligación de actuar para aliviar sus efectos destructivos en la sociedad, solo que, ante esta situación, no contara con ayuda solidaria, o interesada de organizaciones mundiales. Estará solo, porque la responsabilidad de que un país llegue a este estado es su absoluta falta de capacidad y de visión hacia un tema fundamental para el desarrollo del país.
Aquí debe abrir un paréntesis para no culpar de todo lo que vendrá al actual gobierno, la responsabilidad debe ser compartida al menos con los dos gobiernos anteriores. En el gobierno del presidente Lugo, con el que estuve personalmente involucrado por corto tiempo y si no fuese por su visión distorsionada de lo que todo el mundo conoce, hoy estaríamos en las puertas de inaugurar una nueva gran central hidroeléctrica Yacyretá estaba a punto de ser una realidad. En el gobierno Cartes y en el actual mi participación fue apenas marginal mediante circunstanciales publicaciones en medios de comunicación masiva, sin nunca ser consultado o tenido en cuenta.
Ahora llegamos al estadio hipotético de que estamos en crisis, luego, ¿qué se puede hacer para evitar o minimizar sus consecuencias? Lo primero es identificar inequívocamente sus causas. A nuestro criterio, las dos primeras se deberán; por un lado, a la excesiva dependencia de un modelo energético perimido y, por el otro, a lo ya mencionado, a la absoluta falta visión estratégica de las autoridades del sector. Profundizando un poco más, a estas dos se le deben agregar otras dos no menos importantes; primero, el hecho de que el manejo de los recursos energéticos se encuentra en manos de personas no capacitadas para la función, y segundo, que depende de un ministerio que muchas veces ni sabe que significa energía.
Respondiendo la cuestión de fondo, para minimizar o evitar las implicancias de la crisis se deben planificar acciones en base a tres grandes cuestiones fundamentales, a saber:
-La dificultad para obtener nuevas fuentes de suministro de energía.
-El creciente aumento de la población.
-El consumo irracional de la energía.
Referente al primero, la principal acción que debe planificarse es cómo salvar la valla que atemoriza a las autoridades o administradores referente a la toma de decisiones para realizar grandes inversiones necesarias en la construcción de nuevas grandes fuentes de generación. Para incentivarlos, una premisa incuestionable: la energía es el único producto al que nunca le faltará mercado y que difícilmente sea afectada por eventuales caídas del precio de venta.
El segundo factor, es decir el aumento de la población, a simple vista parece insalvable y cualquier medida que se tome hasta parecería ridícula e irrealizable, pero eso nos lleva a idear otra forma de contrarrestar este factor en la crisis energética, antes de tratar de limitar el crecimiento de la población, se debe tratar de controlar la demanda energética de los habitantes, es decir, reducir el consumo per cápita.
Para cerrar la trilogía arriba, se debe minimizar el consumo irracional, y esto apunta esencialmente a otros dos objetivos complementarios:
-Disminución de la demanda energética.
-Mejor aprovechamiento de la energía disponible.
Disminuir la demanda no significa autoaplicarse restricciones o disminuir el confort de las personas, significa hacer exactamente todo, pero consumiendo la misma o menor cantidad de energía, es decir, aprovechar mejor la energía disponible.
Parece simple mencionar, pero en la práctica “¿Cómo lograr estos objetivos?” Lo inmediato, es actuar sobre nuestro modelo político vigente, el Estado tiene la principal tarea de planificar e impulsar medidas concretas para la construcción de nuevas fuentes de energía. Pero también se debe entender que los ciudadanos deben acoplarse a este nuevo modelo socioenergético buscando las mejores alternativas en la utilización de la energía hoy disponible. En resumen, No alcanza sólo con producir más energía, también es muy necesario replantear el modelo socio energético actual, es decir, adecuar la forma en que la energía es utilizada por las personas.
Recapitulando, hasta aquí mencionamos dos formas de minimizar, atrasar o solucionar la crisis energética: instalar nuevas fuentes generadoras e impulsar un nuevo modelo socioenergético, ambas están basadas en las mismas causas que la provocan e implican cambios de paradigmas de gestión y de utilización de la energía. Basta de falta de coraje de los tomadores de decisión y basta de falta de compromiso... de parte de todos.
Pero que ocurriría si todas las soluciones recién mencionadas se aplican, es decir, llegamos a una etapa en que se aleja la crisis energética por una o dos décadas, ¿cuál debe ser la actitud del país frente a estas circunstancias? Primero, como en las guerras, se debe mantener en lo posible las conquistas alcanzadas, esto quiere decir, mantener las buenas practicas del consumo óptimo de la energía, para ello, lo ideal sería que las buenas prácticas de la población sean voluntarias. Si esto flaquea deben aplicarse principios vigentes en los países avanzados; es decir, los poderes del Estado deben implementar leyes y normas obligatorias para el sector. ¿Solo eso? NO, debe mantenerse una planificación estratégica, con un horizonte temporal de, al menos, cincuenta años adelante.
¿Solo eso? No, tengo la sensación de que en una planificación energética con 50 años adelante se deberá considerar, obligatoriamente, la construcción de más centrales hidroeléctricas, una pista de esto nos da el desarrollo tecnológico del área de generación. Pero ¿hasta cuándo esta alternativa de construcción será posible? No perdamos de vista que nuestra capacidad hidrológica también es finita; luego ¿que podrán hacer las generaciones futuras? Podrán implementar acciones que nuestra generación debe comenzar.
Las instituciones del Estado deben comenzar a incentivar y financiar estudios de investigación en el área de energía alternativa. Lo deben hacer de forma ordenada y bien orientada, por ejemplo: a la Universidad Nacional de Asunción se le debe responsabilizar por Energía eólica, a la UNE por energía solar, a la UNI por energía geotérmica, a la UNP por energía de Biomasa, igualmente no se debe dejar de investigar la energía nuclear y la eficiencia energética. Con seguridad, en décadas, el Estado del área de generación debe estar tecnológicamente más avanzado y nuestro país, con décadas de investigación, estará capacitado para aplicar nuevas obras en estos sectores.
Para concluir, voy a aclarar dos puntos que, estoy, despertó alguna suspicacia: anteriormente mencioné al Aña Cua y al Anexo C de Itaipú como temas sin mucha relevancia, aquí lo voy a explicar. Aña Cua es una central de muy pequeño porte, su contribución con la capacidad instalada del sistema paraguayo es mínima y con el sistema argentino, irrelevante. Entonces, ¿se justifica su construcción? Se justifica, porque permitirá generar electricidad con un volumen de agua que si o si debe derramarse por el vertedero del mismo nombre. Mi gran duda continúa siendo la opción de instalación, ¿se realizaron todos los estudios para quebrar el actual embalse? o asistiremos a una catástrofe de proporciones inimaginables.
Referente al tema Anexo C de Itaipú, debo decir que estamos asistiendo a varias propuestas relacionadas. Con frecuencia leemos a personas que publican en los periódicos, números, valores, historias y muchas cosas más. Forman una comisión de notables (¿?), se pide colaboración de ganadores del Premio Nóbel y de profesores de eminentes universidades extranjeras que, dicho sea de paso, desconocen el sistema paraguayo y ofrecen soluciones alejadas de la realidad país, algunos más extremistas se rasgan la camisa como muestra de patriotismo. Para mí, nada de eso será relevante a la hora de la negociación, creo firmemente que llegar a las negociaciones con multiplicidad de opiniones, representados con propuestas rimbombantes, solo servirá para dilatar o extender por décadas un nuevo acuerdo.
Creo firmemente que debemos llegar a las negociaciones con una única propuesta y salir con una declaración conjunta. Itaipú es de Paraguay y Brasil. De Brasil y Paraguay y a partir del 2023 todo lo relacionado con la comercialización de su generación se debe realizar con igual beneficio, o perjuicio - si hubiere, para los dos países. ¿Cómo implementar esto? Es un nuevo desafío, a mi criterio se podría conformar un comité de gestión, con números iguales de participantes y con igual poder de decisión. Allí ya corresponderá a cada país designar a sus representantes. Claro que nuestros antecedentes son pésimos, pero alguna vez la responsabilidad debe ser también del pueblo, el que debe participar y saber elegir a sus representantes.
(*) Exdirector paraguayo de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY)